Así como ha ocurrido desde 2018, los hondureños salen en grupos numerosos huyendo de la violencia, pero también de los estragos que dejaron las tormentas Eta e Iota y que hasta la fecha continúa afectándoles debido a que perdieron todas sus pertenencias sumado a los efectos de la pandemia del coronavirus.
Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante en la zona 1 de la capital de Guatemala, señaló que migrar es un derecho y luego del anuncio del Ejecutivo en el cual se ha establecido estado de Prevención en al menos cinco departamentos del oriente del país hace un llamado a las fuerzas de seguridad para evitar que se pueda usar la fuerza desmedida teniendo en cuenta que muchas de estas caravanas son integradas por niños mujeres y adolescentes.
Además, resaltó que ante la Semana Santa y llegada de esta caravana hacen un llamado a respetar el derecho a migrar, porque “Cristo fue un migrante”.
La Casa del Migrante continuará atendiendo personas usando los protocolos y medidas sanitarias para evitar contagios, pero asegura que apoyará con alimentación, kit de higiene y atención médica.
Prueba Covid
El Instituto Guatemalteco de Migración (IGM) ha señalado que de momento no tiene un reporte oficial de Honduras sobre una caravana, pero monitorea la situación pues hay convocatorias sobre ello en audios de WhatsApp y redes sociales.
Ante ello señaló que todas las personas que ingresen a territorio nacional vía terrestre deberán de cumplir con las medidas establecidas por el Gobierno, aparte de presentar la documentación, como el documento de identificación y la prueba covid.
En enero pasado, las fuerzas de seguridad bloquearon el paso a una caravana migratoria de unos 6 mil hondureños y disolvió por la fuerza al grupo, que se vio obligado a huir a los poblados cercanos y regresar a su país.
Otros 3 mil hondureños intentaron seguir por otra ruta en ese momento, pero las autoridades guatemaltecas también lograron diluir su paso hacia México y Estados Unidos.
El objetivo de los migrantes hondureños es llegar a Estados Unidos para tener mejores condiciones de vida, alejados de la pobreza y la violencia que azotan el istmo centroamericano, especialmente después de la pandemia y los huracanes Eta y Iota, que tocaron tierra en noviembre de 2020