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En busca del futuro: un afán de certeza por lo que aún no sucede

Los seres humanos a lo largo de los años hemos sentido curiosidad por conocer el futuro. Tener el control de lo que se avecina genera seguridad, por lo que se han desarrollado diferentes métodos para predecir el porvenir.

El viaje de la vida humana, ilustración anónima de 1573 sobre Ña Tabula Cebetis, un manual de origen griego sobre la existencia humana y sus caminos. (Foto Prensa Libre: Servicios).

El viaje de la vida humana, ilustración anónima de 1573 sobre Ña Tabula Cebetis, un manual de origen griego sobre la existencia humana y sus caminos. (Foto Prensa Libre: Servicios).

“Olvida el pasado y camina hacia el futuro” es una frase que muchos hemos expresado para hacer referencia a que lo importante es mirar hacia adelante y concentrarnos en lo que depara el destino. Sin embargo, probablemente, hemos estado equivocados. No se puede obviar el pasado para enfocarse únicamente en el futuro, porque para predecirlo y entenderlo se necesita asumir las experiencias vividas.

En el templo de Apolo en Delfos, en la antigua Grecia, los visitantes que acudían para consultar el oráculo y conocer qué les deparaba el futuro leían esta inscripción la entrada: “Conócete a ti m i s m o”. Este aforismo de larga data destaca la importancia del autoconocimiento, que forma parte de la sabiduría, con el fin de orientar nuestras vidas y prepararnos para tomar decisiones o llevar a cabo acciones relevantes que se ajusten a nuestros propósitos e intereses.

Pero, ¿por qué es necesario conocerse a uno mismo antes de intentar predecir el futuro? ¿Acaso no es por eso por lo que se desea saber el porvenir? Angélica Muñoz, psicóloga, explica que el principal motivo por el cual las personas acuden a aquellos que dicen predecir el futuro es porque en realidad no se conocen a sí mismas e ignoran de lo que son capaces. Es esa incertidumbre la que las lleva a buscar posibles respuestas.

Precisamente esa inseguridad que provoca la falta de certezas y que les dificulta actuar ante situaciones futuras las lleva a buscar a alguien más. “Los seres humanos sentimos la necesidad de tener el control sobre lo que sucede. Al no lograrlo con el futuro se genera ansiedad e incertidumbre, porque en la mente se quiere hacer los pronósticos de lo que se avecina para saber cómo actuar, para analizar las posibilidades de cada situación y determinar los puntos favorables”, expone la psicóloga Cristabel Ramírez.

La incertidumbre también conduce a un proceso mental de pensar lo peor y de sentir, a través del temor, emociones que alimentan la ansiedad, sobre todo cuando se viven experiencias difíciles a las que no se les ve pronta solución. Sin embargo, para superar esa inseguridad es funcional conocer el pasado, porque se cuenta con el aprendizaje para saber cómo actuar sin necesidad de predecir el futuro.

Para prepararse

La riqueza de aprender de experiencias pasadas es que se puede anticipar y preparar la reacción ante cualquier situación. Este conocimiento se puede adquirir también por medio de tradiciones culturales que muestran el desarrollo de algunos procesos. “Por ejemplo, es por medio de la socialización de varias generaciones que se conocen los tiempos para sembrar la cosecha. Si sabemos que el clima de mayo se caracteriza por lluvias, se siembra las semillas a finales de abril. Este conocimiento permite anticipar, planificar y llevar a cabo un proceso cuyo resultado dará tranquilidad, porque plantea un futuro próspero. Predecir el futuro no solo está relacionado con el misticismo; también lo está a la historia y la cultura”, indica Alejandro Flores, sociólogo y antropólogo.

El deseo por conocer el futuro también se relaciona con la cultura del caos, porque cuando el presente fluye con naturalidad y de forma positiva se espera que así sean los próximos años e incluso no se presta demasiada atención a lo que vendrá, pero cuando ocurre lo contrario se piensa en un futuro distópico, pues al prevalecer la idea de que todo pasado fue mejor, se anula la expectativa de que el porvenir también puede ser beneficioso.

Por lo tanto, señala Flores, no solo se trata de pretender anticipar el futuro, sino de analizar lo que se está haciendo para construirlo mejor.

Para algunas culturas y religiones, como el cristianismo, no es válido sentir inseguridad por el futuro cuando se cree firmemente en un ser supremo y en su prominencia. Ante la necesidad del hombre de creer en “algo” o “alguien” que le dé firmeza ante lo inesperado, el cristianismo considera que su futuro pertenece a Dios. Como personas religiosas se cree en un Dios que se ha manifestado a lo largo de la historia y que, por medio de la fe, invita a creer que se tiene un futuro, una vida eterna.

