Después de un año, estos migrantes, así como miles que les siguieron en por lo menos otras cinco caravanas similares, no han logrado su objetivo. Muchos fueron deportados, otros aún permanecen en las ciudades fronterizas mexicanas con la esperanza de obtener asilo en EE. UU. y el resto, simplemente decidió retornar.
El 15 de octubre, dos días después de que se formara la caravana, el nutrido grupo de hondureños irrumpió en la frontera de Agua Caliente, entre Guatemala y Honduras, y justo hace un año atravesaba el territorio nacional.
Primero Esquipulas, Chiquimula, luego la ruta al Atlántico hasta llegar a la Casa del Migrante en al zona 1 capitalina, era el trayecto de la caravana. Luego tomaban el Periférico, hacia la ruta al Pacífico hasta llegar a Tecún Umán, San Marcos.
No se fueron caminando, aprovechaban los “jalones” que automovilistas les daban y la solidaridad de los guatemaltecos que poco a poco se fue diluyendo conforme se formaban más caravanas. Primero fueron hondureños, luego salvadoreños y finalmente migrantes de Guatemala los que se unían a los grupos.
Al llegar a México, en principio este país les negó el ingreso. Finalmente, se les permitió entrar con una visa humanitaria, con la cual atravesaron el país hasta llegar, la mayoría, a Tijuana, Baja California, frontera con San Diego, EE. UU. donde ya no pudieron concretar su “sueño americano”.
Políticas cambiaron
¿Pero qué ha cambiado en EE. UU., México y Centroamérica a raíz de estas masivas movilizaciones? El presidente Donald Trump ha impulsado una serie de restricciones con el fin de desincentivar a los migrantes y que han modificado (o podrían modificar) el panorama de los países. Puntualmente las medidas implementadas a raíz de las caravanas son:
- Política Quédate en México
- Firma de acuerdos de asilo con México y Centroamérica
- Acuerdos de seguridad con Guatemala y Honduras
- Más persecución en EE. UU.
- Militarización en las fronteras
Pero antes de tomar las primeras medidas, de alguna forma se fue generando el campo para anunciarlas. Por ejemplo, el mismo Trump dijo a finales de octubre del 2018 que las movilizaciones en caravanas eran una “invasión” a EE. UU., y que en las mismas viajaban infiltrados cientos de pandilleros y delincuentes.
Posteriormente, en marzo del 2019, también se habló de que una gigantesca caravana de 20 mil hondureños se estaba formando para partir a EE. UU. También se dijo que otra que podría incluir 30 mil personas se disponía a cruzar la frontera entre Colombia y Panamá.
Ni una ni la otra se produjeron.
No más asilo
Lo que sí ocurrió, en primer lugar, fueron medidas para negar el asilo a quienes llegaban a la frontera.
Así nació Quédate en México, política mediante la cual el gobierno estadounidense regresa a este país a los solicitantes de asilo que llegan a su frontera. De esa forma, miles de centroamericanos permanecen desde que fue implementada, a inicios de este año, en las ciudades fronterizas a la espera de que se resuelven sus casos de asilo.
La medida se enfrentó una serie de impugnaciones legales, pero finalmente cobró vigencia. De esa forma ni un solicitante de asilo que pida esta protección a EE. UU. tiene posibilidades de quedarse en ese país en lo que se tramita su solicitud, algo inédito y que ha sido fuertemente criticado por el riesgo que supone para los migrantes permanecer en México.
Acuerdos y más acuerdos
Desde inicios de año se comenzaron a llevar a cabo reuniones en México, Guatemala, El Salvador y Honduras, entre funcionarios de esos países, con el fin de llegar a acuerdos para contener la migración, y desde el vicepresidente estadounidense Mike Pence, hasta los responsables del Departamento de Seguridad Interna, primero Kirstjen Nielsen y luego Kevin McAleenan visitaron la región.
Estas negociaciones comenzaron a dar frutos y, la idea de volver a alguna de estas naciones tercer país seguro, que en principio se consideró imposible y hasta una broma, se fue tornando realidad, sobre todo después de las presiones que ejerció EE. UU. y a la amenaza favorita de Trump: subir aranceles a las importaciones de estos países.
México se negó a firmar tal acuerdo, pero a cambio militarizó su frontera sur con 15 mil soldados de la Guardia Nacional, consintió Quédate en México y aumentó en gran porcentaje las detenciones de migrantes centroamericanos y caribeños.
El resto de los países sí accedió a ser naciones receptoras de solicitantes de asilo.
Primero fue Guatemala que aceptó recibir a este tipo de migrantes de Honduras y El Salvador, países que también firmaron acuerdos con EE. UU. para aceptar a otros migrantes en busca de protección de otros países.
Con estos acuerdos, EE. UU. garantizó poner el cerrojo a la migración irregular.
Para garantizar el funcionamiento de estos acuerdos, EE. UU. también ha firmado otros convenios en materia de seguridad que, entre otros aspectos, permiten que personal estadounidense haga funciones de asesoría en materia de seguridad en Guatemala y Honduras.
A lo anterior se suma que EE. UU. ha endurecido los operativos en contra de los migrantes sin autorización para permanecer en ese país, también con el objetivo de desmotivar la intención de migrar desde Centroamérica.
Por ejemplo, en agosto pasado casi 400 guatemaltecos fueron detenidos en una serie de redadas en Misisipi, muchos fueron deportados y los que optaron por quedarse en ese país no tienen oportunidad de encontrar empleo por su condición irregular.
Situación ha empeorado
El sacerdote Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante, coincide en que el panorama cambió “para mal” un año después de las caravanas ya que a raíz de estas el Gobierno de EE. UU. “trata a los migrantes con odio, militarizando las fronteras y deportando injustificadamente” a miles de centroamericanos.
No obstante, Vezeletti agregó que los flujos migratorios no se han detenido y prueba de ello es que este año han atendido a más de nueve mil personas, una situación que no cambiará toda vez los estados no implementen políticas para sacar del subdesarrollo a las naciones.
“Nosotros esperábamos que luego de las caravanas hubiera un cambio en las autoridades; sin embargo, los gobiernos del norte de Centroamérica cayeron en la trampa de Donald Trump para transformar a nuestros países en tercer país seguro”, lamentó.
Por su parte, Danilo Rivera, analista del Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo, señaló que luego de los flujos masivos de migrantes del año pasado los estados se dedicaron a abordar la problemática desde un punto de vista de seguridad, con lo cual EE. UU. comenzó a impulsar convenios binacionales que el resto de países aceptó por obligación.
En ese sentido, añadió, aceptar se estados receptores de solicitantes de asilo sin tener las condiciones para recibirlos se transformará en una “bomba de tiempo” o una “olla de presión”.
Rivera expuso que es necesario cambiar la óptica de la seguridad con la que se está abordando la migración por la de bienestar humano y de las familias, y partir de reconocer que los migrantes son personas trabajadoras que aportan mucho a las economías de los países de origen y de destino.
Contenido relacionado
Migrantes: 24% de 1.4 millones de personas de origen guatemalteco en EE. UU. vive en pobreza
Belice se opone a ser usado como “país seguro” para migrantes por Estados Unidos
Juez bloquea normativa de Trump sobre deportación acelerada de inmigrantes