SIN FRONTERAS

Tomo su palabra. Toco su puerta

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Fue en diciembre pasado, más o menos, que el recién instalado viceministro Pablo García Sáenz, me invitó a intercambiar perspectivas, a su despacho en Cancillería. Sorpresivamente, la canciller Jovel apareció a la mitad de la reunión. En un gesto deferente, me dijo que llegaba a conocerme, y poner la disposición de la Cancillería para algún asunto que pudiera considerar de importancia. Muchos asuntos importantes han pasado desde entonces; pero llegó el momento en que tomaré la palabra de la canciller Jovel.

Conocí anteayer a Johana. Pasaba por La Reforma, cuando vi que un grupo protestaba frente a la embajada de EE. UU. Exigían el cese de la política del presidente Trump, que encarcela a migrantes y arrebata a niños de los brazos de sus padres. Llegué al lugar, y vi a una manifestante que sobresalía. Modesta cartulina en mano, con dos fotografías de un pequeño niño. “Yo Soy Madre De ANTHONY”, escribió a mano con letras grandes. “Devuélvanmelo por favor”. Johanna. Madre soltera. Joven, chiquita, sola. Sin un peso en la bolsa, frente al bunker de La Reforma, que no contesta dónde está su chiquito, o si algún día lo volverá a ver.

Johana emigró a EE. UU. en mayo. Su actual pareja, que vive en Virginia, le pagó el viaje para una vida mejor; una vida juntos. Se llevó a Anthony, de ocho, pues no concibe la vida sin su hijo. Atrasados en noticias, se entregaron a “la Migra”, pues creyeron que al ir como familia, tendrían el favor de un Estado humano. Pero eso de compadecerse de quienes se exilian del desastre centroamericano, fue cosa del pasado. Los llevaron a La Hielera, donde acurrucados resistieron una noche bajo la sábana de aluminio. Al día siguiente, con sadismo despiadado, un policía les dijo que a Anthony lo darían en adopción. Comenzó ahí un verdadero infierno, que no termina para Johanna. Madre soltera. Joven, chiquita, sola. Sin un peso en la bolsa, en la cárcel de Texas. Y ciertamente, dos horas después, se lo quitaron de los brazos. Y aunque todavía corrió para prenderse de él, fue interceptada, mientras se lo llevaron hacia lo desconocido. Quería decirle “sé fuerte”, dice Johana. Pero no le permitieron una última palabra.

Ella se opuso al trámite de deportación. Se aferró a la idea de que si resistía, lograría revertir la política que separa a las familias. Pero nadie, ni nada, estaba de su lado. Policías enojados; gritos y regaños. De comida, panes tiesos con queso frío. Johanna, quebrada. Finalmente, por teléfono le habló alguien del consulado guatemalteco; le dijo que si aceptaba la deportación, su hijo viajaría con ella de regreso a Guatemala. El último engaño. Entró en histeria cuando llegó al avión, y Anthony no estaba ahí. Defraudada y forcejeada, fue abordada al vuelo donde su espíritu colapsó. En Guatemala, pasó como una deportada cualquiera. Nada, ni nadie, brindó asistencia especial, para la reunificación familiar.

El Gobierno escribió esta semana un comunicado, donde insiste que la política exterior del presidente Morales, tiene como eje prioritario el tema migratorio; que la canciller Jovel ha dado especial seguimiento al trabajo de los 19 consulados en esta crisis; y que brinda atención especial a los casos que involucran a niños migrantes. Que dan seguimiento, y agilizan la reunificación familiar. Sin embargo, Johana, no sabe ni dónde está su hijo; ni si lo volverá a ver. Joven, chiquita, sola. Sin un peso en la bolsa, le toca hoy la puerta a la canciller Jovel, a quien yo tomaré la palabra. Y a quien llamaremos esta semana, buscando audiencia personal. Confiamos en que este tormento será meritorio de la buena disposición, ofrecida en diciembre pasado.

@pepsol

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.

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