FLORESCENCIA
Intermediarios
Hay un amplio margen de la población, que abarca a campesinos, profesionales, asalariados, nuevos empresarios, indígenas, jóvenes y estudiantes; mujeres, artistas, emprendedores y migrantes, que no se identifica con ningún extremo y que hoy no solo está dispuesto a sumar fuerzas, tejer redes de apoyo y poner a disposición del país sus capacidades y destrezas, sino que también urge de cuadros de liderazgo y representación.
Desde hace mucho tiempo que Guatemala se encuentra encallada en el subdesarrollo, muy cercana a la deriva del agujero de un Estado fallido, a no ser que los guatemaltecos hagamos un sobresfuerzo para sacarla a flote.
Y es que, a lo largo de la historia, el país ha heredado estructuras sociológicas y políticas basados en el permanente antagonismo ideológico que van de un extremo a otro. Independientemente del nombre y los matices conceptuales de estas categorías en el tiempo, el común denominador ha sido siempre la contradicción.
La crisis política e institucional derivada de corrupción e impunidad que han dominado a lo largo de los tiempos ha propiciado un creciente despertar ciudadano que al mismo tiempo ha puesto al descubierto una necesidad de la que pocos han reparado. Se trata de la urgencia de una nueva representación y un renovado liderazgo para liderar procesos políticos y sociales que canalicen el deseo de todos: el progreso de Guatemala.
Y es que queda claro que las categorías derecha/izquierda, los de arriba/los de abajo o élites oligarcas/clase trabajadora, son polaridades que, no obstante representan minorías de la población y han ostentado la opinión pública, cada vez vemos que tienen menos pertinencia.
Cualquier extremo no es digno de representarnos y no es vía para una verdadera transformación de país.
En el espectro que queda entre los extremos hay una gama heterogénea de grupos sociales hoy por hoy no representados que bien pudieran haber estado al margen de toda la dinámica actual o que están cada vez más decantados de cómo han manejado hasta ahora el destino del país.
Todos estos grupos sociales, en su conjunto, hacen una fuerza mayoritaria frente a las élites que han ostentando desde siempre el poder y los grupos de oposición clásicos.
Y qué decir de los migrantes que suman aproximadamente dos millones. Es un grupo de población que clama por ser escuchado, pero más importante aún es el anhelo de miles de ellos de volver e invertir, generar fuentes de empleo y aportar a su país, pero que hoy no encuentran condiciones para hacerlo. Incluso aquellos que han tenido que volver o ser regresados ansían un ambiente propicio para poner su talento al servicio del país. Por si esto no es evidente, es bueno prestarle atención a la Primera Cumbre de Migrantes y Retornados, organizada por los jóvenes de Socialab, en Xela, esta semana.
La dinámica social y política de Guatemala no está configurada solo en blanco y negro. De un polo a otro hay matices en las que radica la verdadera riqueza, la fuerza motora del cambio y la esperanza del progreso. Esto va más allá de la actividad electoral propiamente. Se trata de un nuevo contrato social en el marco de una democracia y la consecución de la justicia, la equidad, la igualdad y el respeto en la diversidad.
Así, pues, Guatemala necesita de cada uno de nosotros para salir a flote y avanzar. Hay un llamado a sumarnos a nuevas formas de hacer patria; a dejar las viejas prácticas basadas en la radicalidad y los extremos, y abrirse a las opciones de diálogo, convergencia, inclusión, respeto y tolerancia, para avanzar hacia el objetivo común: el progreso.
MarcosAntil.com