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¿Quién fue Poncio Pilatos?

Fue el quinto prefecto de Judea y gobernó desde el año 26 al 37 en esa provincia que llevaba dos décadas bajo el dominio romano. 

Representación de Poncio Pilatos en la procesión de Jesús Nazareno de Beatas de Belén. (Foto: Néstor Galicia)

Representación de Poncio Pilatos en la procesión de Jesús Nazareno de Beatas de Belén. (Foto: Néstor Galicia)

Pilatos, de cuya vida poco sabemos con certeza, permaneció en Jerusalén hasta justo antes de la muerte de Tiberio, en el 37.

Según los evangelios apócrifos, cayó en desgracia con Calígula, el nuevo emperador. Desterrado a la Galia, dice la tradición, terminó quitándose la vida en Vienne.

Si bien Jesús nació bajo el mandato de Herodes el Grande, rey de Judea y Galilea, y con Octavio Augusto gobernando Roma, su predicación, muerte y resurrección transcurre en pleno reinado de Tiberio.

El procurador de Judea, según relata el intelectual francés Roger Caillois en Poncio Pilatos. El dilema del poder, era un hombre optimista que huía de las complicaciones.

En el proceso contra Jesús se vio entre la espada y la pared, en una de esas situaciones sin salida que aborrecía por su carácter. Estoico y pragmático, nunca comulgó con el fanatismo reinante y era un intelectual tolerante y amante de la filosofía griega, explica Caillois.

Día fatídico

Casado con Prócula, quien en pleno proceso a Jesús le reveló un sueño premonitorio y le instó a salvarle la vida, Pilatos pasó a la historia, a su pesar, aquel día fatídico en que Caifás le llevó preso a quien se proclamaba el Mesías.

Caifás era el presidente del Sanedrín, un consejo de 71 notables. Caifás y su suegro, Anás, acudieron a Pilatos porque habían condenado a muerte a Jesús y necesitaban que Roma confirmara la pena ese mismo día para que fuera crucificado.

Su pecado: haberse declarado el Mesías, hacer milagros en sábado y proclamarse rey, algo que, según el Sanedrín, Roma no podía tolerar.

Pilatos veía a Jesús como un simple iluminado, y de hecho, según se desprende de los Evangelios, le interrogó con un punto de ironía y superioridad intelectual.

Para evitar la imagen que le imponía la sentencia, procedió a hacer él mismo la instrucción judicial. Una de sus primeras dudas fue si el Sanedrín de Jerusalén tenía competencias sobre un galileo como Jesús.

La jurisdicción, pensó Pilatos, era de Herodes, rey de Galilea, por lo que lo puso primero en sus manos. Casualmente, en ese momento Herodes se encontraba en Jerusalén, así que el trámite fue rápido, porque este invitó a Jesús a que hiciera un milagro para demostrar su divinidad. Al negarse el preso, fue devuelto a Pilatos.

También Pilatos tenía prisa, como el Sanedrín, para resolver el problema, ya que era Pascua y víspera del sábado. Temía desórdenes si se negaba a ejecutar la pena, porque la turba que rodeaba la sede del gobierno implorando justicia le asustaba. Sabía que Jesús tenía apoyos en los sectores rurales, frente a la hostilidad urbana de los rabinos judíos, según Caillois.

Pero Pilatos era un mar de dudas, ya que matar a Jesús era más sencillo que aguantar la presión popular y la incomprensión de Roma ante esa debilidad. La cuestión, dice Caillois, era “salir del avispero sin que pareciera que se tomaba partido”. Porque una injusticia ofrece menos inconvenientes que un desorden.

Enseguida el romano vio la luz: en Pascua había que indultar a un reo y puso en manos del pueblo la decisión. La multitud indultaría a Barrabás, como preveía, y él se lavaría las manos.

Lavarse las manos no es solo una frase hecha que ha quedado como símbolo de cobardía. En Judea era un ritual para borrar las manchas que deja una falta o un sacrilegio, o para alejar los malos espíritus. Poncio Pilatos encargó una fuente, un aguamanil de plata y un blanco lienzo. El resto de la historia ya se conoce.

Tras la resurrección de Jesús, relata Caillois, Pilatos congregó nuevamente al Sanedrín. Allí, Anás y Caifás le confesarán que efectivamente es el Mesías y que, por un terrible designio, han crucificado al Hijo de Dios.

¿San Poncio Pilato?

Destituido años después por el gobernador de Siria, Vitelio, Pilatos es llamado a Roma, Italia, según testimonios apócrifos. Desterrado, se suicidó en Vienne, en las Galias, tras la muerte de Tiberio, relata alguna de las fuentes de esa época. Curiosamente fue canonizado por la Iglesia etíope y venerado el 19 de junio.

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