SI ME PERMITE

Las verdaderas sonrisas no se pintan, se tienen

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“Opino que lo que se llama belleza, reside únicamente en la sonrisa”. León Tolstoi

Es más que frecuente que alguien nos haga el comentario de que debemos sonreír, sea esto porque estamos participando en una actividad pública o bien porque estamos siendo fotografiados, a lo cual respondemos a la solicitud y luego, cuando nos vemos en la foto que se tomó, nos vemos extraños. Claro está que correspondimos a la petición pero lo que hicimos fue pintar una sonrisa en nuestro rostro.

Es fundamental entender que la sonrisa no es simplemente un acomodamiento de los músculos del rostro para comunicar una sonrisa, es mucho más; es el sentimiento de lo más profundo de nosotros, que cuando está complacido o gratificado de algo corresponde con una expresión del rostro que definimos como sonrisa.

La realidad de nuestra manera de vivir, pensar y estructurar nuestra vida determinará si el rostro nuestro proyectará la sonrisa como un elemento natural que hace más agradable la convivencia que compartimos con los demás.

Dos elementos son determinantes para que la sonrisa se pueda lograr. Lo primero es ser realistas con las expectativas que tenemos de la vida, y cuando estamos caminando en ese sendero, la sonrisa es lo más espontáneo.

El segundo elemento inconfundible es la voluntad y la manera como sabemos usarla, entendiendo que puedo ser lo que quiero ser y esto determina que esté en lo que quiero estar. Si quiero estar a gusto en algo es siempre algo en lo cual el elemento volitivo participa.

Muchos hay de los que conocemos que ni ellos saben lo que quieren, por ello les es imposible delinear una sonrisa en su rostro.

Lo más agradable en esta vida es algo que si aceptamos podemos hacer agentes de cambio. En el caso de la sonrisa, cuando estoy sonriente y saludo a alguien o miro a alguien y le expreso una sonrisa, lo más frecuente es que se me devuelva la sonrisa de igual manera, sin que sea necesario que nos conozcamos, sino simplemente es un simple corresponder a una expresión recibida.

Esta realidad debería hacer de cada uno de nosotros promotores de rostros sonrientes y así nuestro medio sería un lugar agradable de convivencia.

Muy frecuentemente, cuando describen a alguien para identificarlo porque no es alguien conocido y tiene que encontrarse con alguna persona, el concepto de la sonrisa llega a ser un elemento que se destaca, sea esta por tenerla y expresarla o bien porque es alguien que no acostumbra hacerlo, porque este ingrediente, que es parte del rostro, es un elemento que nace en el interior de la persona, se entreteje en su personalidad y finalmente se pinta en el rostro. Esto se fundamenta en el hecho de que muchos tienen una sonrisa en su rostro, estén solos o con otros.

Hay situaciones que se viven, las que son ajenas a la voluntad, que borran la sonrisa habitual que tenemos y se marca un semblante de dolor y sufrimiento por lo que se está enfrentando. El ser humano tiene poder para cruzar de una situación a otra. El rostro es el primero que da testimonio de ello.

La realidad de este tema nos debe invitar a reflexionar en lo que estoy comunicando con mi rostro en el transcurso del día y mucho mejor si con una sonrisa auténtica y de corazón puedo cambiar la monotonía de vida que alguien está viviendo con una simple sonrisa compartida.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.