La situación regional es relativamente parecida, pues el crecimiento económico durante los últimos años ha sido lento y las crisis generadas por la pandemia del covid-19, huracanes y déficit fiscal toman al Istmo desde una base complicada, expone Álvaro R. Sarmiento, experto en Comercio Internacional.
Sus principales retos son contener la propagación de la pandemia, al asegurar la vacunación y medidas que no impliquen confinamiento de la población; apoyar la recuperación económica y mejorar la lucha por la transparencia, especialmente en el gasto gubernamental de emergencia y en la infraestructura resiliente. Los países apuntan a mejorar sus condiciones para atraer más inversiones, señala.
Al igual que el resto del mundo, Centroamérica fue duramente golpeada por el impacto del covid-19, agravado por los daños de las tormentas Eta e Iota, que mantienen y empeoran problemas estructurales añejos, como profunda desigualdad, que la convierte en una región de ingreso medio, pero llena de personas en situación de pobreza, refiere el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi). La democracia es incipiente, con retrocesos y disfuncionalidades como la corrupción y la incapacidad fiscal y política de los Estados para encaminarse en la senda del desarrollo humano justo, inclusivo y sostenible, añade.
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Desde hace años, los países de Centroamérica han presentado dificultades en su desarrollo económico. Limitantes como la creación de empleos de calidad que permitan un mejor nivel de ingresos han mantenido y deteriorado algunos indicadores. La crisis del covid-19 ha afectado los indicadores de desarrollo y ha aumentado el endeudamiento de los gobiernos, explica Jahir Dabroy, analista de la Asociación de Investigación de Estudios Sociales (Asíes).
“Somos países con economías pequeñas y nos ha sido difícil consolidar verdaderamente el Sistema de Integración Centroamericana (Sica) en un mundo cada vez más globalizado, además de que los índices de pobreza y desigualdad son generalmente altos, especialmente en Honduras y Guatemala”, dice Juana Guerrero, abogada, notaria y magíster en Estudios Latinoamericanos. Además, con excepción de Costa Rica, son países que vienen acarreando democracias poco consolidadas y que, en determinados momentos, están al borde del rompimiento constitucional o tendentes a las dictaduras, de izquierda como en Nicaragua o de derecha como Honduras, Guatemala y El Salvador. La corrupción ha tejido redes que han alcanzado los tres organismos del Estado en cada país y que han traspasado las fronteras, añade.
Lourdes Balconi, decana de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Rafael Landívar, afirma que el desempeño de la economía estadounidense tendrá un efecto directo para la región, por ser el principal socio comercial. A esto se suma un aumento importante del desempleo, agudización de la pobreza y mayor desigualdad, y aumento de la vulnerabilidad por el alto porcentaje de empleo informal. En la política se experimenta una importante pérdida de confianza y credibilidad en la democracia y sus principales representantes.
Este panorama se complica aún más por el recurrente azote de fenómenos naturales. Según el informe Hacia una Centroamérica más resiliente. Pilares para la acción, del Banco Mundial (2019), entre 1970 y 2010 los desastres asociados a terremotos, huracanes e inundaciones dejaron daños y pérdidas acumuladas por más de US$80 mil millones y afectaron la infraestructura crítica —incluyendo escuelas y hospitales— y medios de subsistencia del Istmo.
Como consecuencia de los problemas políticos, sociales y económicos, la emigración en Centroamérica presenta alta proporción en relación con el volumen de la población nativa, que es del 10.2%, la mayoría residentes en EE. UU., principal país receptor de la emigración del Istmo, con 78% de los emigrantes centroamericanos (3.13 millones), según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Pero no todas son cifras desalentadoras. Con una población de 58.2 millones de habitantes (2017) y un PIB de casi US$315 mil millones (2016), los países del Sica —Centroamérica, Belice, Panamá y República Dominicana— se ubicaron, en el 2016, como la sexta economía latinoamericana y concentran un gran mercado de consumo cuyo aparato productivo se ha diversificado y avanzado hacia la economía global.