El sacerdote Manuel Chilín enfatiza que las profecías que se cumplieron y se encuentran en la Biblia no tienen relación con la predicción del porvenir. “Las profecías eran los mensajes de parte de Dios de lo que iba a pasar en el futuro, relacionados con la salvación de los hombres por medio de Jesucristo. Por eso se cumplieron”, afirma. Pone como ejemplo que cuando el profeta Isaías dijo “varón de dolores, como oveja de matadero”, esta se cumplió con el anuncio de que la Virgen María concebiría y daría a luz un hijo y la pasión de Cristo.

Más allá de las profecías y la fe en Dios, la Biblia dice que se puede decidir qué creer o qué hacer. Al final, estas decisiones influyen en el futuro y en los sucesos después de la muerte.

¿Precisión o interpretación?

Actualmente existen varios métodos para predecir el futuro, con base en diferentes culturas antiguas. Por ello se dice que la predicción es un concepto cultural milenario. Debido a que los humanos han tratado de imaginar y anticipar los sucesos, se fueron forjando oficios que, con ayuda de la naturaleza, cumplen esta función.

Gracias al deseo de controlar el porvenir surgieron prácticas como la interpretación del movimiento de los astros y de las aves, que practicaban los romanos y los egipcios, o la lectura de las piedras que hacían los vikingos. La humanidad contemporánea recoge estas acciones y las acumula como métodos para adivinar el futuro. Sin embargo, ahora se hace la salvedad de que las personas dedicadas a ello hacen una interpretación de lo que perciben, según sus conocimientos y herramientas.

Por ejemplo, en la antigüedad se consultaba a los oráculos, los sacerdotes que transmitían el mensaje del dios que representaban. Creso, rey de Lidia, envió ofrendas muy valiosas al oráculo de Apolo en Delfos, Grecia, para conocer el desenlace de su pelea contra Ciro de Persia. Este le indicó que, si cruzaba el río Halys, un gran imperio sería destruido. Convencido de que ganaría, acudió a la batalla. Sin embargo, el imperio que destruyó fue el suyo y fue derrocado por Ciro. En todo caso, la predicción no fue errónea.

“Hay que aclarar que no se puede adivinar el número de la lotería. Lo que se hace es una interpretación de lo que dicen las cartas -del Tarot- o los instrumentos que se utilicen. Luego, debido al don de la percepción e intuición se da una explicación de cómo podría ser el futuro. Uno orienta y da consejos, pero es la persona la que decide qué rumbo tomar”, expresa José Siekavizza, psíquico y parapsicólogo.

El Tarot

Cuando se habla de predecir el futuro lo primero que viene a la mente es la imagen de la baraja de cartas de tarot sobre la mesa. Al levantar una por una, según su posición, definen personalidad y pueden dar una idea de cómo estará conformado el futuro. De acuerdo con José Siekavizza, psíquico y parapsicólogo, el tarot es una de las prácticas más antiguas que existen. El registro de su origen data del siglo XIV y XV. Antes de esa época solo existen teorías acerca de su existencia, pero no hay certeza.

El viaje de la vida humana, ilustración anónima de 1573 sobre Ña Tabula Cebetis, un manual de origen griego sobre la existencia humana y sus caminos. (Foto Prensa Libre: Servicios).

La historia narra que, en el siglo XIII, cuando los mercaderes del Mediterráneo recorrían la ruta de la seda con destino a China trajeron el primer mazo de cartas, llamado Mamluk y organizado en cuatro palos. Luego, en el siglo XV en Europa se incorporó a los naipes un quinto palo: los triunfos. Con esto nació en Francia un juego llamado tarot. Para finales de esta época era común que en las reuniones sociales se pidiera a las doncellas y caballeros que sacaran al azar uno de los 22 triunfos, para describir su personalidad o destino, en función de la carta.

“Los primeros mazos de cartas fueron realizados a mano por artistas y artesanos anónimos, a cambio de altas sumas de dinero. Entre ellos encontramos a Leonardo Da Vinci, quien diseñó su propio juego de cartas. Cada artista colocó un número diferente de cartas, y por ello existen tarots de 88, de 144 cartas o más. Todas tienen en común el uso de símbolos astrológicos, alquímicos y virtudes teologales”, dice Siekavizza.

