NOTA BENE
Retroceso y pobreza…
Es alarmante que la principal economista del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath, afirme que el “Gran Encierro” tendrá consecuencias más severas que la Gran Depresión de 1929-33. Gopinath estima que la economía mundial dejará de producir US$9 billones (trillones en inglés) y se encogerá en términos reales en 3 por ciento del PIB. Las economías avanzadas sufrirán más que las emergentes, aunque países como México decrecerán en 6.6, casi igual que Inglaterra y Canadá, pero no tanto como Italia (9.1) y España (8.0).
América Latina, que ya venía emproblemada, verá un desplome de 5.2 por ciento del PIB. Prevén fuertes sacudidas en los mercados formales y en la actividad informal. El PIB en Guatemala se contraerá un 1.8 por ciento en 2020, según el Banco Mundial. Aunque los países al sur decrecerán más que nosotros, solo nos queda llorar este resultado. Guatemala venía creciendo anualmente desde 2017, y todo indicaba que el 2020 sería otro buen año.
' Si tú estás bien, yo estoy bien.
Carroll Rios de Rodríguez
Al nombrar este global desastre el Gran Encierro, Gopinath dio en el clavo: la crisis económica fue provocada por las decisiones de los gobiernos que siguieron la pauta de la China comunista y la OMS. Decretaron un experimento humano sin ningún antecedente histórico e impusieron un freno abrupto y artificial al progreso. Entiéndase bien: este empobrecimiento es culpa de arrogantes planificadores centrales. Dejará cicatrices duraderas. La desconfianza al contacto a través de las fronteras, motivada por el temor al contagio del covid-19; la hostilidad al forastero (potencialmente enfermo) constituye un llano retroceso. Son meras curitas los paquetes gubernamentales para aliviar el hambre de algunas familias, así como los planes de estímulo al crecimiento mediante herramientas keynesianas. Ni compensan ni solucionan definitivamente el tremendo hoyo que cavaron.
Las dos grandes lecciones de este Gran Encierro deberían ser la absoluta escencialidad de toda actividad económica lícita y la maravillosa interdependencia implícita en los mercados libres. Visualizo la economía como un inmenso y dinámico ecosistema que ni la más brillante cabeza puede contener en su totalidad: nadie puede recrear deliberadamente esa complejísima red de personas cooperando unas con otras y creando riqueza. Nos beneficiamos mutuamente cuando producimos e intercambiamos bienes y servicios. Es evidente que el bienestar de nuestro vecino repercute directamente en el propio. Hasta aquellos que desempeñan actividades tildadas de esenciales experimentan pérdidas cuando otros emprendimientos permanecen cerrados por larguísimos meses. Deseamos fervientemente que ya abran las fábricas, las oficinas, los hoteles, los restaurantes, los sitios turísticos, los centros comerciales y más, porque reconocemos que la revitalización de estas actividades productivas impactará positivamente en el bienestar de todos, inclusive de quienes aparentemente no se relacionan con estos negocios. La mayoría ha intentado ayudar a quienes la están pasando mal; por ejemplo, vemos con buenos ojos esas nacientes iniciativas que nos ofrecen pasteles, manualidades y otros novedosos productos en las redes. Nos duele enterarnos de quiebras y nos alegra que un emprendimiento se reinvente y prospere en medio de la tempestad.
Es hora de poner fin al Gran Encierro en Dinamarca, Nueva Zelanda y aquí, llevando todos los semáforos a verde lo antes posible. Pongamos el dinamismo y la creatividad de los mercados a trabajar para sanar las masivas heridas sufridas por el ecosistema económico mundial. Todo emprendimiento productivo y generador de riqueza es una pieza invaluable que completa al inmenso rompecabezas.