En este contexto, gracias al proceso de integración impulsado desde mediados del siglo pasado, el comercio intrarregional se ha logrado expandir hasta alcanzar un tercio del total de las exportaciones, bastante cercano al peso de las exportaciones a los Estados Unidos, el principal socio comercial, asevera el Sica.
Guatemala
Democracia se encuentra a prueba
Medida por su PIB per cápita —US$4 mil 549 en el 2018—, Guatemala es la quinta economía más pobre de Latinoamérica y el Caribe, registra la sexta tasa más alta de desnutrición crónica en niños menores de 5 años, al 58% de los niños indígenas y al 66% de los niños en el quintil de ingresos más bajos, refiere el Banco Mundial (2020). En el 2019, Guatemala ocupó el puesto 68 en seguridad alimentaria, de 113 países, con solo el 40% de las familias guatemaltecas cubriendo sus necesidades alimentarias.
Los bajos ingresos del gobierno central —11% del PIB, en promedio, en años recientes y 9.7%, en el 2019— limitan las capacidades de inversión pública y restringen tanto la calidad como la cobertura de los servicios públicos, desde educación y salud hasta acceso de agua. Esto, a su vez, perpetúa la falta de incentivos en la economía para el pago de impuestos y pasar a la formalidad.
Guatemala es un país cuya democracia ha continuado su deterioro en los últimos períodos de gobierno. Dicho desgaste se vio exacerbado durante el gobierno del partido FCN-Nación (2015-2019), cuando se revirtieron leyes y políticas públicas dirigidas a fortalecer el resguardo de los derechos humanos en torno a la democracia. Según datos para el 2020 del BTI Transformation Index, en una escala establecida de uno a 10 la estabilidad de las instituciones democráticas de Guatemala han obtenido tres puntos, explica Juana Guerrero en su artículo Una Guatemala colapsada antes de la pandemia, incluido en el libro Política y crisis en América Latina. Reacción e impacto frente a la covid-19 (2020).
El país registró el decrecimiento más bajo del área —-3.5% — para el 2020 y un crecimiento esperado del 3.6% para el 2021, señala Sarmiento.
A pesar del confinamiento, cierre de actividades y distanciamiento físico derivado del covid-19, Guatemala tuvo un crecimiento económico del 3.6%, según el Banco de Guatemala (2020), dice Lourdes Balconi. En el caso de las remesas, estas crecieron dos puntos porcentuales en relación con el 2019, representando el 15% del PIB, añade.
Las proyecciones oficiales son optimistas para este año, pero persiste la desconfianza ciudadana, que obligó al Ejecutivo y al Legislativo a dar marcha atrás a la aprobación del presupuesto 2021. Las graves carencias sociales permanecen desatendidas.
El panorama político es de desconfianza y baja credibilidad hacia la clase política y la administración actual, especialmente, como consecuencia de la corrupción, la baja ejecución presupuestaria, la ineficacia de los programas sociales de emergencia y la poca y contradictoria información pública, que han llevado a protestas de numerosos grupos de ciudadanos, añade Balconi, que pueden desencadenar polarización y confrontación.
Además, se vendrán problemas para la compra, distribución y aplicación de la vacuna contra el covid-19, así como complicaciones estructurales como la desnutrición crónica y la ausencia de un sistema efectivo de seguridad social, indica Dabroy. La economía de Guatemala espera contraerse en un rango de -0.5 y -2.5 %, impulsado por los efectos de la pandemia y las depresiones tropicales Eta y Iota.
Costa Rica
Reina estabilidad democrática pero peligran logros económicos
Según el Banco Mundial (BM), Costa Rica es una historia de éxito en términos de desarrollo. Al ser considerado un país de ingreso medio alto experimentó un crecimiento económico sostenido en los últimos 25 años, pero la pandemia del covid-19, entre otros factores, amenaza el mantenimiento de estos logros.
Costa Rica también es líder mundial, por sus políticas y logros ambientales, a fin de promover la conservación de los bosques y la biodiversidad, y se convirtió en el único país tropical del mundo que ha revertido la deforestación.
La combinación de estabilidad política, contrato social y un crecimiento sostenido han dado como resultado una de las tasas de pobreza más bajas de América Latina y el Caribe, y donde la proporción de la población con ingresos inferiores a US$5.5 por persona por día disminuyó ligeramente de 12.9 a 10.7% entre el 2010 y el 2016.
