CON OTRA MIRADA
Isabel Ruiz
El ambiente cultural de Guatemala se cargó con la oscuridad y negrura características de buena parte de la obra pictórica de Isabel Ruiz, fallecida el pasado viernes 20, luego de una larga y dura batalla. Cuando niña se fascinó con el trabajo de diseño de su padre, y lo mágico que le resultaba ver cómo de un dibujo sobre el cuero, de sus manos surgían la forma y volumen de un zapato.
Su mundo, como el de muchos guatemaltecos de la generación del 40 giró en torno a la austeridad, la simpleza de las cosas y las convulsiones políticas positivamente transformadas por la apertura cultural propiciada por la Revolución de Octubre de 1944 que nos marcó, más por el influjo directo a nuestros padres que por vivencias propias, aunque sus efectos luego fueron tangibles, pues la contra revolución del 54, más que huellas, dejó profundas y dolorosas cicatrices.
Los hechos históricos acumulados en la rica herencia cultural, desde lo precolombino al presente, han inspirado su registro. Los artistas, en su calidad de coronistas plásticos lo saben, y por eso conocemos el invaluable testimonio de su visión.
Ese acervo creció exponencialmente con 36 años de guerra interna (1960-1996), producto de desigualdades crónicas y endémicas en todos los ámbitos. Durante ese lapso, so pretexto de exterminar comunistas imaginarios, se masacraron comunidades, aldeas y caseríos, dejando testimonios traumáticos de lo que el hombre es capaz de hacer, que confirma la vieja sentencia latina: El hombre es el lobo del hombre. La violencia, la incertidumbre y la herida cotidiana ofrecieron a un grupo de jóvenes artistas, al final de la década de 1960, la materia prima necesaria para construir un nuevo lenguaje plástico para señalar con claridad su crítica social y rechazo al terrorismo estatal.
La expresión artística fue resultado de su amplia y rica formación académica, sensibilidad y valentía con la que quisieron forjar la ansiada identidad guatemalteca, fusionando las culturas precedentes con los hechos del momento, asunto que desarrollaron en la siguiente década. Nació así, en 1969, el Grupo Vértebra, como asociación de artistas plásticos, integrada por Enrique Anleu Díaz, Ramón Ávila, Óscar Barrientos, Roberto Cabrera, Marco Augusto Quiroa, Elmar René Rojas y Magda Eunice Sánchez, jóvenes treintañeros que marcaron un antes y un después en las artes plásticas nacionales.
Mientras esa vorágine social, política y cultural se desarrollaba y las nuevas texturas, colores y composiciones de la plástica nacional se asentaban, en los años 1964-68, Isabel Ruiz estudió Artes Plásticas en la Universidad Popular de Guatemala, enriqueciéndose en aquel estimulante ambiente.
Su primera exposición, en noviembre de 1970, fue comentada así por el maestro Marco Augusto Quiroa: “… Hay algo que desgarra y estremece en estos dibujos coloreados en una forma agresiva y además patética. El punto de partida es casi siempre el mismo: la figura humana, para decirlo mejor, el hombre. Hombres convulsionados en escorzos llameantes. Figuras ardiendo en espacios intemporales, ausentes de todo maquinismo. Un segundo antes de aparecer la llama, las formas elevan su fuego vertical, su atormentada presencia, y nos incendian…”
' El ambiente cultural de Guatemala se cargó con la oscuridad y negrura de su obra pictórica.
José María Magaña Juárez
En 1987, cuando ya dominaba las técnicas de la acuarela, grabado, dibujos, témpera y tina china, junto a un grupo de pintores, escultores y fotógrafos, entre quienes destacan Pablo Swezey y Moisés Barrios, crearon la Galería Imaginaria, exponiendo sus obras, en Puerto Rico, China, Taiwán y otros lugares.
Considero a Isabel la última heredera del Grupo Vertebra, pues aunque no participó de él, noto el suave influjo de Roberto Cabrera, ideólogo de aquellos revolucionarios.