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La especialista afirma que la intolerancia a un alimento nunca debe ser autodiagnosticada, sino que el diagnóstico debe ser siempre de un médico. Lo que está claro es que una intolerancia de este tipo no puede tratarse con medicamentos. En lugar de ello, un nutricionista analiza en base al diario de alimentación y síntomas que lleva el paciente cuáles son los alimentos que no tolera.
“A veces, eliminar ese alimento que nos enferma es la única terapia que vale la pena”, dice la especialista Silke Restemeyer de la Sociedad Alemana de Nutrición (DGE, por sus siglas en alemán). Muchas veces no es necesario renunciar completamente a la lactosa
“Cuando hay intolerancia a la lactosa, por ejemplo, el cuerpo no puede digerir el azúcar (lactosa) que hay en la leche”, explica Lämmel. Esta es una de las intolerancias más comunes y produce malestares intestinales como gases y diarreas.
Así y todo, incluso los productos libres de lactosa tienen un poco de ella. La intolerancia depende de la cantidad. “Muy pocas personas con intolerancia deben renunciar por completo a la lactosa”, dice Restemeyer.
Es por eso que estos nuevos productos sólo tienen sentido si los originales, como la leche y la nata fresca, contienen mucha lactosa. “En estos productos ‘libres de’, la lactosa se dividió previamente en sus componentes, glucosa y galactosa, gracias al añadido de una encima, la lactasa. Esto hace que esta leche compuesta por estos dos azúcares simples sea un poco más dulce”, explica la especialista en consumo alemana Angela Clausen.
Qué tener en cuenta en los productos libres de gluten
La celiaquía, en cambio, es una enfermedad grave del intestino en la que la persona afectada debe alimentarse estrictamente sin gluten. En el pan libre de gluten, por ejemplo, “se eliminan los cereales más comunes como la espelta y el trigo porque contienen gluten y son reemplazados por pseudo-cereales como la quinoa y el mijo”, dice Lämmel.
“Pero de esta forma la masa no leva tanto, por eso los fabricantes suelen trabajar con levaduras o espesantes”, añade.
Además, de acuerdo con Restemeyer, algunos productos libres de gluten tienen un mayor contenido de grasas, mientras que el contenido de fibras, vitaminas y minerales es menor. “Siempre les digo a mis pacientes que no reemplacen de a uno los productos, sino que deberían consumir en general menos hidratos de carbono”, afirma Lämmel.
Pero esto no significa que sea razonable renunciar voluntariamente a los productos con gluten porque lo dicen las revistas o las páginas de Internet. “Se convence a las personas de que comprando el producto de reemplazo hacen algo bueno por su salud o que los cereales normales engordan o enferman. Criticamos esta postura”, dice Clausen.
Además, esto puede generar directamente problemas: “Me puedo crear solo una intolerancia”, explica Lämmel. “Si durante mucho tiempo no le doy lactosa a mi cuerpo, se olvida de cómo dividirla”, asegura.
La etiqueta “libre de” como estrategia de marketing
A pesar de todo esto, esta tendencia sigue en alza, y la industria saca provecho de ello. Si hace 15 años apenas existían productos “libres de”, ahora llevan esa etiqueta incluso productos que no contienen lactosa ni gluten naturalmente.
“Incluso hemos encontrado agua mineral con la etiqueta de ‘libre de gluten'”, asegura Clausen. “Eso es hacer publicidad con obviedades. Se juega con la ignorancia de los compradores. Eso permite vender el producto mejor y más barato”, afirma.
Lo mismo opina el nutricionista Hans Hauner de la Universidad Técnica de Múnich (TU München): “El proceso de fabricación requiere de costos adicionales mínimos. Pero al final, el margen de ganancia se vuelve mayor porque los productos son presentados como especialmente atractivos. Y porque hay un grupo específico que cree en esto y está dispuesto a desembolsar más dinero”, explica.
Además, añade que en este rubro la competencia no es tan brutal como en el caso de alimentos más convencionales.
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