La pandemia ha golpeado fuerte a este país, que se enfrenta al riesgo de una interrupción repentina en los flujos de capital, asevera el BM. Para este año se espera un repunte, a medida que se levanten las restricciones. Sobresalen dos desafíos para el desarrollo: la situación fiscal y la desigualdad persistente. Estos retos afectan los pilares básicos del modelo de desarrollo costarricense: inclusión, crecimiento y sostenibilidad.
El sector productivo ha marcado claramente que los grandes retos para el 2021, refiere Sarmiento, serán la reactivación económica, generación de empleo y la solución al déficit fiscal. Si bien es cierto que la caída del PIB (-4.8%) fue la segunda más baja después de Guatemala, refleja una proyección de apenas 2.6% para el 2021, la segunda más baja después de Nicaragua.
Para Dabroy, Costa Rica tiene un sistema democrático estable y ha crecido, incluso, dentro del índice de desarrollo humano, al ocupar el puesto 62 (2020) de 189 países. También ha comenzado con la aplicación de la vacuna contra el covid-19, lo cual repercutirá favorablemente en la salud de su población y su economía.
El contexto fiscal es el más complicado, sin haber podido resolver los problemas previos a la pandemia, con un Ejecutivo que muestra falta de liderazgo e incapacidad para dialogar. Con las elecciones que se celebrarán en el 2021, la polarización crece, asevera el Icefi.
Al tener una democracia más sana que sus países vecinos, una economía más sólida y registros de violencia que no alcanzan los niveles del Istmo, tiene más posibilidades de interés de capital extranjero, expone Guerrero, lo cual ayuda a la consolidación de su economía. Además, tiene un mejor sistema de salud y educación pública, pero los tentáculos del crimen organizado empiezan a consolidarse como en otros países de la región.
Balconi añade que Costa Rica ha entrado en un ciclo de movilización sociopolítica creciente, a partir de acuerdos gubernamentales con organismos financieros internacionales de políticas que afectan a las capas medias y sectores ciudadanos. Los movimientos ciudadanos consideran que esto afecta seriamente sus niveles de vida actual y los servicios públicos.
Según el BM y el Instituto Nacional de Estadística y Censos de ese país, se proyecta un año de recesión. El PIB de Costa Rica disminuyó -5.4% durante el 2020 y cerró el año con una inflación de 0.89%, la más baja en los últimos cuatro años. Por la crisis sanitaria y económica causada por el covid-19, aumentó la deuda pública en relación con el PIB a 70.2% (2020), expone Dabroy.
El Salvador
Aumenta la deuda pública
El BM afirma que El Salvador continúa registrando bajos niveles de crecimiento económico y la reducción de la pobreza en el país ha sido moderada. Sin embargo, la desigualdad ha disminuido durante las últimas dos décadas y actualmente es uno de los países más equitativos de América Latina.
Es el país más pequeño de Centroamérica, territorialmente, y el más densamente poblado, habitado por 6.4 millones de personas, además de 1.5 millones de salvadoreños que viven en el extranjero. El crecimiento del PIB en El Salvador alcanzó el 2.3% en el 2019, pero ha generado niveles persistentes bajos de crecimiento económico. Medida por la línea de US$5.5 por persona por día, la tasa de pobreza disminuyó del 39% en el 2007 al 29% en el 2017. La pobreza extrema también disminuyó del 15% al 8.5% durante ese período.
Sin embargo, la pandemia tendrá un impacto negativo significativo, aun cuando fue el país centroamericano que más rápido adoptó estrictas medidas de contención contra el brote —que incluyeron transferencias en efectivo a un 60% de los hogares, distribución de alimentos para hogares de bajos ingresos, aplazamiento en el pago de servicios básicos, hipotecas y préstamos personales e inversión en el sistema de salud pública, entre otros—, pues afectará la reducción de la pobreza y crecimiento económico, el cual se espera que sea de un 4.9% en el 2021. Aún así, es uno de los países menos afectados de la región.
