El reconocido periodista chileno Abraham Santibáñez tiene 81 años. Padece diabetes y debe suministrarse insulina.
BBC NEWS MUNDO
Coronavirus: “Renuncio desde ya a ser conectado a un respirador artificial si con ello se puede salvar otra vida” y les invito a que hagan lo mismo
Hay quienes consideran que el mensaje parte de la "presión mediática" basada en que los ancianos "ya no sirven".
Abraham Santibáñez fue galardonado en 2015 con el Premio Nacional de Periodismo en Chile. (Foto Prensa Libre: Abraham Santibáñez)
Su edad y su condición de salud lo hacen formar parte del “grupo de riesgo” frente covid-19, que ya ha causado la muerte de más de 120.000 personas en el mundo.
A medida que la pandemia comienza a ganar terreno en América Latina, diversos países temen que la falta de recursos sanitarios -como respiradores artificiales o camas de cuidados intensivos- termine por generar una crisis sin precedentes, costándoles la vida a miles de personas en la región.
Ante este complejo escenario, Santibáñez tomó una difícil decisión: de contraer la enfermedad, renunciará a ser conectado a un respirador si con ello se puede salvar otra vida.
Aún más: a través de una carta publicada en el diario El Mercurio el miércoles 8 de abril, el periodista invitó a todos los chilenos mayores de 80 años a que se sumen a esta iniciativa.
“Tengo ganas de seguir viviendo y compartir todavía un tiempo más con mi familia y, muy especialmente, con mi nieta María Pía, que recién se asoma a la vida”, escribió el periodista.
“Al mismo tiempo, sin embargo, no puedo ignorar que es muy posible que se llegue a un momento en que los médicos deban enfrentar un terrible dilema ético al tener que escoger a qué paciente apoyar con tratamientos intensivos“, prosiguió.
“Para ayudar a resolver este dilema -agregó-, renuncio desde ya a ser conectado a un respirador artificial si con ello se puede salvar otra vida”.
“Lo considero un deber de solidaridad y, junto con dar a conocer esta idea, invito a quienes piensan como yo a que se sumen a este esfuerzo“, concluyó.
Su carta provocó un fuerte debate en Chile.
Hay quienes lo han apoyado públicamente, señalando que pasados los 80 años es un deber colaborar para salvar otras vidas.
Pero otros han interpretado su mensaje como una “presión mediática“ basada en que las personas de edad avanzada “ya no sirven“.
Desde su casa en la ciudad de Santiago, donde permanece en cuarentena por el virus, quien fue Premio Nacional de Periodismo de Chile en 2015 habla con BBC Mundo acerca de las motivaciones detrás de su mensaje, de la muerte y de las variadas reacciones que ha causado su llamado a un “gesto solidario”.
¿Cómo surgió la idea de escribir esta carta?
Es algo que me nació, que lo siento profundamente. No es fácil y es una invitación a la reflexión.
Uno a lo largo de la vida va adquiriendo ciertas convicciones.
Durante la dictadura de (Augusto) Pinochet yo era subdirector de la revista Hoy (opositora al régimen), estábamos siempre bajo amenaza e incluso estuve detenido muy brevemente.
Eso me demostró que el lema de Pedro de Valdivia, de que la muerte no por temida da más vida, era una buena guía para la vida personal.
Claro que me importa la vida, pero no es lo fundamental.
Si yo puedo ser solidario, creo que debo serlo. Y escuchando las noticias sobre este tema en Italia, y en general en todo Europa, se me ocurrió.
Una de las razones para tratar de disminuir el impacto del virus es estar encerrados, porque evidentemente no hay suficientes recursos. Hasta aquí ha habido suficientes, pero en las próximas semanas no lo sabemos.
Entonces, en esa perspectiva se me ocurrió que no era mala idea decir: “Mire, estoy aquí, me gustaría seguir en este mundo pero, si es necesario, me sacrifico en primer lugar”.
¿Cómo reaccionó su familia ante esta decisión?
Lo hablé con Ana María, mi señora, y les informé a mis hijos partiendo de la base de que ellos ya tenían una idea al respecto.
No he tenido problemas, pero me imagino que no es muy agradable, sobretodo porque la reacción que ha habido de otra gente es que, si estuviera en mi caso, le pedirían a los nietos que le dijeran al abuelo que no hiciera tal.
Es un tema muy controvertido.
En su carta, usted habla de su nieta María Pía. ¿Ella no lo hace dudar de su decisión?
Claro que quisiera estar con ella. A mí me gustaría verla crecer. Es la única nieta que tenemos.
Es algo muy fuerte e importante ver cómo desarrollan su personalidad, la parte intelectual y física. Es muy hermoso para los padres y, en el caso de un abuelo, pienso que todavía mucho más.
Entonces, claro que quiero, pero por último que ella sepa lo que pasó. Ojalá se lo pueda contar yo mismo.
¿Cómo ve la muerte? ¿Le tiene miedo?
