MIRADOR
¡Suficiente tanto silencio cándido!
Me siento muy incómodo si callo lo que creo es el merengue del pastel nacional. Este país está lleno de “prudencia”, “educación”, “fíjese qué” y silencio bochornoso porque “da pena” hablar, y digerimos la frustración que luego se desata descontroladamente por acumulación de bilis. Así que, dispuesto a salirme de la norma —algo habitual en mí— y no queriendo ser de los que calla cuando más se necesita clarificar, me sirvo un whisky con hielo y me pongo a escribir.
' Esa disputa, pelea o diferencias entre el Vice y el Presi —o viceversa— no es más que la pantalla de una pregunta que evitamos respondernos.
Pedro Trujillo
Esa disputa, pelea o diferencias entre el Vice y el Presi —o viceversa— no es más que la pantalla de una pregunta que evitamos respondernos, mucho menos en público: ¿quiénes están detrás de ellos? No soporto más la idea de que “tienen puntos de vista diferentes”, porque eso se resuelve hablando, negociando o incluso imponiendo, sin que la misión de la OEA tenga que venir a decirnos qué hacer ¡Dejemos los complejos y agarremos el toro por los cuernos, puñeta!
Detrás de ambos mandatarios hay grupos de poder e ideológicos que desean imponer su visión de país, de mundo o de lo que sea. Unos son admiradores de Cicig porque vieron en aquellos lo que ellos no son capaces de hacer, y no todos están contra la corrupción, no nos engañemos. Otros, están contra Cicig porque no quieren que vengan a chulearles más e imponerles agenda y condiciones, y tampoco todos están a favor de la corrupción. Pero ni siquiera la cosa queda ahí. En uno de los grupos hay exembajadores, colectivos de la sociedad civil, organizaciones de derechos humanos y militantes de izquierda que creen ver la palanca de un cambio que no consiguen con el voto. En el otro grupo hay militantes de derecha y quienes han decidido no soportar más costos de experimentos que —después de 25 años— no han llevado al país a ningún lugar diferente al que estaba en aquel entonces. En ambos bandos encontramos: extremistas, violentos, corruptos y muchísimos ciudadanos decentes. El narcotráfico parece estar por su cuenta o mimetizado, como de costumbre.
Debajo de ese nivel otra batalla sórdida se desarrolla: la toma de la justicia. Algunos apoyan una CC que ha dejado muchísimo a deber, especialmente en materia de atracción de inversiones y conflictividad social. Otros, respaldan una CSJ que también tiene números en rojo, y a la que ven como la espada capaz de decapitar a la bestia de las siete cabezas, sin alusión personal. Todos desean ostentar el poder y continuar con los réditos que les otorga la posición, tampoco nos engañemos con eso. Usted ponga a cada quién en el grupo que desee.
Así las cosas, abril 2021 es el mes fatídico al que unos quieren llegar rápidamente y otros cuentan los días para que no se acabe. Mientras, la guerra muestra múltiples batallas camufladas bajo discursos de desnutrición, presupuesto, corruptela, falta de transparencia y otras “menudencias”, ¡como si eso nos hubiese preocupado en alguna ocasión, ja! En ese escenario los extremistas —de uno y otro lado— hacen de las suyas y el Presi tuitea o wasapea sobre el Vice —o viceversa— mientras nos distraemos con el pan que tiran a la arena circense los emperadores desde Washington que promueven visitas sorpresa de algunos notables.
O nos dejamos de babosadas y actuamos como adultos responsables o seguiremos siendo los niños a los que tratan como zonzos porque aguantan todo ¿No están hartos de que los vean así? Pues yo sí. Mientras tanto, me acabo el whisky y relajo mi conciencia artificialmente tranquilizada ¡Total, siempre se le puede echar al alcohol la culpa del desvarío!