Tras varios intercambios dialécticos entre juegos, Williams le exigió a Ramos que le pidiera disculpas por su advertencia y, al no hacerlo, le llamó “ladrón” por “robarme un punto”.
Así, el referee decidió sancionarla con la pérdida de un juego, pasando de ceder 3-4 la segunda manga a 3-5 en un abrir y cerrar de ojos.
Entonces, la estadounidense exigió la intervención de un supervisor arbitral, deteniendo el encuentro varios minutos. “Esto no es justo, esto no está bien. Esto es increíble”, lamentó, entre lágrimas.
“Nunca más vas a volver a arbitrarme. Nunca”, continuó.
Tras la reanudación, Williams ganó su saque pero Osaka no le dio opciones y acabó venciendo en una final en la que fue superior desde el principio.
Ganó el futuro
En un encuentro entre dos generaciones, entre el presente y el futuro del tenis mundial, la japonesa levantó el primer título de Grand Slam para una tenista de su país.
Hizo historia en el Arthur Ashe de Nueva York ante una leyenda del deporte, que buscaba igualar a la australiana Margaret Court como la tenista más condecorada de todos los tiempos con 24 Grand Slams. Tendrá con esperar, al menos, hasta el Abierto de Australia, con 37 años.
Porque este sábado, Osaka, de solo 20, recordó a la versión post-adolescente de Serena.
Dominó con su saque, controló con su resto y firmó varias derechas solo al alcance de la familia Williams.
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Ambas se habían enfrentado únicamente en Miami, poco después de que la estadounidense reapareciera en el circuito tras ser madre. La japonesa no tuvo piedad y ganó 6-3, 6-2. En Flushing Meadows, tampoco.
Osaka le quebró el saque en el tercero (2-1) y también en el quinto (4-1) y, tras poco más de media hora, ya había logrado la primera manga.
#USOPENxESPN Serena Williams, muy enojada, descargó su furia destrozando la raqueta contra el cemento. Luego, el llanto en el banco. pic.twitter.com/4JaP1cSQZN
— SportsCenter (@SC_ESPN) September 8, 2018
La segunda, en cambio, estuvo marcada por la polémica. Williams firmó una ruptura temprana, devuelta deprisa por su contrincante y, tras ser penalizada con el octavo juego (5-3), bajó los brazos y cedió el cetro a la japonesa, reconocida admiradora suya.
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