Su carácter, fuerte, frío y temperamental, está marcado por la forma como fue criado por sus padres, Rubén Darío y Raquel —fallecieron hace 18 y dos años respectivamente—, y reforzado con su carrera de zaguero central cuando apenas tenía 15 años, con el Danubio FC de Uruguay.
“La crianza de mi familia fue muy importante en mi vida, se valora ser buena persona, la honestidad y el compañerismo”, comentó Machaín.
“La crianza de mi familia fue muy importante en mi vida, se valora ser buena persona, la honestidad y el compañerismo”,.
La ruta para su vida la marcó el estratega desde los 6 años, cuando se entrenaba en el programa uruguayo Baby Futbol en su barrio, en Montevideo.
A sus 52 años se ha acostumbrado a estar solo durante largos periodos, sin sus tres hijos y su esposa —psicóloga—, aunque asegura que no es muy bueno para la cocina, intenta preparar asados y algunas pastas, en ocasiones.
La pequeña pizarra
La vida del charrúa transcurre alrededor de su tabla de entrenamiento, aun después de las prácticas matutinas. “Me imagino que es algo que todos los entrenadores hacemos”, dijo.
El estratega ha marcado un estilo un poco cuestionado en los rojos, debido a los constantes cambios que suele hacer en sus armados. A pesar de ello terminó en la primera posición de la fase regular y juega su segunda final consecutiva.
“El resultado es lo único que en el futbol no tiene análisis porque son dos números, se debe analizar el cómo, porque el partido tiene muchas cosas”, aseguró. Machaín espera esta vez salir campeón, porque considera que tiene un equipo más sólido y seguro, que el que enfrentó a Antigua GFC en el torneo anterior.