CATALEJO
Este apocalíptico 2020 al fin entra a la Historia
Ni el escritor más ingenioso de ciencia ficción pudo haber imaginado cómo iba a cambiar el mundo en este apocalíptico 2020, nacido a la vida histórica de la era cristiana hoy hace apenas 365 días, con gran entusiasmo mundial por la particularidad de sus números. Son 1010 años los necesarios para ver algo similar. El anterior en el año 1010 años y el 3030 llegará a acontecer en un lapso igual. Fueron muchas las lecciones, entre ellas la de darle un recordatorio a la humanidad de lo frágil de su existencia y de cómo es una tontería el orgullo y la vanidad de considerarse el monarca absoluto de la civilización. De pronto, por primera vez, sobre todo en los países siquiera en algo desarrollados, nadie sabía cómo actuar, ni entendía las razones ni las causas.
' Dentro de un par de siglos, los historiadores contarán lo ocurrido en esta época y en este año, para sorprender a quienes los lean o escuchen.
Mario Antonio Sandoval
Una de las lecciones evidentes fue comprobar la finitud del planeta, uno de los más pequeños de nuestro mínimo sistema sideral, perteneciente a una de los cientos de millones de galaxias y de sistemas planetarios en todo el universo. Esta verdad puso en su lugar a quienes por razones de filosofía política o económica, incapacidad intelectual o la mezcla de todas ellas han estultamente rechazado las simples matemáticas necesarias para calcular el tiempo de la desertización, de la imposibilidad de respirar, acompañada de la incapacidad de la Tierra de sostener a más miles de millones de seres humanos cuya huella en el planeta es centenas de veces más profunda a la dejada por quienes no pueden dejarla porque carecen de muchos beneficios ecológicamente negativos.
La capacidad de adaptación del ser humano surgió de nuevo, en cosas aparentemente tan sencillas como trabajar efectivamente desde casa en centenares de actividades de la humanidad, muchas de ellas consideradas imposibles de realizar de otra forma. Pero hay asuntos preocupantes, como la exagerada dependencia de la tecnología, muchas veces capaz de eliminar la necesidad de relación humana presencial, como es el caso de la educación en los primeros años de la preprimaria y la primaria. Y hay asuntos esperanzadores, como la posibilidad de manifestarse en defensa o en exigencia de los derechos tanto humanos como civiles. Todo cambió o está en proceso de cambio irreversible, incluyendo la actitud humana despreocupada y sobre todo egoísta.
Por supuesto, son procesos largos o muy largos. Hace algunas semanas, muchas, leí la frase “cuando éramos felices, pero no lo sabíamos”. Cierto. Ahora debemos comenzar a aprender a serlo de nuevo y en mi caso, espero con serenidad un mejor mundo para mis nietos y sus hijos. En cierta forma puedo sentirme agradecido por haber vivido la última etapa de una era de despilfarro y de egoísmo iniciada hace unos 250 años, lapso mínimo cuando se mide en términos históricos. Los libros de Historia vendidos el próximo medio siglo señalará los excesos de estos tiempos, una especie de los presentes en la nobleza gala antes de la Revolución Francesa. El ejemplo ilustra también del riesgo de nuevas formas de represión y de males entre los seres humanos.
Desde la perspectiva política, el 2020 fue ambivalente. En unos países despertó la exigencia de los ciudadanos, entre ellos Guatemala. En otros, notablemente, Estados Unidos demostró el peligro de haber llevado al poder a personas sin capacidad intelectual para entender nada. En Rusia se afianzó el mando de un líder autocrático y en América Latina demostró el desastre de una clase política irresponsable, causante de la llegada de gobernantes tontamente aferrados a una determinada interpretación religiosa. Los historiadores serán los encargados e interpretar mejor etapas prolongadas de los sucesos políticos, sociales y económicos. El 2020 fue apocalíptico y no tuvo piedad, pero provocó un cambio en la visión humana de su papel en la sociedad y el mundo.