EDITORIAL

Ya debemos más de Q9,600 por persona

Más de Q30 mil millones creció la deuda pública de Guatemala en los cuatro años del período de Jimmy Morales. Aflorarán indefectiblemente las justificaciones grandilocuentes o las excusas técnicas de que aún la deuda nacional se encuentra en niveles seguros —una explicación que se viene dando repetidamente en cada gobierno—; así también saltará la otra salida por la tangente: culpar a los ciudadanos de no tributar lo suficiente.

De Q125 mil 676 millones de deuda prevaleciente en el 2016 cuando asumió el partido FCN-Nación se llega este final de año a Q157 mil 485 millones sin que se sepa a ciencia cierta en qué se han gastado esos recursos adicionales, si efectivamente han valido la pena los intereses contraídos por ese dinero. Lamentablemente, el actual gobierno también los utilizó para funcionamiento del aparato burocrático, pese a que por ser fondos más caros deberían ir a donde generen más plusvalía, es decir, en la inversión social, sobre todo en mejora de la calidad e infraestructura educativa, ciencia, medioambiente, desarrollo agrícola, emprendimientos comunitarios, niñez y juventud, y nutrición.

Al no tener un plan de gobierno claro era improbable que se lograra una óptima priorización de los recursos disponibles. Ni siquiera hubo capacidad para esbozar una reforma tributaria que sustituyera el adefesio dejado por el gobierno del partido Patriota, el cual a la luz de los hechos tenía como único fin compensar y así disfrazar las operaciones de mafias aduaneras. El nuevo gobierno, que asume en 22 días, debería tener más claro de dónde deberían venir los recursos para el funcionamiento del aparato público y actuar en consecuencia.

Hay que optimizar y modernizar el Estado, sanear sus organigramas, identificar los puestos innecesarios y clientelares, cerrar la llave de gastos superfluos y aplicar una política de austeridad que incluya un drástico control de viajes de diputados y funcionarios, asignación de viáticos y una rendición de cuentas detallada de objetivos. Es afrentoso que se carguen a expensas del erario almuerzos y cenas sociales, convivios, ceviches, cafés capuchinos, pasteles y hasta anteojos de lujo. Es indignante que en un país con los niveles de desnutrición de Guatemala, los congresistas ordenen comida rápida para todos, remodelen oficinas o llenen el tanque de sus camionetas de lujo a cuenta del pueblo de Guatemala. Los pactos sindicales lesivos deben ser revisados, sobre todo si fueron negociados para obtener apoyos de coyuntura.

Todos los bebés que nazcan en este día, incluidos aquellos de áreas precarias como el Corredor Seco, nacen con una deuda superior a los Q9 mil 600, tomando en cuenta los datos cotejados del Censo Nacional de Población 2018. ¿A dónde ha ido a parar ese dinero prestado? ¿Sirve para generar oportunidades a futuro? Cabe hacer notar que en los últimos cuatro años la competitividad nacional cayó 20 puestos.

La bomba de tiempo de la deuda pública sigue creciendo bajo la creencia de que no explotará. La utilización desmedida de créditos para compensar presupuestos irreales se ha convertido en una salida fácil que terminarán pagando muy caro las generaciones siguientes. No se trata de satanizar el uso de préstamos: son una herramienta estratégica, un recurso emergente, una opción para financiar verdaderos planes con visión de futuro. Sin embargo, la politiquería, la incapacidad y la indolencia los han convertido en una regla y no como lo que deberían ser: una excepción.

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