SIN FRONTERAS
Triángulo Norte y otras homogeneizaciones
Evito el uso del término “Triángulo Norte Centroamericano” desde que una amiga antropóloga me hizo una inteligente observación. Parafraseando: el triángulo es una ficción geográfica, impuesta desde afuera, en lenguaje militar. Así como el trágico Ixil, que fue también fijado con estrategias sentenciadas como prácticas genocidas, los triángulos parten de la homogeneización de todo lo que contienen, para habilitar una operatividad decisiva, en un territorio geográfico. Espero que no me falle la memoria al decir que este término triangular que pretende reunir a El Salvador, Honduras y Guatemala surgió paralelamente a la crisis migratoria centroamericana de esta última década; y a la respuesta que le dio el presidente Obama, a través de su frente diplomático militar, protagonizada, entre otros, por el entonces comandante sur del ejército estadounidense, John Kelly. A partir de entonces, el Triángulo Norte Centroamericano es usado cuando se intentan explicar las razones del éxodo masivo hacia Estados Unidos; pero también para responder con supuestas soluciones a esos problemas, tal el caso del Plan Alianza para la Prosperidad.
Incluso aquí, localmente, hay quienes dicen que los tres países en mención son iguales. Y aunque podrán existir problemas comunes y su proximidad geográfica abre paso a similitudes naturales, es evidente que Guatemala es un país único en su carácter heterogéneo, y por tanto, distinto a los demás. Científicos sociales se han pasado décadas intentando descifrar este pequeño territorio, que aglomera muchas “naciones” étnicas, con sus propias culturas y subculturas, aposentadas sobre territorios geográficamente distintos, y receptores de climas y microclimas incomparables. Cualquiera que haya hecho el corto viaje entre —digamos— el tropical Mazatenango, la fría Xela y la maya cuenca de Atitlán, queda abrumado por tan enormes diferencias, en perímetros tan minúsculos. Si a esto sumamos una fragmentación real de la población, en lo que un día el doctor Carlos Gehlert Mata identificó como más de 19 mil micropoblados, cada uno con su distinta organización local, gobernanza comunal, y legislación, entendemos que el país —realmente— poco tiene en común con sus vecinos del triángulo artificial. Esto, salvo quizás, los departamentos orientales, que están más integrados a la Centroamérica ladina.
Esta semana, el tema cobró relevancia, pues el Washington Post publicó una nota en la que un alto oficial de seguridad estadounidense declaró que “es el hambre el principal expulsor de la migración guatemalteca”, contradiciendo las voces que piden amnistía para quienes dicen ir huyendo de la violencia centroamericana. Y aunque es positivo que los mismos amigos del norte vayan invalidando la imposición ficticia llamada Triángulo Norte Centroamericano, sería valioso que todos fuéramos un paso más allá, y reconociéramos que, dada la heterogeneidad guatemalteca, las causas por las que se emigra desde aquí también son múltiples, y que es barato encapsularlas en una respuesta única y superficial.
Pareciera que somos fáciles para aceptar explicaciones rápidas a problemas que son complejos. “El hambre” se asoma como la nueva respuesta al porqué se emigra, cohibiendo el estudio de problemas serios, como la inestabilidad política, la falta de propósito, el cambio climático, la violencia y tantos otros, convivientes todos con un Estado corrupto, dedicado al latrocinio. Nuestra academia, la sociedad, la prensa y una larga lista de diplomacias, se han limitado a ser cajas de resonancia de los conceptos que vienen del norte, sin hacer propuesta propia. Homogeneizar nuestro país hace olvidar las palabras del recientemente fallecido Richard Adams, quien al responder qué es para él Guatemala dijo: Es un microcosmos del problema mundial.
@pepsol