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Paula Nicho: Donde los sueños y la pintura se encuentran

La artista maya kaqchikel de San Juan Comalapa crea universos oníricos, inspirada por la vivencia femenina y su relación con la naturaleza.

La artista maya kaqchikel junto a sus obras. (Foto Prensa Libre: Cortesía Paula Nicho)

La artista maya kaqchikel junto a sus obras. (Foto Prensa Libre: Cortesía Paula Nicho)

Paula Nicho busca un espacio en su hogar donde la luz pueda calentarla un poco e iluminar el lienzo que pinta durante cuatro horas al día. Durante las últimas semanas la artista trabaja una docena de pinturas en las que sigue imprimiendo su esencia visual: pasajes policromados donde los sueños y la vivencia como mujer kaqchikel se encuentran.

De esa dualidad han surgido cuadros que muestran una narrativa visual que se compone de celajes sublimes, la cotidianidad indígena, geografías surreales y mujeres que vuelan o que dialogan con espacios naturales intactos.

Las pinturas de Nicho son como pocas. Según se ha dicho, estas huyen de estilos que otros pintores de su natal San Juan Comalapa han reproducido con el pasar de los años. En el arte de Paula hay un trazo genuino que invita a soñar a los observadores. También hay un espacio para la reivindicación visual de la cosmogonía maya.

“Es bueno tener a otras personas alrededor, convivir con ellas y con las experiencias que han tenido. Eso se transforma en inspiración. Todo es una historia y esas historias llegan a los cuadros”, cuenta Paula.

En la pieza Ixchel, la artista se remite a la figura de una de las diosas del Popol Wuj. (Foto Prensa Libre: Cortesía Paula Nicho)

Los relatos visuales le han valido a la artista de San Juan Comalapa un lugar en distintas casas de arte tanto en Guatemala como en el extranjero, durante las últimas décadas.

Sus pinturas han reclamado un espacio en salones de Canadá -en la exposición Internacional de Arte Indígena de 1990- y en Estados Unidos, donde es parte de la colección del Smithsonian National Museum of the American Indian. También ha participado en exposiciones de la Universidad de Northern Illinois en Chicago y City College en San Francisco, California.

En Guatemala fue condecorada con la Orden Nacional del Patrimonio Cultural en 2003. En la XII Bienal de Arte Paiz obtuvo el reconocimiento Glifo de Jade y en 2013 fue homenajeada durante el V Festival Ixchel.

Paula se encontró con el arte a partir de sus primeros años de vida, en casa. Reconoció “ese don” cuando su madre le enseñó a tejer a ella y sus hermanos. Desde ese momento hasta sus actuales 65 años, Nicho sigue ejerciendo ese oficio. “Los tejidos cuentan historias y conocimiento en nuestros cuerpos”, dice.

Nicho también se dedica al arte de tejer desde que era niña. (Foto Prensa Libre: Cortesía Paula Nicho)

No obstante, fue en la pintura donde se hizo de un lugar del que nadie la ha podido mover. Recuerda que durante la primaria solía quedar entre los primeros puestos en los concursos de dibujo. Por parte de la familia, fue su abuelo Francisco Cúmez -un escultor de la comunidad- quien vio en ella un talento único. Decidió perfilarlo y hacer de la pequeña Paula una futura creadora.

Paula atribuye su desarrollo técnico-artístico a su abuelo, pero también al pintor Salvador Cúmez, quien pasó de ser su maestro a esposo cuando ella tenía 25 años. “Me motivó a buscar un diseño propio, y eso es lo que he estado haciendo. Cada pintura tiene un significado para mí”, dice la artista cuando se refiere a las enseñanzas de su mentor.

Nicho relata que su esposo la instaba a proponer un universo pictórico más allá de la norma que regía en el arte de la comunidad. “Me decía que buscara un estilo porque en Comalapa había muchos pintores y pocas pintoras”, cuenta 40 años después de haber conocido a Salvador.

Con simpatía, recuerda que Cúmez también la hacía cuestionar la creación pictórica lejos de los tradicionales bodegones, flores o paisajes que constantemente se replican como “arte paisajista”. El arte de Paula iría más allá.

Un subconsciente pictórico

Nicho define su proceso creacional de una manera muy sencilla: “Primero se busca el tema y después se crea”. Lejos de esa sencillez, sus temáticas en el arte resuenan a partir de lo que su experiencia le ha permitido ver durante más de 60 años: lugares en la naturaleza, roles femeninos, y sueños, muchos sueños.

Cuenta que hace 20 años llegó a Comalapa una psicóloga que vio sus pinturas y le preguntó a la artista de qué trataban. Al igual que lo hace ahora, Nicho le explicó que en los cuadros estaban vigentes las manifestaciones de su subconsciente.

