Revista D

Fernando Gómez y cómo el teatro lo alcanzó

Las tablas no fueron su primera opción ni lo hubiera considerado una forma de vida, pero sus pasos están dejando huella y no solo en Guatemala.

Él se encontraba entre 1939 y 1944 cuando cayó de rodillas llorando y vestido con su traje elegante de la época, mientras el público en 2017 se ponía de pie y hacía una ovación de minutos por la interpretación lograda de Fernando Gómez en el papel de Oskar Schindler. Los aplausos eran también para los más de 20 actores que dieron vida a esta obra que hablaba de la historia del empresario austriaco que salvó la vida de más de mil judíos durante el Holocausto.

La vida de Schindler inspiró la novela El arca de Schindler, de Thomas Keneally, y películas. En Guatemala, su puesta en escena en el teatro es una adaptación de Alejandra Argueta, sobrina de Gómez.

Este trabajo llevó a la productora Quinta Columna a recibir un reconocimiento especial por parte de la comunidad judía, que sembró dos árboles en nombre de Guatemala y la productora en la Avenida de los Justos, en Israel. Era un papel que le representó un reto gigantesco y el más difícil de su carrera, recuerda el actor.

Para empezar su piel es morena y no pálida como la de Schindler, y en las escenas más dramáticas tenía que evocar sus recuerdos más tristes para potenciar la interpretación. Lo cierto es que para llegar al montaje de esta y otras obras el actor ha surcado un largo recorrido como parte de una familia que se ha dedicado por décadas al teatro, y aunque la actuación en su adolescencia no aparecía en ninguna de sus prioridades ni caminos, Fernando fue absorbido por ella.

¿Desde niño quiso hacer teatro y qué pensaba de él?

Mi madre es la actriz y productora Elma Luz Ramírez Soto. Se graduó en Escuela Nacional de Teatro, Radio, Cine y Televisión, del Conservatorio Nacional de Música, en 1976. Estuvo involucrada en ese mundo y al casarse lo abandonó, años después se termina el matrimonio y retoma su carrera de actriz.
Mi madre pasó por momentos difíciles, junto a ella mi hermana Lucy y yo. Es entonces cuando inicia a trabajar teatro público general nuevamente, bajo la dirección de Jorge Hernández Vielman y es invitada a producir teatro escolar.

Cuando comenzó el montaje de La sociedad de los poetas muertos me preguntó si quería participar. En ese entonces yo cursaba mi primer año en la universidad y no estaba en mis planes, pero era mi familia y una oportunidad para iniciar en las tablas, así que hice el casting y empecé a prepararme con el apoyo de ella y de Jorge Hernández Vielman. Entre las anécdotas, un día antes del estreno renunció el director de la obra y seguimos adelante. El 21 de julio del 2000 empezó la temporada en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. El primer año presentamos 300 funciones. Mi papel era el de Neil Perry, que se suicidaba, así que entré en depresión porque a los 20 años no podía controlar esa transición entre el papel y mi vida.

Después fui descubriendo que el teatro me sanaba, me enamoré de él y quería permanecer ahí. También empecé a estudiar la profesión con maestros como Herbert Meneses, Hernández Vielman y Gustavo Santos.

¿Sus estudios de mercadeo empezaron por el teatro? Tiene una licenciatura y una maestría en esta rama.

En un momento empecé a renegar, porque el teatro siempre ha sido muy difícil, no hay apoyo, se cierran puertas y no se generaba lo suficiente a nivel económico. Trabajé como actor, saqué cursos en radio y televisión, y me di cuenta que en Guatemala la industria artística es escasa. Así que debía tomar la decisión de seguir trabajando en las tablas o venir y administrar una empresa.

Si el mercadeo consiste en estrategias de venta, pensaba en cómo podía apoyar al teatro. Fue uno de los mayores retos que pude tener, porque aquí no había empresas en esa línea de las que podía igualar o aprender.

“En el teatro creemos que con la pandemia es importante, más que nunca, estar unidos como equipo para salir adelante”, Fernando Gómez

Hicimos un préstamo y nuestra primera oficina solo tenía una computadora; alquilamos un lugar. Empezamos con mi familia generando ideas para crear una empresa distinta.

Mi madre tomó la batuta de productora, mi hermana se quedó de dramatuga y yo asumí la administración. Éramos ER. Representaciones Artísticas, pero un día pensamos en una nueva marca y nació la productora Quinta Columna. Somos cuatro pilares: mi mamá, mi hermana y yo, junto a mi sobrina Alejandra, que ya empezaba a involucrarse porque desde niña hacía teatro. La quinta columna es nuestro público.

Querida es uno de los montajes más recientes de Quinta Columna en 2019.  En el 2020 por la pandemia se presentó en línea, el 10 de mayo, en el Día de la Madre.

¿Qué otras experiencias difíciles han vivido en estos 20 años de existencia?

Durante el gobierno de Álvaro Colom, entre 2008 y 2012, entró la gratuidad y no podíamos cobrar a institutos y escuelas, así que solo podíamos hacerlo a colegios. Esto representó una gran baja económica.

Ahí empezamos a diversificarnos. Trabajamos para centros comerciales y otras presentaciones para subsistir. Me movía para ver cómo vender, seguir, hacer nuevas estrategias que no fueran lo mismo.

Presentaron por corto tiempo “12 hombres en pugna” en 2017. ¿Qué pasó en ese momento?

Para presentar esta obra necesitábamos un mínimo de Q100 mil. La historia es sobre un jurado integrado por 12 personas, quienes tienen que discutir si un joven latino es o no culpable del asesinato de su padre.

Ahí regresé a trabajar como actor. Estábamos a una semana de estrenar cuando entró un correo de una productora que iniciaba, diciéndonos que no teníamos los derechos de la misma, ya que ella la presentaría meses después. La presión era tanta para desistir, que nos amenazaron que no podíamos actuar porque de lo contrario la policía cerraría el teatro y se llevaría presos a todos en el elenco. Contratamos abogados y al final se resolvió que la otra parte no tenía el proceso de los derechos por completo.

Hicimos al final 12 presentaciones y los actores dijeron que no importaba que los llevaran presos por hacer arte. Perdimos Q40 mil. Hay que agradecer porque a raíz de este episodio el teatro en el país empezó a cambiar, se evaluaron otras perspectivas de trabajo.

Ahora como productores nos hemos unido. En fecha reciente se crea Artífices, una asociación para fortalecer, proteger y evolucionar esta industria. Estoy como vicepresidente.

Vivimos tiempos duros con la pandemia, nos hemos transformado con la tecnología. Hacemos formatos de teleteatro y shows en vivo en línea, entre otros proyectos. Vienen grandes retos y las alianzas estratégicas son relevantes.

ESCRITO POR:

Ingrid Reyes

Periodista de Prensa Libre especializada en periodismo de bienestar y cultura, con 18 años de experiencia. Premio Periodista Cultural 2023 por el Seminario de Cultura Mexicana y premio ESET región centroamericana al Periodismo en Seguridad Informática 2021.