El Imperio Romano produjo algunos emperadores espectacularmente malos a lo largo de los siglos.
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Calígula: ¿asesino y depravado, o víctima de la historia? (y otras tres grandes preguntas sobre su reinado)
El Imperio Romano produjo algunos emperadores espectacularmente malos a lo largo de los siglos.
La historia que se ha contado de Calígula ha sido una de corrupción del poder absoluto, locura asesina y perversión sexual, pero la reputación del emperador romano es más seductora que la realidad. Foto Prensa Libre: Getty Images
Estaba el brutalmente egocéntrico Cómodo, quien además de gobernante era gladiador en el Coliseo, y el extraño Elagabulus, que se vestía con ropa de mujer y recorría el Palatino en carros tirados por esclavas, sin olvidar a Nerón, cuyas orgías y excesos tiránicos fueron notorios.
Pero ninguna lista de los peores emperadores romanos estaría completa sin Calígula.
Se sabe de sus orgías obscenas, que tenía relaciones sexuales con sus hermanas y era un torturador ingenioso y sádico. Y que, por supuesto, estaba completamente loco.
Sin embargo, la mayor parte de lo que creemos saber sobre Calígula proviene de relatos (tanto antiguos como modernos) basados en la imaginación altamente activa de los autores, más que en registros históricos.
Es cierto que pocas vidas han experimentado altibajos tan absolutos como la de Calígula en solo 25 años.
Era el hijo menor de Germánico, la estrella en ascenso de la dinastía imperial y parte de una familia venerada, que combinaba el glamour de las celebridades con la monarquía y el culto a la personalidad.
“Botitas”
Como el más joven de este panteón romano, era el mimado, la mascota.
El nombre Calígula, o ‘Botitas’, se lo dieron los soldados frente a quienes Germánico exhibía a su hijo vestido como un legionario romano en miniatura.
Incómodo con el apodo, Calígula insistió más tarde en el nombre de pila que compartía con un antepasado famoso: Cayo Julio César.
El idilio de la infancia de Calígula terminó cuando su padre aparentemente contrajo malaria en Egipto y murió en la provincia de Siria, seguro hasta el último momento de que había sido envenenado.
La amenaza
Casi toda la población de Roma salió a recibir sus cenizas, pero significativamente el emperador Tiberio estuvo ausente.
Los hijos de Germánico eran posibles sucesores del emperador, lo que hacía de la familia una amenaza para el segundo al mando de Tiberio, el siniestro Sejano, que tenía sus propias ambiciones.
A estas alturas, Tiberio era mayor y se había retirado a su villa en la isla de Capri, dejando gran parte del gobierno de Roma en manos de Sejano.
Sin embargo, Sejano no podía hacer nada contra sus rivales mientras su protectora Livia, la madre de Tiberio, estuviera viva.
El estrés
Fue solo después de su muerte en el año 29 d.C. que la madre de Calígula y sus dos hermanos mayores fueron arrestados.
La madre fue azotada con tal ferocidad que perdió un ojo y murió poco después (o fue asesinada) en el exilio. Druso, el hermano de Calígula, pasó tanta hambre en prisión que trató de comerse el relleno de su colchón. El otro hermano evitó un destino similar al suicidarse.
Sin embargo, antes de que Sejano pudiera arremeter contra Calígula, fue ejecutado cuando Tiberio se dio cuenta de la traición de su intrigante subordinado.
Calígula, el último hijo superviviente de Germánico, fue nombrado heredero imperial y se le ordenó vivir con Tiberio en Capri.
Los siguientes seis años fueron más estresantes para Calígula.
El biógrafo Suetonio nos dice que era vigilado día y noche en busca de signos de desafección o indicios de deslealtad, deliberada o involuntaria.
No olvidemos que esta era una época en la que un senador podía ser condenado a muerte por ir al baño con un anillo con el retrato del emperador.
Ataque de nervios
Calígula se acostaba todas las noches preguntándose si lo despertarían de madrugada y lo llevarían a las celdas para su ejecución sumaria.
Incluso mientras Tiberio agonizaba, el emperador caprichoso podría haber designado abruptamente a un sucesor diferente, lo que habría significado una muerte segura para Calígula, pues ningún otro emperador podría tolerar su reclamo del imperio.
