EDITORIAL

Tributo a un visionario

Joaquín Orellana es un músico guatemalteco cuya creatividad e incansable espíritu de experimentación lo han convertido en un auténtico orfebre de la sonoridad, un tejedor de intrincadas sinfonías, un escultor de instrumentos y auténtico poeta de sonidos y ritmos que colocan su creación entre los más originales aportes estéticos al mundo y también lo ubican como uno de los más perseverantes maestros de un tipo de composición musical inclasificable, pero universal.

Su más reciente creación, Sinfonía desde el tercer mundo, tuvo su estreno mundial este año en Atenas, Grecia, dentro de la globalmente famosa exposición de arte contemporáneo Documenta 14, a la cual Orellana fue invitado y que fue recibida con aclamación del público; algo similar ocurrió en septiembre, pero en Guatemala, cuando la obra se interpretó en el teatro Lux.

Estos logros no son sino un escalón más de una cadena de éxitos que datan de hace más de medio siglo, cuando estrenara su obra Meteora, en Argentina, en 1968, lo que fue considerado en esa época como la primera pieza electrónica de Centroamérica.

Orellana ha compartido en diversas entrevistas cómo desde su época estudiantil se involucró en causas sociales y protestas ciudadanas. De hecho fue una vivencia de encarcelamiento la que lo llevó a combinar cantos religiosos con gritos de torturados en un ensayo electroacústico. Asimismo, el surgimiento de sus útiles sonoros, creados a base de teclas de hormigo o materiales autóctonos, como conchas de tortuga y cañas de bambú, bautizados con emblemáticos nombres como Sonarimba o Imbaluna, entre muchos, que surgieron por la necesidad de registrar sonidos diferentes, pero que eran inspirados por el paisaje sonoro de las calles y tradiciones guatemaltecas, así como por el influjo de la marimba.

Las características más notables del maestro Orellana, además de su floreciente afán creativo y perseverancia, son su natural humildad y el espíritu de generosidad para compartir sus conocimientos y experiencias con las nuevas generaciones. A pesar de su prodigiosa inventiva, no le gusta ser considerado un genio, sino un observador atento de los detalles rutinarios que pueden ser reinventados y transformados en sonidos.

En atención a sus méritos, a su incomparable producción e incesante labor estética pese al poco apoyo estatal, Prensa Libre tiene el honor de nombrar Personaje del Año 2017 al maestro Joaquín Orellana, un artista que ha puesto a Guatemala en los ojos y oídos del mundo en una nota positiva en este ciclo de doce meses.

La gran lección que Orellana brinda a las nuevas generaciones es que la excelencia no depende de compadrazgos, sino del trabajo tesonero y coherente. Este creador ha conseguido marcar una huella indeleble en la historia artística del país sin buscar el lucro o el elogio gratuito, abierto a la crítica, sin vanagloriarse ni exigir prebendas. En una época en que el apoyo a las artes y sobre todo a los grandes talentos jóvenes del país pasa por grandes dificultades, Joaquín Orellana es un baluarte que demuestra el valor de la voluntad y el poder del amor a la patria.

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