LA ERA DEL FAUNO
Las opciones: pobreza, muerte o jaulas
Las personas no emigran porque quieran viajar y conocer Estados Unidos, pasarla bien y comprarse tenis. Se van de este país huyendo de la muerte. Esto es algo difícil de entender para ciertos capitalinos acostumbrados a las “comodidades” esclavizantes de las áreas urbanas. A muchos les parece imposible que alguien no tenga oportunidades de trabajo.
No lo entienden porque la marginalidad y la pobreza son esferas de otra dimensión. Creen que la gente, por pobre que sea, podría luchar en su aldea, vender tortillas, comer aunque sea frijoles, poner un negocio y morir aplaudidos por el esfuerzo de toda una vida por enviar a sus hijos a la escuela. O como escuché decir a una persona arraigada en su liberalismo, profesora de la Marroquín: “La señora no tenía nada, pero tenía honradez”. Si de eso se tratara, bastaría con sentarnos a la mesa y servirnos platos de nuestras cualidades. Se requiere levantar la mirada, informarse más para aproximarse a la realidad criticada.
A diferencia de otras culturas, nosotros requerimos de un doble esfuerzo porque las palabras “pobreza, muerte, exclusión”, nos dicen ya poco. Escarbar su significado requiere un esfuerzo intelectual. Quiero decir que no calan porque son rutina. El pan nuestro de cada día es la pobreza, la exclusión y la muerte, jerga política partidista. Y es que junto son el derrumbe de sus valores más elementales, las sociedades acarrean un derrumbe lingüístico: el significado del dolor adquiere uso publicitario.
La necesidad de migrar tiene que ver con la vida, con la muerte, con la rutina y con el vacío de cada persona que se va. Quienes tenemos estudios, aunque sea los básicos, y tenemos posibilidades de cenar en algún restaurante de vez en cuando, movilizarnos en auto o en bus, o ver por televisión partidos de futbol; quienes tenemos eso damos por sentado que los demás podrían hacer lo mismo si quisieran. Según esa mentalidad, los demás no deberían exponerse con sus hijos a cruzar esa frontera de la muerte y parar en jaulas.
Pero sucede que la pobreza no es opcional, es impuesta. Las personas se van empujadas por el Estado de Guatemala. Algunos migrantes, antes de serlo, intentaron poner algún negocio, una tortillería, alguna tiendecita, pero resultaron trabajando para las pandillas. El gobierno los ha abandonado; especialmente el actual, parásito y trepador.
La orden de Trump en materia de inmigración, de arrebatar a sus hijos de sus parientes, provocó daños irreparables. Hay casi 6 mil niños migrantes guatemaltecos no acompañados repartidos en albergues, a los que se suman unos 465 que fueron separados de sus padres esta semana.
Los tres millones de guatemaltecos migrantes en Estados Unidos no se fueron buscando el “sueño americano”, sino huyendo del infierno guatemalteco. Infierno del cual es culpable Estados Unidos porque nos invadió primero. En Centroamérica provocó y financió guerras y eso tuvo como consecuencia tanta miseria. Países como el nuestro que alguna vez quisieron ser libres, recibieron la paranoia anticomunista de Estados Unidos que armó ejércitos, puso y quitó presidentes, como fue nuestro caso en 1954. A los sobrevivientes de tierras arrasadas o recluidas en campos de concentración disfrazados de Polos de Desarrollo y aldeas Modelo, no les quedó sino huir. ¿A dónde querían ustedes que fueran? No solo a la capital, donde pasaron de las brasas a las llamas, sino a Estados Unidos donde antes por lo menos les pagaban por su trabajo. Aquel intento por cambiar de vida se expande por generaciones y los niños del este siglo son las nuevas víctimas.
@juanlemus9