POR LA LIBERTAD
A 30 años de la caída del Muro
El pasado 9 de noviembre se cumplieron 30 años de la caída del Muro de Berlín, al que mucho llamamos el “Muro de la Vergüenza”. Vi en vivo por televisión ese momento impresionante que asombró positivamente al mundo entero. Todavía me asombra la maldad del ser humano, de su capacidad de haber construido un muro separando familias enteras en una misma ciudad. Un régimen comunista que esclavizó a sus ciudadanos, despreciando sus derechos fundamentales a la vida, la propiedad y la libertad. Ese muro representa lo peor de nosotros y la miserable visión socialista de un mundo sin propiedad ni libertad en el que todos deben ser sometidos a lo que los gobernantes quieren y deciden. Un mundo de promesas fallidas, engaños, sometimientos, privilegios de unos pocos sobre el resto, de la clase política, quienes justifican cualquier medio con tal de alcanzar sus perversos fines. Y al final, la única forma de someter a los ciudadanos a estos fatídicos regímenes era con paredes impasables y la brutal fuerza de un grupo de policías y militares armados hasta los dientes con derecho a disparar a matar sin ser juzgados ni cuestionados por ello.
' Todavía me asombro de la maldad del ser humano, de su capacidad de haber construido un muro, separando familias enteras en una misma ciudad.
Ramón Parellada C.
Y esto me lleva a otros temas en Latinoamérica. Mientras que, en Chile, la izquierda parece ignorar lo ocurrido en Berlín, destruyendo violentamente propiedad ajena, utilizando una agresividad sin precedentes ante la pasividad del flojo y populista gobierno de Piñera, y pidiendo una nueva Constitución que me temo que será esclavizante, en Bolivia las cosas huelen nuevamente a libertad. El pueblo indignado por el demostrado fraude electoral que pretendía perpetuar a Evo Morales en el poder salió en masa a defender su libertad y democracia. Evo tuvo que renunciar y salió hacia México donde encontró asilo político. Lo de Bolivia es esperanzador. Lo de Chile es una vergüenza. Los chilenos o cualquier persona del país que sea tienen derecho a protestar, pero no a destruir, robar ni matar. El Gobierno debe cumplir con su función básica de hacer respetar los derechos fundamentales del ser humano; es decir, su derecho a la vida, la propiedad y la libertad. Si no cumple con ello, no se justifica su existencia.
Pero el ser humano es olvidadizo y prefiere muchas veces la seguridad a la libertad, cediendo esta última a cambio de unas migajas. Y esto es lo que vemos que pasó en Argentina, donde la gente volvió a votar por un gobierno peronista que ha saqueado y empobrecido a sus habitantes. Pero tienen un discurso hermoso porque dicen que es más humano. Lo que no dicen es que no funciona, restringe la libertad de las personas, las vuelve esclavas, miserables y las empobrece.
Y al otro lado del charco, otro desastre está por comenzar. En España se viene, como me dijo un amigo conocedor del tema político, “un gobierno de socialistas, con dos partidos comunistas coaligados y rivalizando entre sí a ver quién impone medidas más radicales. En menos de dos años España estará hundida”. Espero que la oposición pueda frenar cualquier disparate de esta alianza entre socialistas y comunistas.
La caída del muro significó la vuelta a la libertad y la alegría de dejar atrás una etapa negra en la historia de la humanidad. El capitalismo venció al comunismo porque el ser humano es libre por naturaleza y esa libertad es el fundamento moral que lo hace superior sobre cualquier régimen que esclavice a sus ciudadanos. Treinta años después seguimos celebrando con alegría la caída de ese muro, el “muro de la vergüenza”. Pero a muchos se les olvida esa historia negra de la humanidad, la del comunismo, y estamos a punto de repetir los errores del pasado.