LA ERA DEL FAUNO
Sobre altos funcionarios: La Fiscal General del MP
Don Betío es el más cuidadoso corrector del idioma que he conocido. Tuve el gusto de conocerlo en uno de mis trabajos como editor. Era la biblia de la corrección lingüística. No se le iba una. Si un texto había sido revisado por él, podíamos dormir tranquilos. Sabíamos que iría impecable. El hipocorístico Betío se lo decíamos de puro cariño, pues así prefería que lo llamáramos.
Como buen profesional, razonaba los cambios que hacía a cualquier documento. Si se le preguntaba por qué había escrito o suprimido alguna coma, o si se le pedía una explicación sobre la sustitución que hubiera hecho de alguna preposición, ofrecía razones tan claras que no dejaba dudas. Citaba a Corominas; recurría, como antecedente, al diccionario de María Moliner; sacaba de su escritorio un lustroso maletín de cuero del cual extraía la Gramática de la Lengua Castellana de don Andrés Bello; nos explicaba la ruta que habría tomado tal preposición a lo largo de la historia y luego aterrizaba, por supuesto, con una claridad impresionante, en la Gramática y la Ortografía de la Real Academia Española. Sabía justificar con extraordinaria pulcritud cada palito de cada letra, a pie juntillas. Luego, se le quedaba viendo a uno, directo a la cara, por encima de sus lentes de lectura, con una mirada severa, como preguntándose si había o no entendido su exposición.
No voy a negar que se arrepentía uno de haberle pedido alguna justificación. Eso lo hacían los principiantes, los que no sabían que aquello les tomaría una hora en momentos decisivos. Corregir a ese ritmo una novela estaba bien, algún libro, un ensayo, algo para pasado mañana; pero cuando se tiene a las puertas el cierre, cuando de la velocidad depende el trabajo de muchas más personas, no solo el suyo; cuando de ese texto depende una respuesta importante, algo en lo cual se nos va la vida, entonces, el método de don Betío era lo que menos queríamos agradecer.
La sociedad es dinámica. Lo que urge, urge, en cualquier profesión.
La señora Fiscal General del Ministerio Público de la República de Guatemala, doctora Consuelo Porras, asumió el cargo entre grandes expectativas de la población. Hubo quienes no dieron por ella un solo día de confianza, pues la decisión final la tomó Jimmy Morales, ya para entonces señalado de varios delitos. Otras personas, en cambio, consideraron que había que darle tiempo; esperar a que mostrara su habilidad ante los conflictos graves y urgentes de este país que se desbarranca a velocidad vertiginosa.
No voy a comparar un trabajo de corrección de textos con el de una fiscal, pero recordé a don Betío por su meticulosidad y sustento gramatical a la hora de ejercer; también, porque esa dinámica de observar, vigilar y esperar no necesariamente es lo que se necesita cuando el país se derrumba, se incendia.
No puedo, como muchos, decir que la fiscal es aliada del pacto de corruptos. Puedo, sin embargo, ver que su dinámica al frente del MP favorece a los corruptos porque hacen lo que les da la gana. No descansan en su empeño por salir de la cárcel, evitarla o asegurarse impunidad. Este país está siendo despedazado. Destrozado por las hienas. Se están rompiendo los principios constitucionales. El presidente de la República cedió el país a las mafias. Diputados de la peor calaña están envalentonados haciendo leyes a su antojo. Este país, repito, se cae. El crimen cobra fuerza, golpea, huye. Es imperativo responder al ritmo que exige la dinámica del crimen. No como don Betío, al que respetamos tanto, pero a quien no quisiéramos volver a encontrarnos en momentos críticos.
@juanlemus9