PUNTO DE ENCUENTRO
Brasil en la encrucijada
El domingo 28 de octubre, Brasil define en las urnas su futuro para los próximos años y con él, en buena medida, también el futuro para los países de América Latina. Lo que sucede con el gigante Sudamericano impacta —nos guste o no, queramos o no— en la región y en el mundo. Brasil define y hace la diferencia en la geopolítica y la economía global. Ha sabido ser en otras épocas motor de equilibrio, desarrollo y estabilidad, y también lo contrario.
Lo que se juega en Brasil no es una elección entre derechas e izquierdas. Es, como ya lo han escrito muchos otros antes que yo, una decisión entre democracia y fascismo; entre libertad y despotismo, con todo lo que eso implica. La elección de Donald Trump en los Estados Unidos nos muestra —con enorme crudeza— lo que puede pasar cuando un país con peso mundial toma esa senda. Y nosotros en Guatemala también lo podemos atestiguar, aunque en nuestro caso el impacto a nivel internacional no alcance esas dimensiones.
Los medios recogen algunas de las expresiones más desafortunadas del candidato Jair Bolsonaro: “Hay que hacer el trabajo que la dictadura militar no hizo”. “Estoy a favor de la tortura y tú sabes que lo estoy. El gran error de la dictadura brasileña fue torturar y no matar”. “Quien busca huesos —refiriéndose a los familiares de los desaparecidos— es un perro”. “Yo no contrataría a una mujer con el mismo salario que a un hombre”. “Ella (en referencia a una diputada brasileña) no se merece ser violada porque es fea, no es mi tipo”. “Las minorías se adaptan o desaparecen”. “Mis hijos no se enamorarían de un negro porque están muy bien educados”. “Si veo a dos hombres besándose en la calle, yo los golpearía”. “Vamos a fusilar a toda la petralhada (seguidores/as del Partido de los Trabajadores, PT)”.
Eso y no otra cosa es Jair Bolsonaro. Sus palabras lo retratan de cuerpo entero: racista, misógino, xenófobo, homófobo, violento, ultraconservador. Con esa cabeza va a gobernar y, si resulta electo, Brasil y el mundo corren (todavía más) un gran peligro. Pero sus dichos no son frases sueltas, son las expresiones de las decisiones políticas que tomará en relación a los derechos, las libertades, a la democracia misma.
Bolsonaro no está solo, lo apoyan y lo defienden los sectores más reaccionarios de Brasil. La operación para llevarlo al poder implicó un golpe de Estado parlamentario contra la presidenta Dilma Russeff, a quien no pudo probársele ninguno de los señalamientos que se le hicieron, y la puesta en marcha de una estrategia mediática y de redes sociales cuyo objetivo central fue avivar los miedos y los odios tan arraigados en los seres humanos contra todo aquello que es diferente. ¿Les suena?
Lo vimos en Colombia con la campaña del no contra el proceso de paz y en el triunfo en Italia del partido ultraderechista que hoy gobierna. Lo vimos en el Reino Unido con el Brexit y demasiado cerca con el impacto que un gobierno como el de Trump tiene en Guatemala y en Centroamérica.
Por supuesto que la responsabilidad no solamente es de los que están en frente. Hay que asumir los propios errores. Las izquierdas y los movimientos sociales progresistas los han cometido y hoy se están pagando esas facturas. Ya lo decía Frei Betto cuando llamó a la autocrítica y a la unidad: el neoliberalismo y el fascismo aprovecharán cada rendija para colarse y destruirán los avances de los pueblos.
En Guatemala como en Brasil no puede haber duda sobre lo que significa un gobierno fascista y antidemocrático. Por eso, es hora de defender la democracia y de juntarse del lado correcto.
@MarielosMonzon