EDITORIAL
Heroísmo en las aulas
La velocidad de los cambios productivos, competitivos y comerciales obliga cada vez con mayor insistencia a los guatemaltecos a lograr mejores niveles de desempeño, a desarrollar nuevas competencias laborales y aportar innovaciones en procesos, tecnología y organización a las compañías en las cuales trabajan, a dependencias del Estado donde presten sus servicios y también a emprendimientos personales, grupales o comunitarios.
En esa dinámica de aprendizajes, los maestros juegan un papel esencial a través de los conocimientos que transmiten, pero también de la metodología de enseñanza, la actitud de servicio y la mística de trabajo demostrada. En todos los niveles, desde preprimaria hasta la universidad, en carreras humanísticas o técnicas, talleres de breve duración o licenciaturas, los maestros constituyen eslabones claves para motivar la adquisición y asimilación de contenidos.
Para valorar y difundir los esfuerzos sobresalientes de docentes de planteles públicos de todo el país, existe el premio Maestro 100 Puntos, entregado el jueves último y que exalta la perfecta fusión entre creatividad y misión didáctica a través de experiencias concretas que a su vez se convierten en modelos para otros mentores. Se trata de historias que rayan con el heroísmo, puesto que son soluciones de gran beneficio en medio de las precariedades.
Juan Luis Xuruc es maestro unitario, es decir que imparte, en español y k’iche’, los seis grados de primaria en una escuela del paraje Pakisis, aldea Tzanixnam, Totonicapán. Para facilitar el aprendizaje de ciertos conceptos de Lenguaje, Matemática o Ciencias, utiliza materiales y juegos didácticos elaborados con materiales de reciclaje. Un reto similar afronta Sergio Flores, quien da clases en la escuela del caserío Nueva Vida, Morales, Izabal, y que involucra a los padres de familia como protagonistas activos en el rendimiento escolar de los niños. Vilma Queché, en Panajachel, Sololá, desarrolló proyectos de aplicación del método científico para estudiantes de cuarto y quinto bachillerato, a fin de estimular su creatividad y trasladar los conceptos abstractos a la práctica, mediante un laboratorio que instalan en la cancha deportiva del plantel.
Estos son tan solo tres ejemplos de lo que se puede lograr con una mística de trabajo centrada en la excelencia y la empatía con los estudiantes, quienes además de retener conceptos pueden ponerlos en práctica y sumarlos a un bagaje creciente, lo cual a su vez posibilita que lleguen mejor preparados al diversificado y con una actitud tendiente al crecimiento personal pero comprometidos con el servicio a su comunidad. Y es que el mayor tesoro que un maestro puede compartir con sus alumnos no es un cúmulo de información, sino el ejemplo de responsabilidad, coherencia de valores y la alegría de servir más allá de una plaza laboral.
Estos excepcionales logros cotidianos merecen no solo ser conocidos, sino imitados mediante la aplicación sistemática de todos aquellos procedimientos pedagógicos distintos que, lógicamente, dan resultados distintos y óptimos, sobre todo en una nación que necesita ser reinventada con valores y acciones.