LA ERA DEL FAUNO
La génesis del tema
No sé usted, pero yo tengo días en los que quisiera prestar atención a otros asuntos que no sean la política ni los problemas de este país, y de repente, la realidad emerge de cualquier espacio como un ave de conciencias que sale a picotear. Ayer, por ejemplo, me puse a leer una historia muy bonita sobre un leñador que era muy eficiente; tanto lo era que por estar cortando árboles no tenía tiempo ni siquiera de afilar su hacha y por eso se volvió un leñador inútil. Sin relación alguna, al finalizar la lectura, me hice esta pregunta: “¿Qué se sentirá tener un presidente?, pues en Guatemala no lo tenemos. Morales es ilegítimo”. Una disrupción, lo sé, un decurso violentado por la vida real, pues nada tiene que ver la historia leída con lo que me cuestioné. Sucede.
Me sentí un poco afligido por tal digresión. Al mismo tiempo, quedé pensando en el hacha y el presidente. ¿Qué haría yo —me torturé— para depurar al gobierno? Debo ser honesto, no serviría para el cargo porque solo se me ocurrieron soluciones medievales como restituir el potro, la Dama de hierro y las máscaras de cerdo.
Las inconformidades se ocultan dentro de nosotros. Se enroscan y esperan un poco de luz, una grieta para salir y reivindicarse. Afortunadamente, es así.
Historias como la del leñador, casi siempre anónimas, suelen tener giros moralistas añadidos al antojo de quien las reproduce. Esta, tenía una moraleja sobre la importancia de hacer un alto en momentos de la vida y no sé qué otras cosas. Leída la moraleja —la moraleja—, sin qué ni para qué, resulté, de nuevo, atorado en fantasmas locales y escribí, para esta columna: “Hijo obediente de Dios, Jimmy Morales no cedió a la primera tentación de Lucifer, la de comer del árbol del conocimiento. El bien y el mal para él están permutados. Lo que es bueno para el país es malo para él y viceversa. No se le avisó que hubo una contraorden surgida tras la primera falta edénica, que la pareja expulsada fue lanzada a trabajar y eso significa aprender cosas, desarrollar talentos y analizar situaciones”.
Qué difícil abandonarse a otras cosas. ¿Qué tiene que ver un leñador con este farsante? ¿Por qué esa tarde resonaron en mí las moralejas como si fuesen aguas putrefactas de Lucifer? Más tarde: “Difícil ha de ser gobernar un país, cualquier país, ya no digamos este con sus peculiaridades, pero es de corruptos meterse a gobernar para robar, pagar favores o destruir los pasos dados en favor de la justicia. Al igual que millones de guatemaltecos, no me animaría a buscar un puesto de ese tamaño porque dirigir un país es un privilegio que requiere alta preparación. Es la oportunidad de transformar el rumbo. Se ha optado, sin embargo, por colocar al peor cómico, al más avispado e ignorante, al que mejor mintió. Eso, se paga caro”.
A estas alturas, mi deseo de abordar el tema me poseyó por entero, en su nivel más fuerte; debió ser por eso que recordé unas “Ociosidades” escritas por el gran poeta Humberto Ak'abal, quien me las compartió hace pocos días. Así que fui a mi correo con el hambre del desesperado y allí estaba el alimento, la dosis que necesitaba en el momento justo: “Ociosidades II. Presidente caracol: enconchado,/ cornudo,/ baboso/ y arrastrado”. Bárbaro, Ak'abal. Escribí -ya prendido-: “Morales es como un suicida. No un suicida por motivos ideológicos o religiosos, sino personales. Su lema podría ser: ‘Si me van a hundir, hundámonos todos’. El tipo es peligroso. Ridículo, cierto, pero más que todo peligroso”.
Finalmente, creí que sería buena idea compartirle hoy estas vicisitudes, a ratos tormentosas.
@juanlemus9