El 1 de mayo de todos los años acostumbra a reunir a decenas de simpatizantes en el cementerio de Morumbí, pero ni la mayor pandemia global del último siglo ha roto con la tradición.
En este atípico y extraño 2020 han sido menos por causa de las medidas de aislamiento social adoptadas en Sao Paulo, así como en los otros 26 estados del país, aunque el sentimiento es el mismo: una profunda admiración que traspasa generaciones.
“Es un ejemplo de lucha, de garra, de determinación y no podíamos dejar de venir hoy aquí para prestar algún tipo de homenaje, recordarle y que no caiga en el olvido”, dijo a Efe Andrei Comerlato, que ni siguiera había nacido cuando falleció Senna.
Es en la parte más alta de una colina del cementerio de Morumbi donde descansa el cuerpo del legendario piloto, bajo una placa de bronce con el epitafio: “Nada puede separarme del amor de Dios”.
El árbol que corona la loma sigue rodeado de banderas de Brasil y al lado de la tumba hay flores frescas con un cartel que reza “¡Gracias Beco!”, que es como se le conocía fuera de las pistas.
Andrei y su novia han permanecido algunos minutos en ese punto para rendirle tributo y transmitir que su ídolo “está siempre presente en la vida de todos los brasileños”.
Senna nació el 12 de marzo de 1960 en Sao Paulo y falleció con apenas 34 años en un Gran Premio de San Marino que nunca debió celebrarse, marcado por la desgracia, pues un día antes murió el piloto austríaco Roland Ratzenberger tras un choque casi frontal con la barrera de protección.
En la carrera del domingo, el brasileño perdió el control de su monoplaza a 300 kilómetros por hora al entrar en la curva Tamburello y se estrelló contra el muro cuando completaba la séptima vuelta.
La causa del accidente fue la rotura de la barra de la dirección. El tremendo impacto hizo que saliera disparada una pieza de la suspensión delantera contra su casco causándole graves lesiones cerebrales y su posterior muerte.
Su adiós fue una conmoción nacional y dejó huérfano a un país que desde entonces no ha vuelto a levantar un campeonato mundial en la máxima categoría del automovilismo.
Más de un cuarto de siglo después y en medio de la grave crisis del coronavirus, los homenajes hacia el triple campeón mundial (1988, 1990 y 1991) se producen dentro y fuera del país.
La escudería italiana Ferrari se unió hoy al sentimiento de millones de brasileños al recordar en sus redes sociales al que calificó como uno de sus “rivales más grandes”.
Sus dos pilotos actuales, el monegasco Charles Leclerc y el alemán Sebastian Vettel, también expresaron su admiración hacia la figura de Senna.
“Cuando era niño solía ver la Fórmula 1 con mi padre. La primera carrera de la que me acuerdo es cuando ganó en Brasil en 1991”, afirmó el piloto germano, cuatro veces campeón mundial de la categoría.
En Brasil, el Instituto Ayrton Senna, una organización sin ánimo de lucro conducida por la familia del piloto y centrada en mejorar la educación de los jóvenes, también evocó su legado.
“En 26 años, sus valores están vivos e, incluso en un momento tan delicado para todos nosotros, su historia rescata la fuerza y la determinación que todos necesitamos para seguir adelante”, expresó la entidad.
En el cementerio de Morumbi, Andrei Comerlato está convencido de que si Senna estuviera en este mundo, la crisis del coronavirus sería menos crisis, al menos en Brasil.
“Tendríamos un escenario mucho más positivo” por su “fuerza” y su poder de “influencia” en la población brasileña, concluye.