La psicóloga recomendó a Paula seguir plasmando cada cosa que soñara. Le dijo que algún día sus pinturas iban a ser reconocidas. ¿Y cuántos sueños calcula haber plasmado? Se le pregunta a la artista. En la respuesta no hay un número específico. Entre una risa simpática dice: “Muchos”.

Las mujeres y el imponente cielo tienen un lugar relevante en la obra de la artista kaqchikel. (Foto Prensa Libre: Cortesía Paula Nicho)

Nicho confiesa que en la cabecera de su cama siempre hay una libreta para escribir lo que sueña. “Tengo que apuntar porque a veces a uno se le olvida”, dice con inocencia.

En el onirismo de sus pinturas cobran relevancia las mujeres, pues son importantes por su conexión con la tierra y los ciclos, explica la artista. En escenas donde impera la soberbia de la naturaleza pueden verse espectros femeninos, así como la fuerza del mar, los truenos o la lluvia.

Una de esas piezas es Ixchel, donde se presenta un acercamiento a la cosmogonía maya.

También hay espacio para el dolor y la muerte, y el recuerdo de que esto es parte de cada ciclo. En otra pintura, Paula muestra a una mujer sentada que llora por la muerte de su hijo. A su lado hay un venado -guardián de las personas nacidas- que la acompaña y la consuela.

Por otra parte, están los anhelos universales. En Liberación femenina, del año 2002, una mujer vuela junto a otras sobre un lago. La iluminación dota de un dramatismo único en el que Paula decidió evocar la libertad que todas las personas buscamos.

Una de las pinturas que más ha marcado el curso de la artista es Mi segunda piel, donde expuso un episodio de racismo que vivió de niña. Recuerda que un 15 de septiembre debía asistir al desfile con uniforme, pero en casa no había suficiente dinero para comprar uno. Ante la situación, su mamá optó por confeccionarle un huipil, ya que este le duraría más y no sería utilizado en una sola ocasión.

La obra Liberación femenina es un planteamiento de libertad que todos buscamos. (Foto Prensa Libre: Cortesía Paula Nicho)

Cuando la directora de la escuela vio a Paula y a su mamá llegar, las regañó. Enfurecida, impidió a la pequeña a ser parte del desfile por no tener uniforme. Tristes, ambas regresaron a casa desde donde Nicho recuerda ver la actividad entre lágrimas. “Después entendí que eso fue racismo y lo tuve que plasmar en la pintura”, cuenta.

Exposición desde la comunidad  

Desde la pintura, Paula ha abordado su historia y el de muchas personas de Comalapa. Prueba de ello es la acción que emprendió junto a varias colegas de la comunidad durante la década de 1970 con la formación de la cooperativa Pintoras Surrealistas Kaqchikeles.

De esa época recuerda los esfuerzos por que se diera a conocer el trabajo de distintas mujeres, así como este fuera respaldado con exposiciones donde las personas que visitaran la comunidad pudiesen comprar pinturas. A la fecha, sigue existiendo y se compone de seis mujeres.

El nombre del grupo cambió con los años ya que el término “surrealistas” no representaba el estilo de las pintoras. Nicho cuenta que el arte de las mujeres que integran el grupo va más allá de eso, y que es algo muy único. Por esa razón se empezaron a denominar Pintoras Kaqchikeles de Comalapa.

El imaginario de Nicho se nutre de aspectos que le rodean como la naturaleza y la cosmogonía maya. (Foto Prensa Libre: Paula Nicho)

Paula habla de un hecho importante donde el curso de su arte cambió alrededor de aquel grupo. Fue en 1985 cuando junto a la también artista María Elena Curruchiche emprendieron un viaje hasta San Francisco, California, cargadas de 70 obras con sello de Comalapa, elaboradas por las artistas del grupo.

Las piezas fueron solicitadas por un coleccionista que buscó una galería en San Francisco para mostrar el trabajo de las artistas. Paula cuenta que en ese entonces vendieron la mitad del cargamento. Recuerda que la alegría de regreso a Comalapa fue única. Por primera vez, su trabajo junto al de otras colegas tocaba suelo extranjero. El resto fue historia.

Durante estos días, Paula trabaja en la creación de algunos cuadros que espera sean expuestos fuera del país. “Es un sueño que tengo en mente”, expresa. Además, publica su trabajo en una cuenta de Instagram donde pone su arte en contacto con nuevas generaciones.

Asegura que el confinamiento ha cambiado el curso de sus días, pero aún así se mantiene optimista. Planea trabajar en temas referentes a la naturaleza y hacer algunas piezas que se relacionen a la pandemia causada por el covid-19. Ahí, en cualquiera de los espacios donde mejor entre la luz en su hogar, se le verá plasmando las ideas mencionadas.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.