Por el Día Mundial del Hábitat, que se conmemora hoy, Prensa Libre recopiló relatos de guatemaltecos que viven en áreas inhóspitas y que sueñan con una vida digna.
Falta de servicios
La falta de sistema de alcantarillado, agua entubada y energía eléctrica, entre otros servicios, es común en los asentamientos humanos.
“Yo sufro mucho con el agua, porque me toca que ir a traer lejos, para lavar mi ropa, pero no tengo donde vivir y los alquileres son muy caros, y si uno no tiene las mensualidades en la fecha que es, lo echan”, expresó Nancy Morales, quien desde hace un año vive en el asentamiento Linda Vista, a orillas del Anillo Periférico, cerca de el puente El Incienso.
“Ni Gobierno ni nadie no nos da ayuda, es desesperante porque faltan muchos servicios, y tenemos que juntar el agua de lluvia, lo que trae mucho zancudo”, expresó Silvia Ramírez, quien vive con su esposo y dos hijos en el mismo asentamiento, donde hay siete sanitarios colectivos para unas 200 familias.
Lo perdieron todo
Una grieta en el cerro Alux ocasionó que en febrero del 2012 varias familias fueran reubicadas en un sector de Mixco. Después de más de 20 meses, su situación es precaria.
En una pequeña vivienda de lámina, de cuatro por seis metros, Ana Elizabeth León contó las penas que afrontan en el lugar.
“Todo se echa a perder, porque se alborotaron los ratones; se meten a las camas, en la comida, en todo. El piso es de tierra y cada día se escarba más y más. Cuando hace calor, es un horno la vivienda; cuando llueve, todo se moja”, afirma Ana, quien cada día pierde más la esperanza de contar con un hogar como el que tuvo.
En la provincia
La familia Morales Us permanece en un asentamiento, en Sololá, desde junio del 2010, cuando ocurrió un deslizamiento de tierra en el cerro Lec, ahora lamenta que el ofrecimiento de una vivienda digna se haya quedado solo en discurso.
“Las champas que construyeron hace tres años se están deteriorando y los parales se están pudriendo. En época de lluvia, gotea mucho, y muchos niños se enferman”, dijo María Us.
En San Marcos, la historia de miles de familias no es diferente. Carmelina López vive en una casa de lámina, a orillas del río Palatzá, en Esquipulas Palo Gordo, donde paga Q300 al mes por el alquiler del terreno, por lo cual ve lejos la esperanza de contar con una vivienda digna.
“Vivo con mi familia en un ranchito, donde lo único que queda es pedirle a Dios que ayude a mi esposo a comprar un terreno y construir una casa”, expresa Carmelina, cuya historia es similar a la de miles de familias en todo el país.