LA BUENA NOTICIA
Utopía en proceso
Las comunidades eclesiales escuchan mañana, para su análisis y reflexión, dos parábolas, elaboradas sobre el mismo elemento: la semilla. La primera es sobre la vitalidad dinámica de la semilla, que tiene un enorme potencial en sí misma y crece por sí sola; la segunda resalta la pequeñez de la semilla, pero su resultado es enormemente grande que sorprende a todos. (Marcos, 4, 26-34).
' La Iglesia es signo del Reino que crece en todos los rincones donde hay humanidad.
Víctor Manuel Ruano
Con este recurso pedagógico, Jesús planteaba a la sociedad de su tiempo la utopía del Reino de Dios, como el gran proyecto para que los pueblos entraran en la dinámica de procesos incluyentes y participativos para llegar a ser más humanos y fraternos, justos y pacíficos. También, para que las personas se empeñaran en la búsqueda del verdadero sentido de la vida, como el mayor desafío del ser humano.
Con la expresión Reino de Dios se está mostrando la gran utopía en proceso de realización; es decir, esa fuerza creadora que le da sentido a la historia y a la vida humana, llevándola hasta la trascendencia. Así entendemos que es posible ir construyendo sociedades más fraternas en relaciones de justicia y felicidad, de dignidad y de “buen vivir” para todos.
Esta utopía no es ilusoria, sino que ya está llegando en formas de justicia pronta y cumplida rompiendo los muros de la impunidad y de la corrupción; en estilos de solidaridad eficaces oponiéndose a mentalidades egoístas, racistas y excluyentes; en expresiones de amor liberador que hacen posible la amistad social y la fraternidad universal, construyendo una sociedad para todos y no para unos pocos privilegiados.
Así se mantiene viva la esperanza en todos aquellos ciudadanos que anhelan y luchan por vivir en una sociedad incluyente, participativa y democrática, fuera de toda mentira y autoritarismo impuestas por el terrorismo de Estado de quienes detentan el poder económico y político en países subdesarrollados como el nuestro.
Sin embargo, ese es el sueño que inspira y fortalece a muchos en nuestro país, en una lucha que requiere paciencia histórica: periodistas independientes y audaces, líderes sociales comprometidos con la comunidad en la defensa del territorio y de la “Casa Común” y de una gestión pública transparente, laicos que entienden su misión más allá de la comodidad de sus templos o de sus grupos cerrados utilizados para sus catarsis alienantes.
El Reino de Dios es mucho más que la Iglesia, ella está en función de esa utopía y está llamada a ser signo creíble de ella en la historia. El reino de Dios, como experiencia de fraternidad y vida digna para todos, no es realidad ajena, paralela o por encima de este mundo y de nuestra historia. Su presencia parece insignificante como un grano de maíz, como la semilla de mostaza que aparentemente se pierde. Pero en sí mismos llevan una energía que se manifiesta en crecimiento que da fruto. La Iglesia es signo del Reino que está creciendo en todos los rincones donde hay humanidad.
Las tareas de la evangelización por la construcción de un mundo mejor no depende solo de nuestros esfuerzos, proyectos y estrategias, sino que el principal interesado es Dios, en llevar adelante y con éxito su obra en la historia. Es él quien hace crecer el reino más allá de nuestros éxitos o fracasos.
Estas parábolas quieren transmitirnos un mensaje de ánimo y esperanza en quienes formamos parte de la Iglesia, pero también en los asuntos personales y familiares; pero, sobre todo, ante los desafíos que hoy enfrenta la sociedad guatemalteca, frente la arremetida brutal del Pacto de Corruptos que hicieron causa común con el crimen organizado con tal de mantener sus privilegios. Así, el ejercicio del poder se corrompió, la clase política se deslegitimó y las élites económicas se enconcharon más para entorpecer los cambios que exige la ciudadanía.