El monto de dinero asignado en ayuda a los palestinos que motivó el tuit presidencial fue de US$260 millones en 2016. Adicionalmente, Washington es el principal donante a la agencia especializada de Naciones Unidas para el apoyo a los refugiados palestinos, UNRWA por sus siglas en inglés, a la que asignó US$368 millones en 2016.
Los más favorecidos
Sin embargo, según datos disponibles en el sitio web de la agencia de Estados Unidos para el desarrollo internacional, USAID, Estados Unidos dedica cerca de seis veces más en ayuda financiera a Israel, país que recibe más de US$3.000 millones anuales de Washington.
La casi totalidad de esta ayuda a Israel está contenida en apoyo militar, siendo el gobierno israelí uno de los principales recipientes de dinero estadounidense en el mundo.
Además de la necesidad de apoyar al aliado más cercano de Washington en la región, esta ayuda cuenta por lo general con el respaldo de la comunidad judía en Estados Unidos, que tradicionalmente ha movilizado su significativo poder político para garantizar un flujo constante de recursos a Israel y su supremacía militar en una región donde no le faltan enemigos.
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Sin embargo, Israel no es el principal beneficiario de la ayuda estadounidense en Medio Oriente.
Este puesto le corresponde a Irak, país que 15 años después del comienzo de la invasión estadounidense y la segunda guerra del Golfo, todavía padece de enormes problemas de inestabilidad e insurgencia.
La mayoría de las tropas estadounidenses se fueron durante el anterior gobierno de Barack Obama, pero Estados Unidos sigue invirtiendo más de US$5.000 millones anuales en ayuda económica y militar a Bagdad, buscando evitar que esta nación estratégica en Medio Oriente se desintegre por cuenta de las divisiones religiosas y políticas que han dado impulso a numerosas insurgencias, incluyendo la más reciente del llamado Estado Islámico.
Controversia
La lista de grandes beneficiarios del presupuesto estadounidense en Medio Oriente sigue con Egipto y Jordania, cada uno de los cuales recibe más de US$1.000 millones anuales, según información de USAID.
Egipto se convirtió en uno de los principales receptores de fondos de Washington después de los acuerdos de Camp David de finales de la década de 1970, cuando el entonces líder egipcio Anuar el Sadat tomó el paso histórico de hacer la paz con Israel en una negociación auspiciada por Washington.
Antes de eso, Egipto había sido un beneficiario importante de ayuda soviética, pero hacia el final de la Guerra Fría empezó a recibir el más moderno equipo militar estadounidense.
La ayuda estadounidense sobrevivió a las turbulencias políticas que Egipto experimentó durante la llamada Primavera Árabe, y pese a las pocas credenciales democráticas que sus opositores le reconocen al actual gobierno de Abdel Fattah el-Sisi en el Cairo, la relación se ha mantenido, aunque no sin sobresaltos.
En agosto de 2017, el gobierno de Trump suspendió temporalmente hasta US$290 millones en el paquete de ayuda por preocupaciones ante la postura del gobierno egipcio frente a los derechos humanos.
Los costos adicionales
Jordania también se ha beneficiado de los millones estadounidenses.
En este caso, la monarquía reinante es vista como pro-estadounidense y, en palabras del sitio web de la USAID, es “una voz de moderación, paz y reforma en Medio Oriente”, lo que la hace merecedora de US$1.200 millones anuales de fondos de Washington.
Como puede verse, Estados Unidos dedica más de US$10.000 millones anuales en ayuda directa a países del Medio Oriente. Y esto no incluye otros gastos que la superpotencia realiza para mantener un equilibrio favorable a sus intereses en la región.
Esto incluye el costo de mantener a la Quinta Flota de la Marina estadounidense, con su sede en Bahrein, encargada de garantizar la libre navegabilidad del Golfo Pérsico, una de las rutas claves del petróleo mundial.
Y bases militares como la de Al Udeid en Qatar, consideradas esenciales para el esfuerzo bélico contra Estado Islámico.
Los objetivos
¿Qué obtiene Estados Unidos a cambio de todo este gasto?
Los objetivos de política estadounidense en la región siempre han sido múltiples.
Incluyen la garantía de acceso de los países occidentales a los recursos petroleros de la zona, la protección de aliados tradicionales como Israel, y en años más recientes, el combate al terrorismo y la contención de lo que Estados Unidos y sus aliados ven como el expansionismo iraní en la región.
También, por muchos años, un aspecto central de la política estadounidense fue la búsqueda de un acuerdo de paz palestino-israelí. Trump mismo ha dicho que ese es el gran acuerdo que, de producirse bajo su mandato, sellaría su fama de “gran negociador”.
Aunque sus medidas recientes, que incluyen el anunciado recorte a los fondos palestinos, y sobre todo, la decisión de mudar su embajada en Israel a Jerusalén, hacen que muchos observadores vean cada vez más lejana esa posibilidad.
En cualquier caso, el problema palestino es apenas uno de los que motivan a la diplomacia estadounidense en la región, y si se mide por la cantidad de dinero que invirtió Washington en apoyar a sus autoridades, está varios puestos abajo en el escalafón de los aliados clave de Estados Unidos en Medio Oriente.