EDITORIAL

Desafíos de futuro

La candidez de los niños es siempre enternecedora, pero también atronadora en su verdad. La demoledora fuerza de sus nobles anhelos expresados con palabras sencillas se impone debido a que están libres de segundas intenciones, de ulteriores intereses o de agendas ocultas. Un grupo de pequeños, reunidos por Prensa Libre con motivo del ya próximo Día del Niño, expresa su deseo por que cese la violencia, que se termine la corrupción y que la contaminación con desechos sólidos, líquidos y gaseosos se reduzca drásticamente. No son ajenos a ellos los problemas económicos y sociales, puesto que también reclaman empleo para sus padres y la oportunidad de tener un futuro mejor.

Se trata de requerimientos previsibles pero que adquieren un carácter de compromiso moral, sobre todo para las autoridades de Gobierno, funcionarios, diputados, jueces, magistrados, encargados de dependencias relacionadas con la salud, la nutrición y la educación.

Un país como Guatemala, en donde uno de cada tres habitantes tiene entre cero y 14 años, debería tener, al menos desde hace tres lustros, un plan sostenido, ininterrumpido y coherente para combatir la desnutrición aguda y crónica. Evidentemente no lo existe, porque los casos de la primera pasaron de nueve mil a 11 mil durante el gobierno feneciente; los casos crónicos, que golpean al 50% de la niñez, tienen aún muy poca atención, dado el desinterés de los congresistas por aprobar programas como Crecer Sano, que fue avalado tardíamente y entrará a funcionar de lleno hasta después del 14 de enero del 2020.

Pero la deuda moral y humana de los políticos no termina con este tema. Existe un rezago en infraestructura y equipamiento escolar, el cual se debe a diversas causas, desde falta de recursos, incumplimiento de programas y hasta la misma delincuencia común que ha saqueado planteles. Si bien el actual Ministerio de Educación ha tenido el acierto de aportar puntualmente para refacción escolar, también ha aceptado transar con el cuestionable liderazgo magisterial que busca su propio beneficio sin comprometerse con elevar la calidad educativa en el corto y mediano plazo.

La niñez que se forma en las escuelas en este momento será el capital humano que requerirá de oportunidades laborales en apenas 15 años, pero si solo cuentan con los mismos conocimientos repetitivos y limitadas habilidades de comprensión lectora o matemática, se encuentran en desventaja respecto de la niñez de otras naciones en donde se apuesta al aprendizaje por competencias, al desarrollo de la habilidad numérica y abstracta, con soporte tecnológico y pedagogía actualizada.

Respecto de la contaminación, basta ver lo que ocurre en el Lago de Amatitlán después de cada aguacero en el área metropolitana, los drenajes a flor de tierra que envenenan lentamente al Lago de Atitlán o el colosal azolvamiento con basura en el cual se encuentra la reserva Manchón Guamuchal. Tales desastres ecológicos son un desafío para los llamados adultos. ¿Es ese el mundo que se le dejará a nuestros hijos y nietos? ¿Podemos emprender con amigos, vecinos y comunidades el esfuerzo por cambiar alguna de esas afrentas contra la niñez?

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