Cree que esos vecinos de las casas de al lado son su público y no duda en ofrecerles un auténtico recital con ese instrumento de viento que siempre lo ha acompañado.
A esa sensación, la de sentir que está ante el respetable público, no ha llegado él por una ocurrencia cualquiera. Se lo ha hecho creer así la persona que lo asiste, Tamara Sayar, que dedica la cuarentena a cuidar a la pareja y para hacerlo debidamente ha tenido que dejar a su única hija, todavía menor, al cuidado de su abuelo, un bombero jubilado.
“No sé si he creado un monstruo, porque ahora Hermann ensaya todo el día”, cuenta emocionada Sayar a Efe, y no duda en confesar el enorme cariño que siente hacia el intérprete al que el estado de alarma no frena.
“Simpático, muy sensible, de emoción fácil”, así lo define Sayar.
“Te has puesto nervioso. Mucho público, yo entiendo”, le dice una empleada de los servicios de salud en cada vídeo que graba de sus conciertos.
Él sonríe, sigue soplando y al final bate sus propias palmas sobre su instrumento de viento, sumándose a la ovación.
Después, cómo no, ha de lavarse las manos. Para que jamás se le pase por alto hacerlo.
Sayar ha diseñado un gigantesco cartel con esa recomendación escrita en alemán y el dibujo de un varón, que se asemeja físicamente, y mucho, a su músico predilecto, el de casa.
Hermann y Teresa se conocieron en la Selva Negra meridional, en el pequeño municipio en el que él residía.
Se conocieron y se casaron. Venían a España en los períodos vacacionales. También, los dos, se dedicaron durante un tiempo a repartir periódicos, eso sí, siempre juntos.
Esta unión la trastocó la salud. Los hijos de Teresa empezaron a darse cuenta de que ella estaba se desorientaba mucho. Todo esto ocurrió hace ya más de cinco años.
Decidieron entonces que lo mejor era que estuviese en Galicia. Hermann se quedó en la casa alemana, que aún conservan, e iba y venía. Pero la fatalidad hizo que hace un año su memoria empezase, igualmente, a resquebrajarse.
Sayar describe lo ocurrido de una manera breve. “Esta enfermedad los confinó. Como estamos ahora todos”, añadió.
Hermann y un hijo de Teresa tenían previsto un viaje a Alemania, pues él sigue conservando a sus médicos allí y necesitaba seguimiento y adquirir medicamentos recetados.
Por las restricciones que ha desencadenado la pandemia del covid-19 en España y por ser él persona de alto riesgo, no pudieron tomar ese avión. Y luego de un proceso burocrático consiguió lograr sus fármacos.
#EFETV | Hermann sufre alzheimer, pero no olvida cómo tocar la armónica. Cuando la gente aplaude a los sanitarios desde sus balcones, él sale a tocar desde su ventana en Vigo y cree que todas esas personas le ovacionan
Ana Martínez te cuenta su historia 👉https://t.co/zvr8m9twpU pic.twitter.com/XZJPGtPGJ9
— EFE Noticias (@EFEnoticias) March 19, 2020
Estuvo en China
Cuando se empezó a hablar del coronavirus en Wuhan, él hablaba mucho de China con Tamara. Hermann estuvo allí, con su armónica claro, y también deleitó con sus sones a los chinos.
De sus costumbres se quedó muy sorprendido, principalmente de las culinarias, pues comentaba lo asombrado que se había quedado cuando vio que comían erizos, animales con una envoltura de pinchos que jamás se habría imaginado en una mesa.
Teresa, Hermann y Tamara, quien los cuida están en Vigo. Ella solamente tiene palabras maravillosas para ellos, y para los hijos de Teresa.
De hecho, quiere que de su historia no quede en la tragedia y sí la hermosa existencia de amor que han vivido y la importancia que hay detrás de esa armónica que en cada jornada se hace oír.
Sayar no desea tampoco que se hable de su caso, pero los mimbres de los que están hechos Hermann y Teresa no parecen diferir mucho de los suyos.
“Reconozco que siempre hay un momento diario en el que me embarga la tristeza a pesar de saber que hago lo que tengo que hacer, eso siempre lo tengo claro. No obstante, a veces me cuesta mantener la resiliencia que me caracteriza. Pero creo que somos más fuertes de lo que creemos”, externó.