Le he dado muchas vueltas.
No me entusiasma la muerte, pero creo que como es inevitable, y uno puede ahorrarle el trance a otra persona más joven y que no tenga mis problemas de salud, hice la carta.
Lo que a mí menos me gusta es la idea de dejar de hacer algunas cosas que he estado haciendo.
Yo ya estoy jubilado hace rato, pero sigo escribiendo en algunos diarios regionales de Chile y tengo algunas ideas, por ejemplo, sobre la formación de los periodistas.
Ese trabajo lo tengo muy adelantado, pero me gustaría terminarlo. Tengo varios proyectos.
Entonces, a la muerte no le tengo miedo, pero tampoco tengo ningún apuro.
Todavía le queda mucho por hacer…
Eso espero…
Entiendo que cuando uno tiene 20 años piensa que es inmortal, y por eso a veces la muerte es muy brutal.
Yo ya he pasado algunos riesgos, he sobrevivido, y eso me hace querer mucho más la vida, pero creo que a estas alturas ya…
Los avances de la medicina en los últimos 40 o 50 años han sido muy benéficos. Nos alargan la vida, pero también nos plantean a veces problemas tan tremendos como el que yo estoy planteando ahora.
La gente en el barco Titanic, cuando había que ceder el último salvavidas, algunos lo hicieron muy bien, (de una manera) muy encomiable.
Usted, en el caso de la pandemia, cedería su salvavidas…
Sí, sin duda.
“La muerte se rehúye”
¿Qué piensa de las reacciones a su carta? Hay quienes se han manifestado en contra.
A mí lo que me parece bien de todo esto es que se ha puesto un tema en el debate que en Chile no teníamos.
Esto de la muerte se rehúye, a nadie le gusta tratarlo, y a mí me parece que es mejor que lo conversemos, que no sea una sorpresa ni que se produzca el debate post mortem, sino que antes.
Pero ¿por qué cree que es la gente mayor de 80 años la que debiera sacrificarse?
Hay un señor que dice que tiene 91 años, que está feliz de la vida y que no piensa hacerme caso.
Bueno, ahí hay dos reflexiones.
La primera es que el límite de la edad se puso hace rato: dijeron que los mayores de 80 y, sobre todo con algunas enfermedades, corremos más riesgo que el resto.
Incluso el presidente (Sebastián Piñera) ha dicho que no debemos salir a la calle.
Entonces, me pareció que era lógico que yo lo planteara así.
Y la otra reflexión es que no pienso, y me han tratado de exhibicionista, crear un partido político de los que quieren morir luego. No es mi caso.
Ha habido algunas malas comprensiones, pero pocas.
La gran mayoría es gente que me aprecia mucho, y yo agradezco que digan estas cosas positivas de mi persona ahora y no en mi tumba.
Usted dice que los médicos deberán elegir a quién tratar. ¿Cuál cree que debería ser el criterio en la decisión de los médicos?
Es el tema de la última cama. Cómo se decide no es fácil, es muy complejo.
La edad no es el único parámetro, pero sí es un factor que hay que considerar.
Después está el tema de las condiciones generales de salud, y por supuesto que puede haber gente con un deterioro muy grande y eso es muy doloroso.
Cuando las personas no pueden valerse por sí misma, son puntos en contra en esta decisión.
Creo que hay que ser muy objetivo. Es una decisión que debe ser compartida.
“Se ha perdido la solidaridad”
Usted tituló su carta como una “invitación a un gesto solidario“. ¿Cuán importante es la solidaridad en estos tiempos?
Es fundamental.
En Chile ha habido gente que usó sus recursos, incluso helicópteros, para aprovechar e ir a sus segundas viviendas.
Creo que eso no es solidario, porque se expone a gente que hasta ahora no había estado expuesta al contagio.
Si uno se anda paseando con soltura, ya sea en auto o en helicóptero, es ahí donde falla un sentido básico de solidaridad.
Chile es un país lejano. En este rincón del mundo tan aislado la gente era muy solidaria, muy respetuosa del prójimo y quería ayudar siempre que podía.
¿Eso se ha perdido?
Me temo que sí. Desgraciadamente durante la dictadura de Pinochet la palabra prohibida era solidaridad. Me temo que eso desgraciadamente nos contagió a todos.
Ha sido tan grande el éxito económico del país en los últimos años, que la gente se olvidó que hay personas pobres y que los recursos sanitarios debemos compartirlos mejor.
Y eso está detrás de mi planteamiento, porque la salud no nos sirve si yo logro salvarme cuando hay gente muriendo alrededor mío.
¿Usted se imaginó que alguna vez iba a vivir algo parecido a esta pandemia?
No, jamás. Yo me acuerdo del impacto que tuvo para nosotros la guerra mundial, pero algo parecido a esto, nunca. Yo espero que nos ayude a reflexionar.
Pero no quiero convertirme, como algunos críticos lo han planteado, en una especial de guía espiritual.