CATALEJO

Aspectos humanos del nefasto coronavirus

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Ante todo, el ataque del coronavirus fue drama humano en todo el mundo. No solo por el número de muertos y damnificados, sino por las secuelas de dolor a causa de los obligados cierres de países enteros. Enseñó a apreciar todo aquello disponible para una raza humana cada vez más desprendida de la naturaleza, creyente convencida de su superioridad por ser la Reina de la Creación. En cuestión de días todo cambió y se ensañó con personas inocentes al irrumpir, primero a la sordina, en China, y de ahí al resto del globo. No hay tal reinado y la adaptación a la nueva realidad es un proceso muy largo, pero los cambios implícitos pueden ser irreversibles.

' Nadie puede imaginar los efectos sufridos por los niños alejados de la posibilidad de vivir las inolvidables experiencias.

Mario Antonio Sandoval

En primera línea están quienes murieron, ante la imposibilidad de ser atendidos porque los sistemas de salud de todo el mundo no fueron suficientes, y aún lo siguen siendo en demasiados países. Muy cercanos a ellos se encuentras quienes perdieron a sus seres queridos, en especial a las personas relacionadas con los sobrepasados servicios de salud, que ni siquiera tuvieron oportunidad de llevarlos de regreso a la Madre Tierra, en un dolor imposible de imaginar apenas pocos días antes de la pandemia. De pronto, todo se detuvo. Era como regresar a las pandemias de la Edad Media: el enemigo era desconocido, invisible e inmisericorde. Muy “democrático”, eso sí, puesto que atacaba y sigue haciéndolo con personas de toda edad y clase social.

A causa de los confinamientos en las casas, las relaciones personales experimentaron cambios. Unos matrimonios terminaron por no poder resistir una compañía mutua deteriorada. Otros, debilitados, lograron consolidarse al conocerse de nuevo gracias a las obligadas horas que debían pasar juntos. Esto se puede aplicar también a las relaciones con los hijos, sobre todo adultos. La familia, como institución, fue afectada positiva o negativamente. Y con los amigos, en algunos casos la ausencia terminó con la amistad, y en otras la relación humana realizada aunque sea por medio de las comunicaciones por videollamadas impulsaron las relaciones amistosas antañonas. En algunos casos, nuevas amistades nacieron y se afianzaron en esas largas semanas de encierro. Fue parte de la ironía de la vida.

Todos, niños, adultos y ancianos, a pesar de esa relación vía WhatsApp -cuya conveniencia es ser gratuita- valoraron y extrañaron la presencia cercana, física, el sentido del tacto, el abrazo, el beso. Todo se convirtió en una mezcla de alegría por ver a los seres queridos, y a la vez de melancolía y de dolor. También quienes tienen la suerte de tener casas viejas, grandes y amplias, tuvieron la oportunidad de redescubrirlas, de encontrar de nuevo los rincones, las flores y jardines. Quienes viven en apartamentos necesitaron combatir el encierro con la lectura, con ver películas en los servicios internacionales de televisión, muchas veces acompañados de un aperitivo. Pero siempre subsistía esa necesidad insatisfecha de caminar al aire libre.

Hubo otros cambios. El abandono de la corbata, el uso de los cubiertos y platos elegantes en cualquier día, en comidas preparadas exclusivamente para los residentes en la casa familiar. Luego, la tormenta tropical de octubre terminó con viejas casas de familia en los departamentos y dejó en la calle a quienes viven del producto de la tierra, imposibilitada de darlo por estar anegada. La visita a los familiares residentes fuera se volvió imposible y afianzó el sentimiento de soledad en muchos. Hay miles de ejemplos del dolor causado por un hecho con todas las características de un castigo divino, por lo cual se afianzó la parte espiritual de muchos. Pasó el primer año y ahora debemos prepararnos para un 2021 con pocas diferencias. Pero todos somos más fuertes ante la adversidad.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.