Obligada búsqueda de los niños plagiados
Conforme pasan los días, se va haciendo más difícil aceptar y entender la política de tolerancia cero del presidente Trump, pero sobre todo en su parte de separar a madres y padres de hijos, sin importar la edad, o de llevar a albergues lejanos, en condiciones desconocidas, a aquellos infantes y jóvenes llegados sin compañía a la frontera mexico-estadounidense. El diccionario define a la palabra secuestrar como “retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines”. Por elemental lógica los niños no quieren estar retenidos y separarlos de sus padres es una acción indebida, es decir “ilícita, injusta o carente de equidad”. (Los resaltados son míos). Entonces, la búsqueda y la entrega a los padres es una tarea moral innegable.
La equidad tiene un significado clarísimo: “bondadosa templanza (sobriedad) habitual, propensión a dejarse guiar por el sentimiento del deber o de la ciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de una ley”. A causa de la aplicación absurdamente rigurosa de una ley —por tanto cambiable según las circunstancias— hay una serie de niños, cuyo número desconozco, diseminados por albergues de varios estados. En vista de ser la separación de las familias una práctica imposible de justificar a causa de la crueldad implícita, a mí me cuesta entender cómo alguien recomendó aplicar una ley semejante y por qué no se han realizado acciones para borrar esa pesadilla para padres y para los mismos Estados Unidos.
Dentro de las acciones para defender lo indefendible a través de redes sociales extranjeras, recibí una en la cual se mezclan las declaraciones de los presidentes Clinton y Obama al respecto de la inmigración ilegal, muy parecidos, aparte de los discursos y tweets de Trump. Sin calificar como buenas las declaraciones de los otros dos mandatarios, es evidente la incapacidad de quienes defienden al actual presidente, al no entender la razón principal de la crítica en todo el mundo y sobre todo dentro del país porque nadie se atrevió a condenar esa separación, una de las acciones más inhumanas ocurridas en numerosas ocasiones en dictaduras de algún país europeo en los años 40 y de países musulmanes en los últimos años, por el Oriente Medio y África.
Estos últimos han sido explicados como una acción derivada de las características del tipo de gobiernos teocráticos, de hecho. Pero en un país con raíces del cristianismo, en el cual desde hace dos mil años la esencia de la sociedad ha sido la familia, es imposible explicar ese tipo de decisión hecha con la idea de sostener a los votantes republicanos basados en fundamentalismos bíblicos, porque no existe ninguna sugerencia ni lejanamente parecida a algo similar. Eso no existe en la Biblia en versión del catolicismo ni en la de cualquiera de las denominaciones no-católicas. Como si no fuera poco, no se necesita ningún análisis de este tipo: la simple filosofía griega y las de otras culturas milenarias orientan en el más elemental sentido común.
El gobierno de Jimmy Morales ha hecho casi nada en favor del regreso de los niños secuestrados, en una de sus más vergonzosas acciones. En vista de su cercanía inexplicable a Washington, tiene la obligación de pedir esa reunificación. Se sabe dónde están los niños. Se sabe cuáles serán los efectos psicológicos para el resto de sus vidas, aunque regresen, y no digamos si ese arrancamiento se mantiene. Por aparte, es necesario comprender la abismal diferencia entre el pueblo estadounidense al compararlo con muchas de sus autoridades y sobre todo de las actuales, encabezadas por Trump. La tormenta político-socialideológica destapada por él sólo se quitará en mucho, pero no en todo, de dar un nuevo marcha atrás y buscar a los pequeños secuestrados.