Una vez que murió Tiberio, Calígula pasó literalmente de la noche a la mañana de ser casi un rehén al amo reconocido de Roma.
Su regreso a la ciudad fue recibido con gran entusiasmo. Poco después, tuvo un ataque de nervios.
Hoy en día, estamos familiarizados con el estrés postraumático: el verdadero impacto psicológico se siente solo al regresar a la normalidad y la seguridad, y tras experimentar una alienación total con respecto a otros que no han compartido la misma experiencia.
El colapso de Calígula lo dejó postrado en cama en un delirio mientras una Roma ansiosa oraba por su recuperación.
Los biógrafos antiguos informan que se levantó de su lecho de enfermo como un loco.
La verdad es peor.
Desechable
Calígula, gobernante de Roma, había estado fuera de combate durante semanas y no había pasado nada.
Las provincias se habían gobernado como de costumbre, el Senado se reunió y aprobó decretos y los prefectos pretorianos administraron justicia.
El imperio se había ocupado pacíficamente de sus asuntos. La forma en que funcionaba el sistema imperial significaba que Roma en realidad no necesitaba un gobernante práctico.
Calígula no era realmente necesario y, para alguien con su educación, “innecesario” significaba “desechable”.
Como un joven testarudo con un instinto de supervivencia arraigado en cada fibra de su ser, Calígula se dispuso a rectificar lo que veía como una situación inaceptable.
Se haría necesario y haría que el Senado y el pueblo de Roma dependieran de su gobierno.
Resultó ser una estrategia fallida y fatal, pero fue una continuación lógica de lo que había sido la experiencia de vida de Calígula hasta ese entonces.
Calígula vs el Senado
Inmediatamente desechó el ejemplo de sus predecesores, quienes habían fingido trabajar en el Senado, incluso mientras masacraban a senadores individuales.
Al tomar explícitamente el control directo del imperio, Calígula no sólo se adelantó a su tiempo, sino que le declaró la guerra al Senado.
El reinado de Calígula no fue una seguidilla de payasadas de un joven loco, sino la historia de una lucha política por la supremacía, contada por los vencedores, para quienes las leyes de difamación no existían y la verdad era opcional.
El último gobernante de Roma que se había puesto abiertamente por encima del Senado había sido Julio César, y le costó la vida.
A pesar de eso, Calígula hizo lo mismo al declararse Dios. Lo que después se volvió más usual, en ese momento parecía blasfemo y extraño.
Y sin precedentes. En el este griego, los gobernantes eran deificados casi de forma rutinaria, y sus sucesores macedonios habían adoptado el estatus divino de los faraones egipcios.
Pero el hecho de que Calígula se otorgase el mismo estatus en Roma fue una locura en el sentido de que era una táctica política que seguramente fracasaría.
Propaganda armada
Calígula el Dios contaba con el apoyo del pueblo y del ejército, pero era un neófito político con una personalidad totalmente inadecuada para luchar contra un senado de implacables amañadores experimentados en batallas políticas salvajes, a menudo fatales.
Los senadores tenían conexiones y un control oculto sobre las palancas del poder.
Ambos bandos en esta lucha utilizaron todos los medios a su disposición, pero Calígula fue superado.
Una de las armas del senado fue la propaganda. En la invectiva política romana, se arrojaba barro con alegre desprecio por la verdad, solo para ver qué surtía efecto.
En cuanto a Calígula, el Senado aprovechó su pretensión de divinidad y la interpretó como una locura.
Tergiversaron cada acción de un emperador que en cualquier caso era joven, testarudo e irreflexivo, y simplemente inventaron otros casos.
Incluso el hecho de que su esposa lo amase fue visto como una prueba de su locura (presuntamente amenazó con torturarla para descubrir por qué).
Y el que fuera un padre cariñoso se lo atribuyeron a que, supuestamente, su hija compartía sus inclinaciones sádicas, lo que más tarde justificó que los asesinos de Calígula la mataran rompiendo su cabeza contra una pared.
¿Incesto?
Siguiendo con las relaciones familiares, el biógrafo Suetonio informa que Calígula disfrutaba del sexo con sus hermanas durante los banquetes mientras los invitados lo miraban horrorizados.