Con la Revolución Industrial el tarot cobró popularidad y quienes lo practicaban fueron objeto de persecución religiosa. Se continuó practicando de forma clandestina hasta la Revolución Francesa, cuando se utilizó como herramienta espiritual.

El tarot está conformado por 78 cartas organizadas en dos categorías: los arcanos mayores y los arcanos menores. Los primeros constan de 22 cartas que denotan una figura alegórica como el Mago, la Sacerdotisa, la Emperatriz, el Emperador, el Sumo Sacerdote, el Ermitaño, el Ahorcado, los Amantes, el Diablo y el Loco. O también pueden tener un concepto abstracto como fuerza, justicia, juicio, templanza y muerte. Se considera que esta categoría contiene los secretos de la autoconciencia espiritual.

La segunda categoría, los arcanos menores, consisten en cuatro palos llamados espadas, bastos, oros y copas, de 14 cartas cada uno. Cada palo comprende 10 cartas numeradas y cuatro cartas de la corte. Esta clasificación se considera que contiene los secretos de la vida cotidiana. La forma para interpretar el futuro que muestren las cartas dependerá de la tirada que haga la persona que las tira. Puede ser de pasado, presente y futuro, o de pies y de cabeza, entre otras. El significado e interpretación de la carta dependerá del lugar en que se encuentre.

Horóscopo

El horóscopo surge de la astrología y del estudio del movimiento de los astros, y pretende predecir el destino, el comportamiento y características de la persona. Busca entender las influencias de la posición de los planetas sobre cada signo zodiacal. Es una práctica milenaria, ya que la mayoría de las culturas alrededor del mundo han formulado teorías basadas en la observación y estudio del movimiento del Sol, los planetas y las estrellas.

EL horóscopo trata de entender la influencia de la posición de los planetas sobre cada signo zodiacal. (Foto Prensa Libre: Shutterstock).

Su origen se centra en el pueblo babilonio, considerado de los primeros en aplicar los mitos de las constelaciones y la astrología, y describieron los doce signos del zodiaco. A ellos le siguieron los egipcios, quienes refinaron el sistema astrológico babilónico, pero, según la historia, fueron los griegos quienes mejor desarrollaron el modelo que alcanzó la forma moderna.

En el siglo I a.C. existían dos tipos de astrología: la que requería la lectura de horóscopos para conocer detalles del pasado, presente y futuro, y la que se centraba en la elevación del espíritu humano hacia las estrellas y la búsqueda del sentido de la existencia en el cielo. Es decir, los griegos trataron de comprender el comportamiento humano individual y global a través de la influencia de los planetas y otros cuerpos celestes, mientras que había quienes utilizaban la astrología como una forma de entrar en contacto con la divinidad.

Los griegos denominaron “horóscopo” a la relación entre los astros y el destino. También crearon la concepción del zodiaco, ese conjunto de las 12 casas en las que el Sol puede pasar en el transcurso del año. Cada casa, zona o signo recibió el nombre de las constelaciones que se habían descubierto en Mesopotamia: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.

“Por medio de la fecha de nacimiento y hora el individuo se coloca en una de las 12 casas del Sol, que tiene asignado un nombre y se relaciona con la posición de los astros. Al analizar la posición, el astrólogo utiliza el pasado y presente de la persona para predecir el futuro. Solo es una interpretación y corresponde al individuo aceptar y tomar las decisiones posteriores”, manifiesta Siekavizza.

Cosmología Maya

La cultura maya ha estado muy relacionada con la predicción del futuro debido a que tienen, según los especialistas, el calendario más perfecto entre los pueblos mesoamericanos. Esto gracias a que los abuelos y abuelas mayas siempre han sido muy observadores del cielo y el espacio. Por este interés comprendieron los movimientos de los planetas, del sol, la luna y las estrellas, y sintetizaron su conocimiento en el Calendario Sagrado Maya.

El calendario Maya es considerado el más perfecto entre los pueblos mesoamericanos. (Foto Prensa Libre: Shutterstock).

“Debido a que son más de cinco milenios de sabiduría acumulada y plasmada en el Calendario Sagrado no es correcto hablar de un horóscopo maya, porque en realidad es mucho más que eso. La cultura maya y su relación con el tiempo y el espacio es muy diferente a la cultura occidental. Nosotros vemos el tiempo de forma cíclica, mientras que los demás en forma lineal”, dice Ulmil Mejía, guía espiritual maya.

