Los arqueólogos del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (Inrap), que ha anunciado el hallazgo, comenzaron a inspeccionar una zona de 3.5 hectáreas a mediados del pasado noviembre a petición del Estado, en mitad de unas obras para la instalación de una base del aeropuerto.
La inspección ha permitido revelar zonas habitadas de la Edad de Hierro, Alta Edad Media y Edad Moderna, pero sobre todo la excepcional sepultura de un niño pequeño que data del principio del primer siglo d.C.
El niño murió con un año de edad y fue enterrado en un ataúd de madera de 80 centímetros que desapareció hace tiempo, pero la presencia de numerosos clavos y de una placa de hierro ornamental permite verificar su existencia.
En la fosa, de unos dos metros, aparecen también ofrendas al difunto, medio cerdo, tres jamones y otras partes del cerdo además de dos pollos decapitados.
Junto a esto, varios jarrones de cristal en miniatura que podrían haber contenido productos cosméticos o medicinales y otros efectos personales, como el diente de leche de un niño mayor, probablemente de la hermana o hermano del fallecido, y una tumba de un cachorro de perro con un collar con aplicaciones de bronce y una campana.
El Inrap considera el hallazgo “excepcional, tanto en cantidad como en calidad”, pues la profusión de la vajilla, artículos de carnicería y efectos “destaca la posición privilegiada de la familia”.
“A modo de comparación sólo se han hallado unas pocas tumbas de la primera infancia con importantes cantidades de muebles, pero siempre menos de una docena de jarrones y carne animal”, destaca el Instituto, sorprendido también por la presencia del collar y la campana del perro.
Otra sepultura hallada cerca de la del niño, con cantidades similares de ofrendas pero en esta ocasión con numerosas armas, indica que se trata en este caso de la tumba de un guerrero galo.