El crimen y la violencia también han sido una amenaza para el desarrollo social y crecimiento económico en El Salvador, y son uno de los principales motivos por los que muchos salvadoreños migran. Sin embargo, las tasas de homicidios se han reducido drásticamente desde agosto del 2019, al posicionar los indicadores de violencia del país en el promedio regional, añade el BM.
A pesar de estos desafíos, El Salvador tiene un gran potencial para impulsar el crecimiento económico, por su ubicación estratégica, fuerza laboral en crecimiento y base industrial sólida para respaldar la expansión del sector comercial.
Sarmiento indica que, posiblemente, el mayor reto de este año para este país será el financiamiento del presupuesto estatal. Se estima que podría haber un faltante de casi US$1 mil 700 millones que, en principio, se pretenden restituir al haberse cumplido el pronóstico del Gobierno, pues el partido oficial Nuevas Ideas ganó la amplia mayoría en las elecciones legislativas de febrero pasado. Por ello se alimentan temores de mayor debilitamiento del estado de Derecho y aumento de la ingobernabilidad, indica el Icefi, pues el gobierno de Nayib Bukele tendrá el control del Ejecutivo y del Legislativo.
Es muy peligroso que la deuda pública, como porcentaje del PIB, pueda pasar del 70 a casi el 90%. Los efectos en el mediano plazo pueden ser sumamente dañinos, especialmente si se prevé que la recuperación a raíz del covid-19 se dará hasta el 2024.
Es el único país de la región que ha dolarizado su moneda, no necesariamente para rescatar una crisis económica, sino por intereses de economía en el mundo globalizado, explica Guerrero, quien afirma que, pese a ello, aún es un país desigual, con redes del crimen organizado cooptando los espacios de la administración pública y la violencia que ha provocado olas de inmigración legal e ilegal hacia EE. UU.
Según el Fondo Monetario Internacional, El Salvador tuvo en el 2020 la caída relativa más fuerte (-9%) en el PIB de la región. El elevado endeudamiento gubernamental de ese año lo posiciona como el país con la deuda pública en relación al PIB más alta del Istmo (89%), lo que amenaza su estabilidad fiscal, expone Dabroy.
Honduras
Acorralado por la violencia y el desempleo
El BM afirma que Honduras había registrado las segundas tasas de crecimiento económico más altas de Centroamérica, superadas solo por las de Panamá, de 4.8% en el 2017; el 3.7% en el 2018, y el 2.7% en el 2019, por encima del promedio en Centroamérica.
Honduras tiene múltiples fortalezas, con el potencial para un crecimiento más rápido y una mayor prosperidad compartida, con su ubicación estratégica, una creciente base industrial, esfuerzos continuos para diversificar sus exportaciones y una población joven. Sin embargo, el país enfrenta altos niveles de pobreza y desigualdad.
Un 48.3% de hondureños vive en pobreza y el porcentaje de ellos en zonas rurales (60.1%) es mayor que en las urbanas (38.4%). La desigualdad está entre las más altas de la región y del mundo, con una de las clases medias más pequeñas, 11% en el 2015, en comparación con el promedio regional, de 35%.
Honduras registra altos niveles de violencia, con más de 38 homicidios por cada cien mil habitantes (2018), uno de los más altos del mundo.
La pandemia del covid-19 está afectando de manera significativa la economía de Honduras. La contracción del PIB más profunda de lo esperado y un alto desempleo en Estados Unidos, el socio clave comercial y de inversión de Honduras y la mayor fuente de remesas, amplificaron esta contracción, que afectará a los más pobres, vulnerables y de la clase media. Se espera que la economía de Honduras se recupere en el 2021 a un crecimiento del 4.9%, en medio de la reactivación de la actividad económica interna y la recuperación de la inversión y la demanda externa. No obstante, persisten los riesgos y los desafíos.
Los hondureños que intentan salir en caravana, desde hace unos años, con la idea de llegar a Estados Unidos para tener una mejor vida, argumentan que abandonan su territorio por la violencia y la falta de empleo, flagelos que se han agudizado por la crisis causada por la pandemia y fenómenos meteorológicos como Eta e Iota.