Los mayas consideraron que el tiempo es circular y los acontecimientos se repiten en una serie de ciclos numéricos que encajan entre ellos y originan otros ciclos mayores de tiempo y espacio.

Los calendarios mayas más conocidos son el Tzolkin , el Calendario Maya Sagrado, conformado por 260 días y no se divide por meses, sino que está compuesto por una sucesión de glifos de 20 días y 13 energías, las cuales constituyen la personalidad de un individuo. Este concuerda con los ciclos de la luna. Por ello se dice que también con el período de gestación de una mujer. Está relacionado con el paso cenital, a los movimientos del Sol y al crecimiento del maíz. También está el calendario Ha ab, de 365 días y 19 meses, que se aproxima al año solar. Este contiene un mes de cinco días llamado Wabey.

Por último, el calendario de Cuenta Larga que incorpora los dos anteriores en un ciclo de 52 años y consta de cinco ciclos de tiempo. Se utiliza para marcar un evento histórico o mítico. Según Mejía, las predicción o anticipaciones que ha hecho la cosmología maya a lo largo de los años por medio del Calendario Sagrado han sido utilizadas para beneficio de las actividades diarias, que han formado su cultura. Por ejemplo, el cuidado de la cosecha. “Nosotros creemos que todos los objetos tienen energía, y por tanto tienen influencia sobre la Madre Tierra.

De esta manera manejamos la energía del calendario Sagrado y se combina con el calendario Ha ab, porque es el calendario agrícola. Ambos facilitan y especifican la comprensión de las estaciones del año y las fases de la Luna, para determinar el mejor tiempo de la cosecha”, afirma.

Debido a la diversidad de conocimientos acerca de matemática, astrología y manejo del tiempo han sido llamados “los hijos del tiempo”. Acontecimiento que impulsa a las nuevas generaciones a continuar con la tradición oral de esta sabiduría.

Cábala y Numerología

La Cábala o Kaballah es considerada una sabiduría espiritual que capacita a las personas para mejorar sus vidas y descubrir su propósito. Es una forma de “gnosis” de origen judío que busca penetrar en el conocimiento de los misterios de la divinidad. Se basa en el Zohar o El Libro del Esplendor, acreditado al cabalista Rav Shimon bar Yochai y que explica los secretos de la Biblia, el Universo y los movimientos religiosos posteriores en el judaísmo. Desde lo físico está conformado por 23 libros de comentarios sobre asuntos bíblicos y espirituales

(Foto Prensa Libre: Shutterstock).

También se basa en El libro de la creación o Sefer Yetsirah, que trata el origen del universo y la humanidad. El texto describe que el dios Elhoim creó el universo a través de 32 vías de la sabiduría, que corresponden a los 10 números que en el lenguaje cabalístico se traducen a 10 esferas y 22 letras del alfabeto hebreo.

En la lengua hebraica y en el contexto del libro se asocian las letras y números; es decir, que cada letra sugiere un número y cada grupo de letras posee una significación numérica vital. Por ello, la Gematría, una de las divisiones de la Cábala, trata de la numerología y su simbología. Consiste en dar el valor numérico a cada palabra por medio de la suma del valor de cada letra que la conforma. A cada letra le corresponde un número diferente. Por ejemplo, a la A, J y S les corresponde el valor 1; a la B, K y T, el 2.

Carlos Toledo, investigador de la numerología y Kabbalah, explica que los cabalistas creen que cada persona está destinada a la realización de una tarea en esta vida, llamada mitzvah. Cuando se descubre, se entiende la personalidad, las relaciones sociales y con Dios, y el sentido de la existencia.

Una de las formas de descubrirla es conociendo el número de la esencia y el de la personalidad de cada individuo. Esto se logra haciendo la Gematría al nombre completo de la persona. Es decir, que cada nombre y apellido tendrá un valor según las letras que lo conformen. La suma total de todas las vocales del nombre da el número de esencia o anhelo del individuo que hace referencia a su introspección. La suma de las consonantes otorga el número de la personalidad o imagen que se proyecta al mundo, y la suma de todas las letras proporciona el número de misión, el propósito o razón de existir.

El significado de cada número indica la posición en el Árbol de la Vida, una herramienta que explica el origen de la materia y la vida, que contiene 10 esferas . momento experimentó una emoción tan grande como cuando era niño.

ESCRITO POR:

Andrea Jumique Castillo

Periodista de Prensa Libre especializada en temas de salud, bienestar y cultura, con 5 años de experiencia.

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