LA ERA DEL FAUNO

Morales no es payaso, sírvanse respetar a los payasos

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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El señor en cuestión nunca fue payaso, entendido como artista clown que tiene algún marco filosófico y un sentido estético del mundo. El clown es respetable. El arte de hacer reír es difícil y no lo hace cualquiera. Fue tan payaso como presidente es ahora: nada. No es que él se autodenomine payaso, es que ya se comió todos los insultos y no ha quedado otra que restregarle su pasado como cómico llamándole payaso.

Pero este señor pasó de supuesto comediante a supuesto presidente. Fue más bien un empresario de la risa, alguien que supo advertir la necesidad de la gente de divertirse, aunque sea con poca cosa. Hay una clase de espectáculo en cafés teatro, o en sobras humanas cocidas en bodrios tipo Teco temió, o en series de televisión racistas y mal actuadas. De ahí viene Morales. Cierta clase de histriones avispados han hecho del teatro una carcajada envuelta en morcilla.

Hay payasos callejeros, de circo, de teatro, médicos bienintencionados o para distraer a los toros. ¿Qué clase de payaso es o ha sido Morales? Ninguno. Tampoco como actor fue brillante. Astuto, sí, aprendió las técnicas y llegó a la presidencia. Aun cuando haya hecho series cómicas y actuado en películas, no pasó de la burla, no se formó ni dentro ni fuera de una academia. Si a cómicos vamos: Buster Keaton, Cantinflas, Chaplin, los hermanos Tonetti o Pierre Étaix. Los del Cirque du Soleil. En nuestro país, el clown es poco cultivado. Gran exponente es Panchorizo: jamás bufón de entretenimiento; hábil malabarista, trepador de cuerdas, saltimbanqui de zapatones, gran personalidad.

Antes de proseguir, una sugerencia: diviértase cuatro minutos observando al payaso Fratellini (en especial, un video de 1947). Mi otra recomendación es Avner el Excéntrico —soy su fan— (Avner at Moisture Fest 2011, aproximadamente 15 min).

Prosigamos. Morales no es payaso, sírvanse respetar a los payasos. Que lo llamen así ha de ofender a cómicos de profesión. Digamos que usted es ingeniero, mago, escritor, vendedor o abogado y por el hecho serlo, y porque hay cafres en su misma actividad, le lanzan este oprobio: “Morales fue mago, como Raulinsky, qué vergüenza”. O “Es abogado, para más señas”. Se suele enfatizar que “fue actor” y ahora es presidente, como si la gente de teatro tuviera que cargar con la maldición de un farsante. Los verdaderos actores pueden ser buenos funcionarios; de hecho, tienen gran poder, cautivan y por eso los fascistas los detestan. Son capaces de provocar transformaciones sociales. Son un peligro para las dictaduras. La gente de teatro tiene un poder semejante al de los políticos, pero en el buen sentido; con sus técnicas —ya sea de inventiva personal o a la sombra de Brecht, Becket, Stanislavsky, Grotowski, Meyerhold o Ariane Mnouchkine— inciden en su sociedad.

La incapacidad de Morales no le viene de la actuación, le viene de la cuna o de su desorientación actual, no de una academia de teatro ni de disciplina autodidacta. El fantoche en cuestión llegó al poder aprovechando su conocimiento de los signos teatrales para convencer a las masas. Muchos creyeron que Pedro Infante en su vida real era Pepe el Toro y carpintero; Sylvester Stallone, un gran boxeador, y —cómo no— Jimmy Morales un presidente de a sombrero. Guatemala sufre las consecuencias de su decisión y no es por haber elegido a un payaso, sino a un mentiroso.

Honremos a los grandes actores, actrices y payasos, vivos y fallecidos. Nos han hecho reír y pensar, acaso llorar. Recién murieron dos buenos actores: Édgar Hernández Castro y Manuel Lizandro Chávez. Grandes por siempre.

@juanlemus9

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