Según el alcalde Rubén Paredes, las 26 comunidades y el casco urbano no tienen servicio de agua, afectando a 20 mil vecinos. La solución no estará pronto porque, por un lado, el río sigue crecido y hay escasez de tubo para conducir el agua.
A eso se suman los daños en el puente Teculután, sobre la ruta al Atlántico, aunque este podría estar habilitado este 24 de noviembre. Más bien hay preocupación por el puente Bajada del Río y camino que comunica a 10 comunidades. También es ruta alterna para el vecino Usumatlán y es utilizado por trabajadores.
Hay al menos ocho viviendas en riesgo -el río removió los gaviones y penetró en casas-, nueve familias en albergues municipales y 75 familias albergadas en casas de otros vecinos o familiares.
Rostros de la tragedia
Sin agua no hay vida
Reina Cecilia Santa María lavaba en el río cuando fue abordada para hablar lo que está viviendo. Su principal preocupación es falta de agua en el hogar, tanto para beber como para el sostenimiento de la familia. “Uno puede vivir sin luz pero no sin agua”, sentencia.
“La sonrisa no la pierdo”
“Don Tulio” como es conocido , Otilio Hernández Molina, un hombre de 70 años como vive a un lado de Río Teculután, colonia Brisas del Río, una de las comunidades afectadas por las crecidas. Su casa está cubierta de arena que arrastró la fuerza del afluente. “Lo perdí todo”, lamenta. “Yo corrí por mi vida”. Su hogar, de lámina y madera, está prácticamente destruida y ahora que ha mejorado el clima busca entre los escombros lo pueda rescatar, como su ropa y un colchón. Viviendo solo y del buen corazón de los vecinos que le ayudan, Don Tulio quiere recuperarse. “No me quiero morir”, dice con la voz entrecortada.
“Que no me den a mí, pero ayuden a la gente”
Jorge Larios vive a la orilla del río y junto a familia de seis hijos ahora vive con temor porque no había vivido una crecida tan tremenda. Aunque ha quedado afectado por Eta e Iota, Jorge se compadece de gente que vive río abajo y están más perjudicados. “Hay criaturitas -niños- que están en una casa bien apachada que a gatas están viviendo allí. Que no me den -ayuda gubernamental- a mí, pero sí a esa gente que lo necesita”, afirma, consciente, además, de que el susto ocasionado por el crujido de las piedras arrastradas por el río es algo que no olvidará.