EDITORIAL
Un mes más de espera para Guatemala
En eventos y reuniones multilaterales son frecuentes las expresiones de congratulación y hermandad expresadas por potencias económicas a países en vías de desarrollo, a los cuales suelen referirse como aliados valiosos, sobre todo si se trata de apoyar determinadas iniciativas geopolíticas en el seno de organismos internacionales. Sin embargo, toda esa grandilocuencia y magnanimidad tienden a atenuarse al momento de estallar crisis como la pandemia, ante lo cual prevalecen el proteccionismo y el actuar unilateral.
Este modo de operar no es algo nuevo. Ya el expresidente Juan José Arévalo Bermejo lo explicaba en su fábula El tiburón y las sardinas, cuando exponía que el pez grande, bastante autosuficiente y poderoso, es quien dicta las reglas en diversos campos: industrial, militar, comercial y de materias primas. Por lo tanto, no resulta extraño que para decenas de países pequeños como Guatemala el acceso a la vacuna contra el coronavirus se encuentre sujeto a una lista de espera. Hasta finales de enero o principios de febrero podrían llegar las primeras dosis al país, declararon ayer autoridades de Salud, aunque no quedó del todo claro si este arribo será mediante una compra a un laboratorio productor de vacunas o a través del mecanismo Covax, auspiciado por la Organización de Naciones Unidas, en el cual participan unos 90 países de ingresos medianos y bajos.
Se habla de una negociación bilateral con un laboratorio para la adquisición del fármaco, paralela a la espera de la definición de la disponibilidad y calendario de distribución de Covax, un mecanismo que se originó con el propósito de tratar de otorgar algún grado de equidad en el acceso a la inmunización contra el covid.
Esto ocurre mientras varias potencias económicas avanzan en la aplicación de vacunas, y también países vecinos como México o Costa Rica. Es justo aquí donde cabe hablar de la evidente parsimonia gubernamental y de una falta de agilidad diplomática para haber emprendido, meses atrás, conversaciones con supuestos grandes aliados que, en muestra de buena fe y aprecio por Guatemala, bien podrían intervenir para acelerar al menos la posibilidad de inmunización para el personal médico, de enfermería, socorristas y de servicios públicos expuestos día a día a la enfermedad. Toda la vehemencia que el presidente suele utilizar para defender temas de su interés, bien pudo ponerse de manifiesto en el plano global para reclamar un acceso pronto y efectivo a un primer lote de vacunas.
Sin duda se trata de una cantidad colosal de dosis la que debe manejar y distribuir la Organización Mundial de la Salud, con apoyo de otras dependencias. De hecho, es un esfuerzo en una escala sin precedentes que demanda recursos económicos y apoyo logístico, que incluye empresas aéreas que deseen aportar espacios para el transporte de cargamentos y así beneficiar al menos a un 20 por ciento de los países del programa Covax.
En certera previsión de esta obvia desventaja fue que el papa Francisco hizo un llamado muy oportuno en agosto y otro muy vehemente en Navidad, para exhortar a que el acceso a la vacuna contra el covid se desarrolle con equidad, solidaridad y por humanidad, y no solo por intereses del mercado farmacéutico. Solo con eso ya tenían un buen argumento las autoridades para haber comenzado un cabildeo que ahora resulta casi extemporáneo y que quizá pueda llegar a significar una abultada diferencia de vidas.