“Un bombero, por ejemplo, sabe exactamente cuánto tiempo le queda para extinguir las llamas en una casa y cuándo es el momento de retirarse del lugar para proteger su vida”, asegura el mentalista y autor Florian Ilgen, que hace espectáculos escénicos basados en fenómenos de pensamiento.
Que el bombero tenga ese conocimiento tiene ver con la experiencia, que está almacenada en su subconsciente. Si el peligro es inminente, aparece de inmediato esa voz interior que le advierte sin estridencias. Esa es también la razón por la que muchos instintivamente nunca van solos a lugares apartados cuando está oscuro.
No hay conexión con la zona del estómago
La conexión con el área del estómago es engañosa cuando se habla de una sensación visceral. “No se sabe realmente de dónde viene esa sensación”, asegura el psicólogo Tobias Maldei, que investiga el tema en la Universidad alemana de de Tréveris.
“Cuando se toma una decisión o se corre un peligro algunos notan algo en la zona del estómago, pero otros en el pecho o en el hombro”, explica Maldei. Sin embargo, esa “sensación visceral” se ha convertido en una parte natural del lenguaje cotidiano, agrega.
El psicólogo explica que las emociones que se sienten en el cuerpo están conectadas a la memoria implícita. Se trata de la parte de la memoria que influye en la experiencia y el comportamiento de una persona sin ser consciente de ello.
Más completo y más rápido que la cabeza
La ventaja del instinto es que “piensa más rápido y también más a fondo que la cabeza”, explica el mentalista Ilgen.
El proceso detrás de esto es que cuando se tiene una experiencia, se sabe algo o se adquiere información, el cuerpo lo almacena todo en una especie de archivo propio. Y la intuición recupera lo que necesita de ese archivo cuando tiene que afrontar la toma de decisiones o ante situaciones peligrosas.
Así, por ejemplo, una persona sabe de inmediato que debe agacharse para alejarse de la persona que está frente a ella y que está a punto de atacar. Si se percibe de forma consciente esa amenaza y se piensa sobre ella, sería un proceso que tomaría demasiado tiempo.
Muchos no perciben la sensación visceral
“Cuantas más experiencias y sensaciones se tengan en un área de la vida, más confiable es el instinto”, dice Maldei. Sin embargo, acota, muchos han olvidado cómo usar su instinto, lo que es un problema.
Mucha gente está convencida de que las decisiones se toman mejor sobre una base racional. Así que buscan argumentos y sopesan los pros y los contras. Creen que tienen que dejar las emociones fuera de la ecuación, pero los expertos consultados aseguran que eso es un error.
“Las mejores decisiones son aquellas en las que el instinto también dice que sí”, dice convencido el mentalista Florian Ilgen.
Percibir conscientemente las emociones
La sensación del instinto es algo que se puede entrenar. Para ello “se requiere prestar bastante atención en la vida diaria”, explica el psicólogo Maldei. En otras palabras: hay que ser conscientes de ciertas situaciones, sobre todo de los sentimientos que esas situaciones generan.
“Los sentimientos deberían percibirse tal como son, pero se deberían juzgar”, explica Maldei. Y en ese sentido ayuda realizar meditaciones cortas varias veces al día.
Se trata de tomarse tiempo para uno mismo, mirar hacia dentro y observar cómo se siente uno. “Eso también puede hacerse al aire libre, por ejemplo, durante un paseo por la naturaleza”, apunta Florian Ilgen.
El mentalista defiende que la gente debería dar más espacio a sus emociones. Sin embargo, es importante limitar el instinto de otras emociones como el miedo, la avaricia o el amor. “De lo contrario, existe el peligro de que la intuición se hunda y no se perciba”.
Lo importante para el instinto es una fuerte confianza en uno mismo. Por lo tanto, uno debería atreverse a avanzar en lo que uno siente que es correcto. Según Ilgen, esto funciona si siempre que sea posible se toman decisiones de forma intuitiva. Cuanto más a menudo se deje guiar uno por la intuición, más podrá confiar en su instinto.