Al mundo “no le importa si la gente debe huir de la esclavitud, del hambre, buscando la libertad y mueren como ayer en Lampedusa“, lamentó el Papa, al recordar a los indocumentados fallecidos, la mayoría de ellos eritreos y somalíes, que huían del hambre y la guerra.
El Papa, hijo de emigrantes italianos, ya había expresado el jueves su indignación –“Es una vergüenza“, proclamó- por el drama de los africanos.
La peregrinación del primer papa proveniente del sur del mundo a la pequeña ciudad de Umbría tiene un fuerte valor simbólico.
En la sala donde Francisco de Asís se despojó en el siglo XIII de sus ropajes de joven rico hasta quedar desnudo, Francisco se reunió con los pobres de la ciudad para pronunciar un discurso sobre la necesidad de austeridad dentro de la Iglesia, a la que desea “pobre y para los pobres“.
“El espíritu mundano es la lepra, el cáncer de la sociedad, que mata a la Iglesia“, fustigó.
Para el Papa, la pobreza es la clave para alcanzar la reforma de la milenaria entidad, sacudida por escándalos y la falta de vocaciones.
El papa jesuita aprovechó su visita a la ciudad del santo italiano que ha inspirado el nombre de su pontificado para pedir por la paz en el mundo, condenar la violencia, las guerras y los conflictos que sacuden Siria y el Oriente Medio.
“Escuchen el grito de los que lloran, sufren y mueren a causa de la violencia“, rogó durante una concurrida misa celebrada en la plazoleta frente a la basílica de San Francisco.