EDITORIAL

Suma de indolencias crea pesadilla ambiental

Impactantes son las imágenes que exhiben la descomunal acumulación de basura en la desembocadura del río Ocosito, en el corazón del mayor humedal de Guatemala, el Manchón Guamuchal, Retalhuleu, parte del cual fue pasto de las llamas en meses pasados, sin que existiera un consistente esfuerzo de las autoridades ambientales del país por extinguirlas. La inundación de desechos de todo tipo, arrastrados por las lluvias desde centros urbanos de Retalhuleu, tampoco es un fenómeno nuevo y hace meses que se denuncia sin que el Gobierno o las comunas respondan. El daño se acrecienta en este ecosistema, único en el país, por lo cual se necesita de acciones concretas en lugar de discursos falaces en foros internacionales.

No es este el único suceso que pone en tela de juicio la afirmación presidencial, ante la Organización de Naciones Unidas, acerca de que la conservación ambiental es una prioridad. Las invasiones de parques naturales bajo protección del Estado en total impunidad, la depredación natural y arqueológica, los nulos esfuerzos para implementar reglamentos de control de emisiones contaminantes, la falta de voluntad para plantear y aprobar una ley de aguas y la tala indiscriminada, a menudo legalizada mediante dudosos permisos, sobre todo en la Sierra de las Minas, constituyen un mentís a la grandilocuencia exhibida en Nueva York.

Esa basura que ahoga al Manchón Guamuchal tiene básicamente el mismo origen que las toneladas de desechos que llegan al Lago de Amatitlán o las que arrastra, con cada crecida invernal, el río Motagua: nosotros mismos. Los guatemaltecos contribuimos a esta marea contaminante a través del descuido, la indolencia, la prepotencia, la pereza o la simple inercia colectiva que lleva a tirar envases de todo tipo en calles y carreteras, que se resiste a efectuar la clasificación de desechos reciclables, que bota la basura en vertederos clandestinos o lanza bolsas con desperdicios desde la ventanilla de un vehículo.

La persona que efectúa tales acciones dañinas por ignorancia puede tener un atenuante, pero sin duda está obligada a aprender a valorar el entorno natural y humano para evitarlas. Los niños son grandes maestros en este arte de renovar actitudes en favor del planeta. El discurso de la niña sueca Greta Thunberg constituye una poderosa contraparte a las peroratas políticas que ocultan más de lo que dicen. “Yo no debería estar aquí, debería estar en la escuela al otro lado del océano. Ustedes vienen a ofrecernos esperanza. ¿Cómo se atreven? La gente está sufriendo, la gente está muriendo y ecosistemas enteros están colapsando”, expresó la menor con impactante lucidez y cuyo discurso debería ser analizado en escuelas y universidades, en municipalidades y oficinas de gobierno, en empresas y también en hogares para encontrar rumbos de acción y cambios de mentalidad.

El gran problema radica en quienes a sabiendas ejecutan actos contaminantes, bajo la falsa suposición de que se trata solo de una simple bolsa vacía de chucherías, solo de una botella, solo de una llanta inservible más, solo de unos cuantos árboles derribados; nada más engañoso y dañino. Porque ese simple acto individual irresponsable ha llevado a la pesadilla ecológica que vive Guatemala. Es por ello que el gobierno electo no debería repetir el error cometido por el saliente: nombrar a funcionarios cuyo perfil profesional no posee las capacidades técnicas para afrontar el reto de rescatar la riqueza natural sobreviviente.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: