En su décimo día desde que salió de San Pedro Sula, en Honduras, parte de la caravana comenzó su marcha por México.
BBC NEWS MUNDO
Caravana de migrantes: “Ya estamos en México, no vamos a parar”, miles desafían a Donald Trump y siguen su marcha hacia Estados Unidos
"Estamos exhaustos, ha sido un camino terriblemente difícil. Pero también tenemos esperanzas: estamos en México, lo que significa mucho para nosotros", así le cuenta a BBC Mundo, José Luis, uno de los migrantes de la caravana que intenta llegar a Estados Unidos.
Miles de migrantes que forman la caravana cruzaron el borde entre Guatemala y México y se dirigen hacia Estados Unidos.
“¡Sí se pudo, sí se pudo!” y “¡México, México!” fueron los coros que más se repitieron.
La caravana llegó a Tapachula, Chiapas, en el sureste del país, a unos 30 kilómetros de la frontera.
Empezaron su andar por México este domingo a las 5 de la mañana en contra de los deseos de los gobiernos de este país y de Estados Unidos.
Las autoridades de México, que han sufrido la presión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, han repetido que los migrantes deben presentar visa o solicitar refugio.
En su uno de sus últimos tuits pidió detener “el ataque violento de los extranjeros ilegales”.
Momento crítico
La caravana sufrió momentos de mucha tensión en su paso de Guatemala a México.
Cuando el viernes llegaron al puente que divide estos países, hubo momentos de caos en los que los migrantes y la policía de México se enfrentaron. La policía lanzó gases lacrimógenos, los migrantes piedras.
Después, las autoridades de México cerraron la valla y hubo una larga espera que desesperó y dividió a la caravana.
México comenzó a tramitar las solicitudes de refugio, que en principio los migrantes no querían, pero a un paso muy lento.
Miles de ellos decidieron no esperar y el sábado cruzaron el río Suchiate, a nado, en balsa, o caminando, con la ayuda de una cuerda que tendieron a lo largo de la barrera natural entre Guatemala y México.
En la mañana del domingo comenzaron a caminar por México, en un bloque larguísimo que ocupaba un extenso tramo de la carretera entre Ciudad Hidalgo, en la frontera, a Tapachula, en Chiapas, en el sureste del país.
Según la Comisión Nacional de los Derechos humanos, por un conteo de autoridades locales, pueden ser más de 5.000 inmigrantes, sobre todo de Honduras.
Fueron a un paso firme y muy rápido. A pesar de que había niños, ancianos y personas en silla de ruedas o muletas.
En un punto la policía federal cerró el paso, pero lo abrió justo antes de que la caravana llegara.
En algunos lugares sus vehículos los escoltaron. Les pidieron que presentaran su solicitud de asilo, pero los migrantes se negaron y siguieron su paso.
“Tememos que nos deporten. Es mejor seguir caminando así”, asegura Carlos.
Como todos los migrantes entrevistados por BBC Mundo, dice que escapa de la violencia y la pobreza de su país.
“Pedimos a los mexicanos que nos ayuden, que no nos regresen. Lo único queremos es que nos dejen pasar. No queremos molestar, sólo queremos llegar a Estados Unidos para poder trabajar”, dice María, que camina con su marido y 2 hijos pequeños.
Otros esperan
Una parte de los migrantes está todavía en el puente que conecta estos dos países, pidiendo refugio a México.
Llevan muchas horas sufriendo el terrible calor. Han dormido dos noches sobre el asfalto, a la intemperie. No tienen acceso a agua corriente, ni a sanitarios y hay un constante olor a orines.
Los niños son los más vulnerables a estas condiciones: algunos han sufrido de diarrea o insolación.
La basura se ha acumulado en pequeñas montañas.
Se han visto escenas de desesperación: algunos niños y mujeres se han desmayado.
Según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos quedan unos 1500 en el puente. Y nuevas personas han ido llegando.
Solicitudes de refugio
Las autoridades mexicanas comenzaron a dejar entrar a migrantes con una solicitud de refugio, aunque las otorgan a un ritmo que a ellos les parece demasiado lento.
“Esta es una crisis. Los niños están sufriendo mucho y si pasan mucho tiempo aquí, puede haber muertos”, dice Eva Fernández, de la ONG Yo Amo Guatemala, que se ha desplazado desde California para ayudar con la organización de la caravana.
El Comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales Heredia, aseguró a BBC Mundo que están recibiendo a los migrantes y tramitando solicitudes de refugio.
Dijo que cada día procesarán en promedio las solicitudes de unos 300 inmigrantes.
“Llamado a proteger a los niños”
En la caravana hay muchos bebés y niños que son especialmente vulnerables a las duras condiciones de la caminata.
Edgar Corzo Sosa, de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, asegura que no ven el “mínimo interés” de las autoridades de México de cuidar a los menores.
“Hacemos un llamado al gobierno para que proteja a los niños: debe haber asistencia inmediata y continua. Los menores se están deshidratando. Las madres los intentan cuidar, pero hace mucho calor y hemos visto algunos con fiebre”, asegura a BBC Mundo.
“Sabemos que este camino es especialmente difícil para nuestros hijos, pero ¿qué podemos hacer? En nuestro país no tenemos futuro. Llegar a Estados Unidos es una cuestión de vida o muerte. O vivimos todos o morimos todos”, dice Dania que salió desde San Pedro Sula con su marido y 4 hijos.
Ellos han decidido esperar en el puente. Pero, saben que la espera todavía puede ser muy larga: han puesto un plástico atado a la valla que les sirva para proteger a sus hijos del sol.
“No serviría mucho para la lluvia, pero hasta ahora hemos tenido suerte. Ayer solo cayeron unas gotas”, dice.
“Nos salimos de Honduras porque es difícil conseguir un trabajo digno para poder comer y mantener a nuestras familias y porque las maras nos tienen fritos: yo les debía que pagar una extorsión para que me dejaran trabajar en mi pequeño taller mecánico, pero no se las pude pagar y tuve que cerrar “, dice Pedro, otro de los migrantes.
La mayoría cree que en Estados Unidos tendrá una mejor vida.
Aliento
A su paso, muchos mexicanos salieron de su casa a alentarlos: “Bienvenidos, ánimo. Sabemos que tienen derecho a buscar una mejor vida”, les decía Jesús Cancino, a la entrada de su casa.
Otros les daban agua o comida.
“Algunos mexicanos piensan que los centroamericanos son malos o criminales. Pero yo creo que es porque no han tenido oportunidad de convivir con ellos. Yo solo he conocido gente buena y trabajadora”, asegura Joel Moreno Reyes, que ayudaba a transportar a la punta de la caravana a la gente más cansada.
Cuando llegaron al final de su trayecto del día, después de más de 10 horas de caminar, en el Parque Central de Tapachula, los migrantes por fin descansaron.
Estaban exhaustos de su viaje, una de las caminatas más difíciles de la ruta hasta ahora: bajo un tremendo sol y mucho calor. Sin embargo, estaban contentos de estar en México.
“Ya estamos en México, no vamos a parar”, era una frase que se repetía entre ellos.
Ahora, planean su próximo destino en el país al sur de Estados Unidos.