CATALEJO
La actual crisis ístmica democrática
En Centroamérica, estar en crisis es lo natural. La hay en educación, economía, falta de insumos para cumplir el papel de los gobiernos. También es la zona donde se han realizado procesos políticos de todo tipo: en los años de la Guerra Fría hubo movimientos guerrilleros en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Honduras y Costa Rica no vivieron esas sangrientas experiencias. Surgieron o se afianzaron gobiernos como parte de esas confrontaciones. El caso más notorio fue Nicaragua, donde el triunfo sandinista abrió esperanza para el fin de las dictaduras de ese país. En El Salvador, el comienzo de una etapa de regímenes de derecha, y en Guatemala de regímenes originados en las urnas incluso antes del fin de 36 años de lucha armada.
Los casos hondureño y costarricense son particulares dentro del escenario político-ideológico centroamericano. Los ticos comenzaron un experimento político desde los años cuarenta y en ese prolongado tiempo pasado desde entonces el modelo se agotó, con su bipartidismo y sobre todo los abusos de los políticos de ambos partidos, con lo cual las anteriores elecciones fueron el escenario de la participación de personas sin pertenencia a los partidos tradicionales y el país se escapó de milagro de un gobierno con motivaciones religiosas, es decir la peor mezcla posible. Honduras tuvo la suerte de no tener movimientos guerrilleros, pero no por ello estuvo afuera de la confrontación Este Oeste, al tener una numerosa presencia de fuerzas militares estadounidenses.
Los modelos fracasaron. En El Salvador, los votantes dieron en tres ocasiones seguidas su apoyo a gobiernos derechistas, cuyos abusos llevaron a un resultado distinto y dieron por la vía de los votos el poder a una guerrilla cuya dirigencia se había quedado en la etapa de la Guerra Fría y ahora el desencanto poblacional es evidente, por lo cual los próximos comicios pueden llevar a una agrupación nueva, de gente sin experiencia. En Honduras, el intento de instalar un gobierno de izquierda fue la causa del más reciente de los golpes de Estado y de cambios a la Constitución, muy al estilo de Evo Morales, de Bolivia, para aumentar el número de años de la presidencia. En Guatemala, el hastío ciudadano le dio el poder a un grupo cuyo anhelo por hacer retroceder al país es evidente.
El peor caso actual es el de la dupla Daniel Ortega-Rosario Murillo. Nada queda del líder revolucionario y ahora es una copia corregida y aumentada de cualquiera de los Somoza, llevado al punto de enviar tropas y francotiradores a disparar contra manifestantes, especialmente jóvenes, en una manera imperdonable. Esa situación del Istmo dificulta la realización de reuniones como la Cumbre Iberoamericana, preparada con esmero desde hace más de un año en los países de la península ibérica. La anunciada presencia del dictador nicaragüense y de su colega Nicolás Maduro provocó anunciadas manifestaciones de nicaragüenses y de guatemaltecos, por lo cual puede considerarse una buena suerte la decisión de ambos de no asistir a La Antigua Guatemala.
Un tema de reflexión para reuniones como ésta, preparadas por organizaciones multinacionales, es la necesidad de algunas condiciones para la presencia de mandatarios cuestionados por haber violado las reglas mínimas de la democracia y de los derechos humanos. La doctrina de no inmiscuirse en los asuntos internos de los países debe ser sujeta a una urgente revisión, para evitar convertirse en una excusa para el apoyo tácito a gobiernos y a presidentes cuestionables. Las facilidades actuales de organización y transporte facilitan la preparación de esas reuniones, cuya validez existe, en lugares distintos a los planificados. La diplomacia actual se comunica en segundos y la población está informada. Se debe tomar esto en cuenta para evitar fracasos.