Una recesión mundial más profunda en medio de la pandemia podría debilitar la recuperación económica y seguir amenazando la salud y el bienestar de la población.
Sarmiento explica que fue el país centroamericano con el mayor decrecimiento de -9.7%, pero tendrá el segundo crecimiento de la región, con un 3.8% para el 2021, siempre y cuando no se repitan los desastres climatológicos de noviembre pasado. Además, tiene el reto político que implican las elecciones primarias, en marzo, y presidenciales, en noviembre de este año, cuya influencia se estima negativa en el desarrollo económico.
El 2021 se caracterizará por la incertidumbre sobre si la oposición logrará unificarse en los comicios y si el presidente Juan Orlando Hernández buscará la reelección, además del impacto político que tendrá el juicio en Estados Unidos por narcotráfico en el que se le ha vinculado.
Se requiere mejorar la institucionalidad del sistema político para generar desarrollo, indica Dabroy. Antes de la pandemia, Honduras ya mostraba una tendencia a la baja en sus tasas de crecimiento económico.
Nicaragua
Autoritarismo aleja inversión extranjera
Para el 2017, según el BM, Nicaragua, uno de los países con mayores índices de pobreza de Latinoamérica, mantenía un buen ritmo de crecimiento de 4.6, pero debido a los disturbios sociales y políticos que el país ha experimentado desde abril del 2018, la economía se contrajo a un -4.0 y -3.9% en el 2018 y 2019, respectivamente. En el 2020 su crecimiento cayó a -5.9% y se espera que se recupere lentamente, con optimismo, a 1.1% para el 2021.
La pandemia del coronavirus, sumada a la violencia de los últimos años, la pérdida de empleos y una caída en la confianza en los consumidores y de las empresas, más un declive en sectores como construcción, comercio y turismo, han tenido un alto costo social y económico, amenazando los esfuerzos logrados en la reducción de la pobreza desde el 2005.
Las remesas aumentaron en un 9.9% en el primer semestre del 2019, lo que dio un aire al consumo en los hogares y mitigó el aumento de la pobreza. Sin embargo, se prevé que la pandemia afectará negativamente a Nicaragua a raíz de la disminución de las entradas de remesas, la reducción del comercio y paralización del turismo.
Los huracanes Eta y Iota azotaron Nicaragua en noviembre del 2020, con fuerza catastrófica, y causaron daños generalizados, pérdidas de vidas y agravaron los riesgos de transmisión del covid-19.
Desde abril del 2018, Nicaragua vive una crisis sociopolítica que ha dejado al menos 328 muertos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, aunque organismos locales elevan la cifra a 684 y el gobierno de Daniel Ortega, que el 10 de enero cumplió 14 años consecutivos en el poder, con absoluto control político y militar de los cuatro organismos del Estado, reconoce 200 y denuncia un supuesto intento de golpe de Estado. Además, la revuelta del 2018 dejó detenidos y miles de exiliados.
Ortega, quien desde el 2017 tiene como compañera de fórmula vicepresidencial a su esposa, la poetisa Rosario Murillo, prepara para noviembre próximo su cuarta reelección y tercera consecutiva desde el 2007, sin permitir la libre movilización y organización a los opositores, que lo catalogan de “dictador”. Esta potencial situación, dice Sarmiento, representa para muchos expertos nicaragüenses un verdadero reto para la confianza y nuevas inversiones.
El problema de la inmigración de la población a Costa Rica y Estados Unidos se debe a la inestabilidad social, y al igual que en los países del Triángulo Norte, causada por problemas relacionados con la corrupción.
Nicaragua implementará un programa de reactivación económica dirigido a la micro, pequeña, mediana y gran empresa, en los sectores productivo, comercial y turístico, con lo que espera tener un crecimiento de entre un 2.5% a un 3.5%, refiere Balconi.
Minimizar los contagios por covid-19 implicó una saturación en los servicios de salud que fue ampliamente cuestionada por diversos sectores sociales. Según el FMI, en el 2020 el PIB del país se redujo en un 5.5%, tercer año consecutivo en el que el indicador decrece, refiere Dabroy.