“Los estampados incluyen cuadros vichy, tartán escocés, rayas ejecutivas, Príncipe de Gales y pequeños veleros”, decía en broma un tuit.
“Noticia de último momento del mundo de la alta costura: puesto que los seres humanos en la Tierra usarán cubrebocas para protegerse de la COVID-19 prácticamente EN TODAS PARTES a lo largo del próximo año, están destinados a convertirse en el nuevo accesorio de moda más popular. Estamos listos para los cubrebocas de Gucci, Louis Vuitton, Armani y…”, decía otro.
Desde luego, ninguno de estos chistes era cierto: los cubrebocas fabricados por las marcas de lujo no llevaban ninguna firma de diseñador y serían destinados a los trabajadores en la primera línea de respuesta; no estarán a la venta para el público en general.
Pero el malentendido es comprensible. Eso se debe a que los cubrebocas que provienen casi de cualquier otra parte cuentan una historia diferente.
Ahora se anima a que todos usen cubrebocas: son un artículo que se debate entre la necesidad médica y la expresión de la moda, ya sea de manera consciente o no. Los diseñadores, emprendedores e influentes perciben una oportunidad. Pero si todos debemos usarlos, sería bueno empezar a pensar en lo que reflejan.
La semana pasada, Vogue publicó un artículo titulado: “Los cubrebocas que debes comprar en este momento”. Casi todos los días se sabe de una, dos o tres compañías que lanzan a la venta cubrebocas, o una vieja empresa que comienza a ofrecerlos. Ahora hay cubrebocas con teñidos psicodélicos. Otros hechos de seda, mezclilla, y el poliéster y el elastano utilizados para fabricar trajes de baño. También hay cubrebocas que vienen con lentejuelas de doble vista, como las que tienen los cojines y las mochilas que ya fueron una tendencia adolescente en el mundo.
Ya hay un sitio llamado MaskClub.com, que es un poco como DollarShaveClub.com (pero no exactamente), y que ha firmado acuerdos de licencia con Hello Kitty, NASA y Batman, entre otros, para que puedas mostrar cuáles son tus gustos de caricaturas o deportes por 9,99 dólares al mes. Hay cubrebocas con estampado de tartán, camuflaje y batik. También los hay brillantes para los que quieren salir de fiesta y con rayas formales, ideales para presentarse a trabajar.
Hay cubrebocas de Stacy Bendet de Alice + Olivia, con estampados de animales y florales, por 12,95 dólares. También los vende Collina Strada, fabricados con telas sobrantes y adornados con moños gigantes por cien dólares. Prácticamente hay cubrebocas para cada ocasión y nivel de ingresos.
Y ahora que países como Marruecos, Austria y la República Checa, y estados como Nueva York, Nueva Jersey y Maryland han exigido el uso de cubrebocas en áreas públicas donde no es posible el distanciamiento social, la industria emergente se hará cada vez más grande.
De acuerdo con Edited, el servicio de rastreo de ventas minoristas en línea, ha habido un aumento de casi un 40 por ciento en el número de cubrebocas que ofrecidos por compañías en el primer trimestre de 2020, en comparación con los últimos meses de 2019. En una publicación de blog a principios de este mes, Josh Silverman, director ejecutivo de Etsy, informó que, en un solo fin de semana, los compradores buscaron cubrebocas en el sitio un promedio de nueve veces por segundo, y que el número de vendedores de cubrebocas había aumentado cinco veces, para llegar a casi 20.000.
Los expertos sugieren cada vez más que los cubrebocas quizá deban usarse al menos durante un año, hasta que se desarrolle una vacuna. Además, los pronosticadores de tendencias señalan que, como resultado, quizá se conviertan en un artículo cotidiano, que usaremos todos con la misma pasividad inconsciente con la que portamos abrigos y lentes de sol cuando salimos de casa.
Sin embargo, ¿eso significa que también deberían convertirse en una expresión individual de la moda, como los abrigos y los lentes de sol? ¿O más bien son una señal de algo más: la solidaridad y el contrato social, por ejemplo?
Conforme se convierten en parte del código de vestimenta, aplican las mismas tensiones.
El coronavirus es una crisis que no respeta divisiones económicas. Todos somos posibles víctimas; todos se han visto afectados. Los cubrebocas quirúrgicos azules y blancos (que son actualmente el equipo de protección personal más visible) son fuerzas democratizantes que vuelven iguales a quienes los usan y están en aislamiento, lo cual expresa nuestra experiencia comunitaria y nuestro temor colectivo. Incluso los cubrebocas caseros que han comenzado a proliferar, aunque son algo idiosincráticos, se ven unidos por su artesanía.
No obstante, cuando los cubrebocas migran al mundo de la moda, se convierten en algo más. Como todos los accesorios (zapatos, bolsas y bufandas), se transforman en símbolos no solo de salud o preocupación social, sino también de identidad.
Después de todo, con la parte baja del rostro cubierta y, a menudo, los ojos tapados con lentes de sol, se ocultan los rasgos habituales de la personalidad. Los cubrebocas se convierten en el primer significante del individuo. Y eso implica que también se convertirán en una señal de aspiración, logro y también desigualdad.
Es posible que las marcas de lujo no fabriquen cubrebocas en este momento (imaginemos la respuesta negativa que provocarían), pero no es imposible creer que llegará el momento en que se unan a la tendencia, simplemente porque es probable que haya demanda. Además, ya tienen la experiencia y la capacidad para hacerlo.
No obstante, es difícil evitar la sensación punzante de que los diseñadores se están aprovechando del miedo que nace de una pandemia para lograr sus propias metas (y obtener ganancias), y que los consumidores están usando una necesidad médica, la representación más visible del dolor y el aislamiento que actualmente comparten tantas personas, de manera decorativa.
Puede parecer un remedio mínimo para las conciencias culpables. Y quizá lo es. Pero no podemos debatir la necesidad de los cubrebocas, o que muchas de las compañías que las fabrican lo están haciendo porque no tienen más alternativa: nadie está comprando su ropa, y crear algo —lo que sea— para su venta equivale a generar un salvavidas para sus empleados y sus proveedores.
En ese sentido, todos los cubrebocas también representan mano de obra e ingresos en una época en que ambos son escasos. Una venta puede ayudar a alentar a una compañía. Quizá es hora de permitir que los consumidores sepan exactamente a qué nivel.
La transparencia de los precios —una muestra de los costos de producción de una marca, sus márgenes de beneficio y el lugar adónde va a parar el dinero— ha sido una práctica que intentaron adoptar unas cuantas empresas, incluyendo Honestby.com, el sitio de ventas minoristas en línea de Bruno Pieters que cerró en 2018. Pero jamás cobró impulso. (Después de todo, nunca pareció conveniente para las marcas).
Sin embargo, esta es una época distinta. La transparencia de los precios ahora permitiría que los consumidores formularan un criterio informado, además de que aliviaría las preocupaciones acerca de la especulación en torno a un artículo que en última instancia debe representar un sentido de comunidad y experiencia compartida.
Se ha hablado mucho acerca de cómo la crisis actual podría cambiar los comportamientos y el sistema de la moda. Quizá este es el punto de inicio.