CATALEJO
Comienza el fin de un año para olvidar
Hoy, 12 de diciembre, comienza el fin del año viejo, el cual tradicionalmente termina con las festividades del año nuevo el 6 de enero. Son dos fechas relacionadas con celebraciones católicas y del resto del cristianismo en cualquiera de sus representaciones e incluso de sus sectas. La Virgen de Guadalupe y los Reyes Magos deben ser analizados no solo desde el punto de vista religioso ancestral, sino desde la perspectiva cultural, artística y tradicional porque se trata de hechos cuya autenticidad histórica pueden ser puestos por algunos en tela de duda, o francamente negados, pero útiles y necesarios incluso para quienes en una perspectiva agnóstica aceptan la necesidad de los pueblos de sostener creencias ancestrales.
Esta etapa no ha logrado escapar del humor: se habla de la “vuelta Guadalupe Reyes” en referencia jocosa a quienes desafortunadamente exageran las celebraciones, en las cuales se incluyen por supuesto la Navidad y el fin de año. Creo necesario hacer hincapié en la necesidad ya mencionada de creer en las tradiciones, aunque muchas de ellas puedan tener mucho de versión cariñosa y del deseo de creerlas. Son hechos históricos, como el nacimiento de Jesús y la visita de los reyes magos de Oriente. El arte de la pintura es una de las fuentes más claras de la manutención de estas tradiciones, así como las escrituras de autores con motivaciones muy distintas. Se cree en todas ellas fundamentalmente porque se tiene la voluntad de creer.
El año 2018 tiene algunas particularidades lamentables. Primero, la situación del mundo, con el afianzamiento de regímenes políticos cuestionables y el nacimiento de otros causantes de una mezcla de dudas y esperanzas. Segundo, en Guatemala se incrementaron como nunca en la historia factores como el descaro en la práctica de la administración pública. Talvez el único elemento positivo, a la larga, es saber esto: solo mal puede provenir de un parlamento cuando está abrumadoramente integrado por descarados. La lección es clara: para iniciar el urgente cambio en las condiciones políticas, económicas y sociales del país se debe comenzar con limpiar las curules.
Esta etapa del año necesita convertirse en una especie de remanso para la actividad politiquera, ya sea desde el Congreso o la presidencia. Urge dejar pasar el tiempo y permitir a los guatemaltecos pensar en otra cosa, en algo agradable siquiera mínimamente. Debe haber un receso, porque el 2019 se anuncia como un período en el cual las posibilidades del empeoramiento de la situación del país son prácticamente imposibles de evitar. Estas tres semanas faltantes pueden significar un respiro, beneficioso adicionalmente en el tema de darle a la gente la posibilidad de respirar aire fresco antes de enfrentarse a la amarga realidad del hundimiento del país y de la obligación para ayudar a evitarlo o al menos a atrasarlo durante un tiempo prudencial y providencial.
Termino estas palabras recordando la tradición de llevar a los niños pequeños vestidos con trajes indígenas, una variación guatemalteca de lo ocurrido en México al indio bautizado Juan Diego. Y no puedo dejar de señalar la grotesca imagen representada por mujeres aspirantes a presidentas o integrantes disfrazadas con esos trajes, porque se trata de un claro ejemplo de manipulación y de burla a esta indumentaria, cuyos colores y figuras no son adornos ni decoraciones, sino manifestaciones de una cultura multicentenaria y por tanto con significados específicos muy ajenos a tratar de llamar a la gente para votar por alguien. El inicio del fin de año constituye algo totalmente distinto, incluso más allá de sus manifestaciones puramente religiosas.