CON OTRA MIRADA
La bendición de los políticos
A mediados de los años 60 del siglo pasado, la preparación escolar de un alto porcentaje de graduandos de secundaria ya era deficiente, lo que obligó a la Universidad de San Carlos de Guatemala a cambiar sus planes de estudio para los alumnos de primer ingreso, a fin de nivelarles y poder mantener su excelencia académica.
' Que por el “modito” de decirlo no solo parecía, sino que era un insulto velado.
José María Magaña Juárez
Fue creado el programa Estudios Generales o Básicos, como también se le llamó. Abarcó dos años. El primero, con materias comunes de alto nivel: lenguaje, filosofía, biología, matemática, física y química. El segundo, con las mismas materias, pero con mayor contenido y desarrollo, según el área seleccionada de acuerdo a la aspiración de cada quién, humanística, técnico-científica, ciencias y medicina, apoyados por el tamiz de una orientación vocacional.
El claustro de catedráticos era impresionante, pues los profesionales más talentosos del país estuvieron involucrados en aquel esfuerzo. El experimento duró poco, pues la presión de la política universitaria, influida por los kakistócratas (los peores) que ya se hacían sentir, socavó el criterio de la excelencia académica que se deseó mantener.
El área de Lenguaje fue dirigida por el doctor Salvador Aguado Andreut, quien dictaba las cátedras magistrales, apoyado en su desarrollo por asistentes de la talla de Margarita Carrera y Luz Méndez de La Vega. Uno de los temas tratados fue el saludo de los ¡Buenos días!, indicando que su origen en el mundo occidental estaba ligado a la cristiandad, a las ciudades pequeñas y la ruralidad agrícola. En ese contexto, las personas, al cruzarse en el camino, se saludaban con un ¡Buenos días le dé Dios!, en plural, pues no era que se encontraran seguido, por lo que el parabién llevaba consigo la idea de volver a verse otro día… Nada qué ver con el Buen día de hoy, sacado de telenovela sudamericana.
Por otro lado, en el mundo indígena mesoamericano la expresión matiox (kakchikel) es de agradecimiento (maltyox en quiché), que se ofrece con respeto, sobre todo si va dirigido a una persona mayor a quien lo emite; implica cortesía ante un bien recibido, que puede ser, incluso, una simple sonrisa.
Del sincretismo religioso tenemos las bendiciones que también se ofrecen como agradecimiento: ¡gracias por su compra, me ha echado la bendición, pues es la primera venta del día!, el ¡vaya con Dios, mi’jo!, de una madre al despedirlo en la puerta de la casa, o ¡que Dios le bendiga por el apoyo que me da!… fórmulas de convivencia social aceptadas con agrado en nuestra cotidianidad.
En otro orden de ideas, en nuestro medio han proliferado sectas religiosas sin mayor control de calidad de sus actores. Los sacerdotes católicos, por ejemplo, estudian, como mínimo, dos años Filosofía y tres Teología, en tanto aquellos otros pueden ser analfabetas funcionales. De ahí que cualquiera se plante en una esquina, plaza, mercado o presidencia de la República a emitir un sermón, como acostumbró nuestro último presidente. No es fácil olvidar cómo, en su limitada capacidad, solía terminar las entrevistas con reporteros de Prensa, increpándoles un ¡que Dios les bendiga!, que por el “modito” de decirlo no solo parecía, sino que era un insulto velado, al que más de alguno habrá querido replicar con algo que no puedo consignar en este espacio ante una segura llamada al orden de parte del editor, pero que tiene que ver con una negativa exaltación al quehacer de la progenitora y sugerencias dietéticas, que desde luego ninguno se atrevió a emitir, so pena de parar en la cárcel por “falta de respeto a la Autoridad”.