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“Es una población olvidada”, así describe Gilder Leonardo Tirado Calderón, uno de los médicos voluntarios que se encuentra en Santa Elena, donde el hambre comienza a sentirse entre la población, pues la ayuda de alimentos no ha fluido hasta los más afectados, no hay agua para beber, y hasta este martes se reactivó el servicio de luz eléctrica. Desde el deslave, el pasado 5 de noviembre, la aldea estaba a oscuras.
También aquejan las enfermedades: en los niños es la desnutrición aguda la que los marca, mientras que en los adultos son los padecimientos crónicos que no han sido tratados. En el poblado no hay médico de planta. Tiene un centro de salud, pero está desabastecido, problemas que no son nuevos, pero en una emergencia como esta, hace más difícil socorrer a los enfermos.
La mayoría de las personas anda descalza, no por costumbre, sino porque sus pocas pertenencias las perdieron. Caminar con los pies desnudos entre el lodo les ocasionó lesiones y hongos, que al no ser tratados a tiempo se infectaron. Tirado Calderón y sus compañeros se dieron a la tarea de curarlos, pero ha sido difícil cuando no se tienen las condiciones mínimas: no hay agua para limpiar las heridas ni antibiótico para medicarlos.
Hicieron las gestiones para ser abastecidos de medicamento, se los enviaron, pero lamentablemente en el viaje a Santa Elena desaparecieron. La falta de coordinación para que los insumos lleguen a la población afectada y a los médicos es uno de los principales problemas que se evidencian en esta crisis.
Fue necesario que ellos volaran en helicóptero hacía Cobán para conseguir de nuevo las medicinas y volver a la comunidad con lo necesario para seguir con la atención a los pacientes, que también están a merced de la pandemia del covid-19.
Solo en uno de los albergues se contó a 1 mil 200 personas, sin medidas de distanciamiento. El primer objetivo de los médicos fue entregarles mascarillas a todos, sin embargo, solo tenían 996. En los próximos días esperan recibir una donación para darle a cada habitante.
Actúan contra el reloj, pues ya se identificaron los tres primeros casos de coronavirus en la comunidad. Se encontraban en una casa particular donde fueron acogidos.
Muchas afectados han tocado las puertas de los hogares que las lluvias no dañaron, por lo menos allí están más cómodos, pues en los albergues duermen en el suelo y no hay ni sábanas para cubrirse.
“En una casa había 39 personas que llevaban tres días sin comer, porque las donaciones se entregaron a los albergues y con ellos no llegó la ayuda. La señora que los apoyaba ya no podía darles alimento, y estaban a puro café”, relata con pesar el médico, al ser testigo de las precariedades que rodean a la población de Santa Elena.
En la comunidad hacen falta alimentos, ropa, pañales y leche para niños, y medicina para socorrer a los damnificados, también chancletas, pues si algo preocupa a los médicos es que al caminar descalzos entre lodo, piedras y ramas que arrastró la lluvia las persona se lastimen, heridas que llegan a infectarse y sin recursos es difícil tratarlas.
Afloran enfermedades
“La situación es crítica, hay que atender lo más pronto posible a esta gente, antes de tener qué lamentarnos y tener otras enfermedades, las cuáles se pudo haber prevenido y no se hizo”, dice Tirado Calderón.
Cuando los tres médicos llegaron a la comunidad el centro de salud estaba cerrado, lograron abrirlo tras coordinar con el Centro de Atención Integral Materno Infantil (CAIMI) más cercano. No solo atienden las emergencias sino también enfermedad común.
Los niños han llegado con picazón y severas lesiones en la piel producto de la escabiosis -comúnmente llamada sarna- que padecen, el cuadro se complica para estos infantes debido a que tienen desnutrición aguda.
“Atendimos a cuatro niños que sus cuerpos estaban completos (de escabiosis), tuvimos que cubrirlos con antibiótico porque ya tenían infectadas las heridas”, relata el médico.
Esta es una enfermedad altamente contagiosa, y el hacinamiento y la falta de agua para el aseo puede ocasionar que se propague entre la población. Para evitarlo han aconsejado a las personas que laven su ropa y la sequen al aire libre, además se les piden que no pasen mucho tiempo dentro de los albergues, que salgan a caminar. Afortunadamente ya dejó de llover.
La escasez de agua ha sido constante en Santa Elena, y con la depresión tropical ETA el problema se agudizó. Un ojo de agua y un pozo son los únicos accesos que han tenido al líquido en estos días. No está limpia del todo, pero hay necesidad de usarlo.
En este contexto los problemas dermatológicos no son la única preocupación, la probabilidad de la aparición de enfermedades diarreicas es alta.
Los sobrevivientes de Quejá perdieron su patrimonio y muchos no lograron encontrar a sus familiares bajo los escombros. El dolor se ve en su rostro y lo sienten en el pecho, tienen miedo, están deprimidos. Ellos también necesitan atención psicológica para sobreponerse ante esta tragedia que nadie vio venir.
El covid-19, otro problema
La pandemia complica aún más la atención hacia los afectados por ETA, sobre todo por la falta de insumos. Solo se tiene un termómetro infrarrojo para tomar la temperatura a la población, y no se cuenta con pruebas de antígeno para hacer a los casos sospechosos.
Dos enfermeros están asignados a las tareas de covid-19 y ellos son los que desarrollan el trabajo de campo. Al encontrar a alguien con síntomas respiratorios lo refieren al centro de salud donde los médicos lo evalúan. Así fue como detectaron a las tres personas contagiadas.
Se trata de coordinar con el CAIMI el envío de pruebas para poderlas hacer en Santa Elena, pues enviar un caso sospechoso de covid-19 en helicóptero a San Cristóbal para que le hagan el tamizaje resulta difícil, primero porque nadie quiere movilizarlo por temor al contagio y luego, porque cada vez las aeronaves se asoman con menos frecuencia a la comunidad.
Es probable que otros médicos se sumen este jueves al equipo de voluntarios, pero más allá de esta ayuda, ellos buscan que un médico esté de fijo por lo menos durante dos semanas más para atender a la población en esta emergencia, lo cual coordinan con la brigada de médicos cubanos, pues por parte del Ministerio de Salud les informaron que no hay posibilidad de que se asigne a uno para cubrir a la comunidad de Santa Elena.
Apoyar en tragedias como la provocada por la depresión tropical ETA no es nuevo para este grupo de médicos, Tirado Calderón, por ejemplo, apoyó a los afectados por el huracán Mitch, la tormenta tropical Stan, el derrumbe en El Cambray 2 y la erupción del Volcán de Fuego.
Sin embargo, “nunca vi tanta desorganización en una comunidad, o podría decir, tanto olvido por parte de las autoridades como lo estoy viendo en Santa Elena”, se lamenta el profesional, y el pesar es aún mayor al saber que llevará días o hasta semanas habilitar las carreteras para que la ayuda sea fluida hasta los damnificados.