SI ME PERMITE
Los abruptos y la muestra del vacío de madurez
“Los hombres sabios hablan porque tienen algo que decir, los necios porque tienen que decir algo”. Platón.
Los imprevistos en nuestras expresiones pueden sorprender no solo a los que nos escuchan sino a nosotros mismos, que pensamos cómo fue que dije lo que acabo de decir.
Muchas ideas que están en nuestra mente y que las pensamos por lo que nos sucede o por lo que se nos dice, pueden en un momento inesperado proferirse y bajo ninguna manera se puede pedir que se nos las devuelva.
Claro está que cuando nos percatamos de lo dicho, inmediatamente expresamos las debidas disculpas del caso y por lo mismo de la educación se nos disculpa y posiblemente hasta se le agrega la frase “No tenga pena, lo comprendo”. Eso no implica que la persona lo pueda borrar de su mente y actúe como que nunca lo hubiera oído.
Allí en la mente estará lo oído y muy posiblemente en un momento de tener que evaluarnos, la frase volverá a tomar vida.
Es evidente que todo lo que pensamos es nuestro y nos pertenece, siempre y cuando otros no han participado en ese pensamiento, pero una vez que lo emitimos en forma audible ya no nos pertenece solo a nosotros, sino a todos aquellos que lo han escuchado. Por ello, si tenemos algo que decir, debemos primero estructurarlo y pensar cómo será recibido por los que habrán de oírlo. Si no estamos claros, mejor mantener silencio.
Cuántas veces recordamos de alguien que quería decirnos algo y cuando le preguntamos qué era lo que quería decirnos la respuesta es: “No, nada. Olvídalo”.
Seguramente nos quedamos con la gran incógnita de qué es lo que habría de decir y ya no lo dijo. Posiblemente, al repensarlo, la persona concluyó que mejor es el silencio que el tener que lamentar lo que se diría, y en especial si el modo no era lo correcto.
Muchos de los que admiramos en nuestras relaciones, con los que convivimos o trabajamos, son aquellos que por su madurez y prudencia son extremadamente cuidadosos y prudentes en lo que dicen, y por lo mismo es más que gratificante convivir con ellos. Por otra parte, hay aquellos a quienes no solo evitamos, sino nos cuidamos cuando estamos hablando o compartiendo algo que no sea una respuesta hiriente el final de la conversación.
Debemos admitir que en nuestro medio hay más heridos por lo que han oído que aquellos que han sido golpeados. Hay frases que nos marcan de por vida y difícilmente exista una medicina para que nos sane del desagradable recuerdo.
En nuestra sociedad de hoy, en la que cada vez estamos más carrereados y con menos privacidad, no es extraño que en un momento de tensión y molestia desmedida expresemos en un abrupto algo que cuando queramos corregir ya no sea posible.
Por ello lo prudente es evitarlo y también cuidarse de acumular internamente presiones que no tengamos la capacidad de manejar, para que no nos encontremos atrapados por una situación con la que tendremos que vivir el resto de nuestra vida.
No hay situaciones ni relaciones ideales, lo más apropiado es buscar las situaciones armónicas para que los extremos no nos amarguen la vida ni amarguemos la vida de los que comparten el entorno con nosotros.
Esto en ningún momento es fácil, pero las cosas que nos hacen ver bien es que en lo difícil podemos manejar toda la sobriedad necesaria para bien de todos.