Pero Suetonio escribió un siglo después, cuando la leyenda de Calígula como un lunático estaba bien establecida. Para entonces, algunos creían que se había vuelto loco por el sexo porque su esposa le había dado una sobredosis de una poción de amor.
Dado que muchos de los detalles del estado mental de Calígula provienen de Suetonio, la afirmación del incesto da lugar a dudas.
El historiador Tácito nació 15 años después de la muerte de Calígula. A diferencia de Suetonio, informa escrupulosamente de las acusaciones como solo eso, acusaciones, en lugar de hechos, y no menciona ninguno de esos banquetes.
Tampoco el filósofo – y senador – Séneca, quien conoció a Calígula.
Ambos escritores mencionan el tema pero refiriéndose a las relaciones incestuosas de la hermana de Calígula, Agripina, solo con su tío e hijo, no con su hermano.
¿Sediento de sangre?
En cuanto al lado asesino de Calígula, hay una clara escasez de víctimas.
Si bien a Suetonio le gusta decir que el emperador hizo matar a docenas de personas, es curiosamente reticente a nombrarlas.
Calígula ordenó la ejecución del hijo de Tiberio y de su prefecto pretoriano Macro (que parecía decidido a emular a Sejano en su ambición), así como de su primo, el rey de Mauritania.
Pero la mayoría de sus otras víctimas son dudosas, como el gladiador que murió de una herida infectada después de que Calígula lo visitara.
En total hay menos de una docena de nombres. Compara eso con cientos asesinados por Augusto , docenas por Tiberio y muchos más por Nerón y Claudio, en cuyos casos la mayoría de sus víctimas de alto rango fueron cuidadosamente nombradas.
Tras el asesinato de Calígula, cuatro años después de que asumió el poder, se hizo aún más urgente enfatizar que había estado loco: todavía era popular entre el pueblo y el ejército a pesar de su guerra con el Senado.
El nuevo emperador Claudio estaba inseguro en su posición y el senado estaba ansioso por justificar el asesinato de Calígula, por lo que, sin Calígula presente para tomar represalias, la condenación de su nombre procedió sin restricciones.
Pero entonces…
1. ¿Realmente nombró cónsul a su caballo?
Calígula tenía un caballo de carreras favorito llamado Incitatus, al que le daba regularmente cosas ricas para comer y tenía un establo hecho de mármol. Los soldados tenían que silenciar al vecindario cuando el caballo dormía. “Incluso se dice que planeaba convertir al caballo en cónsul”.
Todo lo anterior proviene de Suetonio. Cuando incluso él usa las palabras “se dice” hay que ser muy cauteloso.
En realidad, no lo hizo.
Quizás bromeó públicamente que incluso su caballo sería un mejor cónsul que los actuales titulares, y la máquina de propaganda del Senado lo tomó de ahí. También es posible que Calígula contemplara seriamente convertir a su caballo en cónsul, pero como una forma de degradar al senado.
2. ¿Le declaró la guerra al mar?
Que eso haya sucedido realmente es discutible.
Según cuenta la historia, Calígula dirigió una campaña mal concebida a Gran Bretaña, que llegó a las costas más lejanas de la Galia antes de ser abortada.
Como era impensable regresar a Roma sin una victoria, Calígula declaró la guerra a Neptuno, dios del mar, y azotó las olas. A sus soldados se les ordenó recolectar conchas marinas como premio de guerra.
3. ¿Fue tan malo como pensamos?
A veces solo escuchamos lo que queremos escuchar. (Cualquiera que haya estado locamente enamorado y luego desilusionado conocerá este fenómeno).
Ahora ese concepto tiene un nombre más científico – sesgo de confirmación – y gracias a Suetonio, el sesgo de confirmación ha dado forma a nuestra visión de Calígula.
¿Por qué cometió sus atrocidades? Porque estaba loco. ¿Cómo sabemos que estaba loco? Porque cometió atrocidades.
Una vez que rompemos el sesgo de confirmación, otros motivos se hacen evidentes y la historia que emerge es la de una lucha por el poder político… algo demasiado mundano, comparado con el delicioso horror de un imperio (a una distancia segura) gobernado por un tirano asesino enloquecido por el sexo.
* Philip Matyszak es historiador y autor de muchos libros de historia antigua.